Idoia Eraso
Entrevista
Margot wallström

«Las mujeres no quieren ser solo víctimas, quieren jugar su papel igual que los hombres en la sociedad» - Margot Wallström

La autodenominada ministra de Exteriores feminista, Margot Wallström, fue la primera de la historia en unir ambos términos de manera oficial y pública. La política sueca dejó su puesto ministerial el pasado setiembre y, durante los cinco años que duró su mandato, sus posturas políticas y sus declaraciones la llevaron varias veces a las portadas de los periódicos internacionales. Esta gestión, que no pasó desapercibida, fue el resultado de una trayectoria política muy extensa en la que también se encuentran puestos de responsabilidad en la Unión Europea y en la ONU.

Una de sus características más importantes fue su visión feminista, pero también fue la primera ministra de la Unión Europea en reconocer a Palestina como estado, y no dudó en criticar públicamente los ataques contra los derechos humanos en Arabia Saudí, en Rusia o en Turquía. Las declaraciones que realizó sobre estos temas crearon crisis diplomáticas entre el país escandinavo, Israel y Arabia Saudí. Pero, tal y como dijo el “Financial Times” sobre ella, trataba de «revolucionar el mundo con palabras».

Esta extraordinaria mujer estuvo en Biarritz presentando en el festival Fipadoc “The Feminister”, un documental realizado por Viktor Nordenskiöld que muestra su trayectoria ministerial a través de una cámara presente tanto en las apariciones públicas como en los momentos privados, con su equipo de trabajo y su familia. Wallström es una mujer cercana y agradable, que no tiene miedo de mostrar sus fortalezas y sus debilidades.

Sentada en una pequeña mesa, en una conversación que trata de ser un tête à tête, rodeada de la charla propia de un festival, Wallström logra, a pesar de todo, transmitir con serenidad pero con ímpetu, esas palabras que van más allá del discurso político, y que muestran una manera de pensar que forma parte de ella en la vida política y en la privada.

Cuando aceptó el puesto de ministra de Exteriores en 2014 dijo que llevaría una política extranjera feminista y que, cuando se defienden los derechos de las mujeres, se están defendiendo los derechos humanos en su conjunto. Esa filosofía también quedó en evidencia en su participación en el plan de las Naciones Unidas: «Mujeres, paz y seguridad».

Sí, porque las mujeres están excluidas de las negociaciones, excluidas de firmar los tratados de paz. Las mujeres tienen un papel muy importante durante las guerras, pero también a la hora de lograr la paz. Sabemos por experiencia que más mujeres quiere decir más paz, y quiere decir también más oportunidades de tener una paz duradera.

Para mí también se trata de democracia, porque las mujeres son el 50% de la población del mundo, pero están excluidas de estar en la toma de decisiones, en las negociaciones y en las situaciones que crean también la realidad de la vida para las mujeres. Creo que es también el caso de las políticas extranjeras, porque es necesario que las mujeres puedan tener un papel en todas las situaciones que conforman su vida.

Pienso que también es muy útil hacer una política pragmática. En todas nuestras embajadas alrededor del mundo hemos tratado de ver si es posible que todas las mujeres vayan a la escuela; hay una cuenta bancarias para ayudar a evitar matrimonios infantiles, de niñas que no quieren casarse cuando tienen 14 o 15 años, y que puedan heredar. También hacemos política interna para que puedan estar en los parlamentos, en los gobiernos. Y tenemos en cuenta las estadísticas que muestran cómo los presupuestos tienen efecto en poder responder a las necesidades de las mujeres y de las niñas.

En este sentido, muchas veces las mujeres se perciben como víctimas que deben de ser ayudadas.

Sí, y no tiene que ser así. Las mujeres no quieren ser solo víctimas, quieren ser actoras, y jugar su papel igual que los hombres en la sociedad.

Ahora que ha terminado su mandato como «ministra feminista», ¿hace un balance positivo del trabajo realizado?

Sí, porque también hemos puesto en marcha una estructura para todos nuestros diplomáticos en el mundo. Todos hacen una formación online para comprender mejor lo que podemos hacer a favor de una política feminista. Cada año tenemos un plan de acción con unas prioridades muy claras. Por ejemplo, el año pasado, priorizamos las actividades que ayudan a dar oportunidades económicas a las mujeres. También está el derecho y los derechos a la salud sexual reproductiva, se trata de una política amplia. Creo que si se sigue, aunque yo ya no sea ministra, habrá ya una estructura, un sistema que va a continuar con esta política.

Al mismo tiempo, también ha denunciado los pasos que se están realizando en el otro sentido, como en Rusia, donde se ha despenalizado pegar a las mujeres una vez al año, o las políticas contra el aborto en Polonia o en Estados Unidos.

Sí. En Estados Unidos, por ejemplo, han quitado los medios necesarios para poder ofrecer un servicio de salud sexual reproductiva para las mujeres. Incluso el aborto para las mujeres que han sido violadas por cinco o siete hombres; o una joven que no sabe quién es el padre y no quiere un bebé. Estas mujeres no pueden tener un aborto. Se trata, en realidad, de una amenaza contra la vida.

Si ni siquiera puedes enseñar a jóvenes, chicas y chicos, sobre su sexualidad, a entender lo que les pasa, y que pueden protegerse, es contraproducente. Creo que esas políticas de salud sexual reproductiva salvan vidas por todo del mundo.

Se puede decir que hay dos fuerzas que se enfrentan en este sentido.

Sí, hemos visto una reacción contra el feminismo, contra la lucha de las mujeres. Pero creo que las mujeres quieren organizarse y movilizarse. Es necesario crear oportunidades también para las mujeres. Tengo la esperanza de que va a ir bien.

La política feminista que ha llevado a cabo también ha acarreado problemas, tanto a usted como a Suecia en un momento dado. Esto se ve claramente en la crisis diplomática que tuvo lugar con Arabia Saudí, cuando denunció la subyugación de la mujer, la falta de democracia o la violación sistemática de derechos fundamentales que ocurrían allí. Como consecuencia, el país árabe retiró a su embajador en Estocolmo y congeló la emisión de visados a los ciudadanos suecos.

Eso fue durante un periodo corto. Tenemos respeto por los demás, pero también por la política que hacemos ahora, y creo que Suecia es un ejemplo para el mundo, con sus ideas de democracia y de igualdad de género.

La discusión diplomática y política tuvo un gran eco. ¿Cree que estas denuncias pueden impulsar el cambio? ¿Piensa que las mujeres saudíes escucharon su discurso?

Incluso en Arabia Saudí las cosas están cambiando, y tienen que cambiar, porque las mujeres, también allí, no aceptan reglas contra ellas: la imposibilidad de conducir un coche, no tener acceso a la sociedad de igual manera que tienen los hombres… Muchas cosas están cambiando, y bastante rápido. Confío en que veremos paso a paso cómo las mujeres en Arabia Saudí luchan por sus derechos. Esto está pasando ya, pero por supuesto tenemos que ayudar y, en cada lugar al que fui, siempre me aseguré de que me reunía con organizaciones de mujeres que luchan con fuerza para poder ejercer sus derechos.

En sus viajes ha resultado evidente el apoyo de una parte de la sociedad a sus reivindicaciones. Son numerosas las declaraciones en las que se evidencia que transmite fuerza y esperanza a las mujeres.

¡Oh no! Gracias, no sé… Admiro a todas esas mujeres que hacen frente a todos los problemas que tienen, a las discriminaciones y las violaciones, que rechazan que las ofendan y quieren que la gente oiga lo que tienen que decir. Quieren establecer sus propias reglas, por lo que son a ellas a las que tendríamos que apoyar y ayudar.

Usted ha trabajado en el Gobierno sueco, en la Comisión Europea y en las Naciones Unidas. Desde un punto de vista feminista, ¿cuál es la situación de la mujer en esas instituciones?

Estoy muy contenta de vivir en un país como Suecia, porque tenemos un nivel de conciencia sobre la igualdad de género que es realmente extraordinario. La sociedad ha cambiado mucho, y allí, desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, mis hijos: uno de ellos va a tener su tercer hijo y, por supuesto, utilizará la baja por paternidad y, además, también se quedará en casa cuando sus hijos estén enfermos. En la pareja ambos tienen un trabajo, estamos en una sociedad en donde eso es natural, en donde se comparten las cosas como familia. No diría que es perfecto, pero estamos mucho más avanzados que la mayoría de países.

En grandes organizaciones como la ONU, y también en la Unión Europea, hay mucho más que hacer para estar seguros de que las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres. Hay victorias, pero también pasos atrás, defectos en estas organizaciones.

Antes de convertirse en ministra, entre 2010 y 2012, fue la representante oficial de la ONU sobre la violencia sexual en los conflictos.

Sí, en ese marco he encontrado historias terroríficas, fue un trabajo que me produjo pesadillas, con todas esas tristes historias que me llevaba conmigo. Y, como una paradoja, también me dio más esperanzas en el futuro, porque ellos usan sus palabras para decir “queremos otra vida, queremos que paréis, queremos que nos escuchéis y queremos ser parte del cambio de la sociedad hacia algo mejor”. Eran increíbles; también son una fuente de inspiración para mí.

¿Cree que se está mejorando en ese sentido?

Se han dado pasos adelante, a veces también tenemos que mirar los logros. Hoy en día los perpetradores de violencias sexuales son encarcelados, están en la Corte Penal Internacional. Los que realmente ordenan esta clase de crímenes no están en el camino hacia el poder, sino en el camino hacia una celda. Las cosas están cambiando a mejor, pero todavía queda mucho por hacer ya que, desafortunadamente, hay muchos conflictos en el mundo.

El periódico «Financial Times» dijo de usted que estaba «revolucionando el mundo con palabras». ¿Está de acuerdo?

En una pequeña escala trato de contribuir, a veces tienes que ser valiente y decir algo que sacuda un poco a la gente; o hacer que se sienten y te pregunten qué quieres decir, qué es esto y por qué lo estás haciendo. He tenido la oportunidad durante cinco años como ministra de Exteriores de hacerlo, y estoy extremadamente agradecida por ello. Es un privilegio, porque también es significativo e importante.

Ello conlleva que haya una respuesta negativa por parte de los que no están de acuerdo.

Por supuesto, si crees que solo hay que decir cosas que le gustan a todo el mundo, entonces no creo que vayas a marcar la diferencia.

Una de las declaraciones de su carrera que levantó más polvareda fue cuando se convirtió en la primera ministra de la Unión Europea en reconocer a Palestina como estado.

Fue algo muy importante, porque hay que crear un poco de esperanza para la generación más joven en Oriente Medio. Todavía creemos en la solución entre dos estados. No es en contra de nadie, realmente es por la paz y por la solución que debería de tener lugar. Seguiremos trabajando a favor de eso también en la Unión Europea, y seguiremos luchando por nuestras políticas y nuestras posiciones.

Esta declaración creó una crisis diplomática con Israel y Benjamin Netanyahu le prohibió la entrada al país. ¿Considera que ha habido algún cambio desde que usted hizo dicha afirmación?

Creo que utilizan a Suecia como ejemplo para evitar que otros hagan lo mismo y reconozcan a Palestina. Es por eso por lo que hubo esa reacción tan fuerte por parte de los israelíes: querían advertir a los demás países para que no siguiesen por ese camino. Pero también me parece que hay algunos países que estarían dispuestos a hacer lo mismo, y espero que sea más pronto que tarde. Oriente Medio es cada vez más problemático, así que veremos qué es lo que ocurre.

En ambos casos, tanto con Israel como con Arabia Saudí, ha habido una lucha de poder a nivel internacional.

Pero también hemos solucionado estas relaciones. Hay que utilizar las herramientas diplomáticas para asegurarnos de que nos respetan y que podemos continuar hablando, incluso si tenemos puntos de vista muy diferentes. Y es lo que ocurrió, creo que no hay que tener miedo de tomar decisiones que creemos que son las correctas.

Durante su mandato logró que Suecia entrase en el Consejo de Seguridad de la ONU por dos años. Un largo trabajo que se premió con un destacado logro aunque, debido a su audacia diplomática, algunos pensaban que no se lograría.

Lo conseguimos, estoy muy orgullosa de mis diplomáticos y del equipo que trabajó en Nueva York y Estocolmo para lograrlo. Lo gestionamos bien para hacer un buen trabajo y fuimos apreciados y respetados por ello. Nos vieron, no como una amenaza para nadie, ni con una agenda oculta, sino con una apertura total.

Creo que conseguimos buenos resultados en un buen número de dossiers. Establecimos buenas relaciones con casi todos los países del mundo, y esto también sirve, porque mi trabajo como ministra de Exteriores era hacer que Suecia sea más segura, un lugar pacífico para vivir, y creo que esto también nos ayuda a mantener la estabilidad. Nos ha dejado en un buen lugar, porque nos puso en la situación de ayudar a las diferentes partes en Yemen, y también jugamos un pequeño papel en las relaciones entre la ONU y Corea del Norte. Y seguimos haciendo este tipo de trabajo, porque también lo hace mi sucesor y considero que para eso estamos aquí.

Precisamente las negociaciones con Corea del Norte fueron otro de los momentos importantes de su trayectoria.

Fue muy difícil, porque empezó tan mal debido al lenguaje utilizado entre Donald Trump y los norcoreanos… Tenemos presencia diplomática en Corea del Norte desde mediados de la década de 1970, y hemos estado allí todo este tiempo. Así que tenemos buenos contactos, un mejor entendimiento de los norcoreanos, y creo que ellos también nos respetan. Saben que no queremos que tengan bombas nucleares, se trata de disposiciones de seguridad en la región: Corea del Sur, del Norte, y todos los demás países. Solo tratamos de establecer un comienzo para que empezase un proceso y pudiesen encontrarse los Estados Unidos y Corea del Norte, para hablar sobre el futuro y sobre a dónde queremos ir. Tratamos de arreglar varios encuentros y aportar algunas ideas sobre el proceso. Pero tiene sus altibajos y pasos atrás, por lo que no sé lo que ocurrirá.

Ahora que ha terminado su mandato, ¿cuáles son sus planes para el futuro?

Trato de no tomar muchas responsabilidades nuevas, quiero priorizar el asunto de las mujeres, la paz y la seguridad, o el feminismo en la política. Me han llamado de muchos sitios para ir a hablar sobre el tema, y estoy contenta de hacerlo ahora, y también entonces. He aceptado participar en la junta asesora sobre el desarme para el secretario general de la ONU, António Guterres, pero se reúnen dos veces al año, por lo que no es una carga muy pesada. Voy a trabajar sobre el cambio climático y la seguridad también, pero no demasiado. También soy abuela, por lo que quiero poder pasar más tiempo con mis nietos y mis hijos.

En el documental «The Feminister», en el que la cámara le sigue durante los cinco años en los que ejerció de ministra, se recoge la exigencia del trabajo que desempeñó durante ese tiempo, los viajes que efectuó alrededor del mundo... lo que ha afectado a su salud.

Sí, es verdad, pero estoy mejor ahora. Hay que cuidar la salud, tengo que cuidar de mi salud.

También se ve en el filme el lado humano detrás del puesto político, la mujer que casi olvida el cumpleaños de su marido, la soledad…

Sí, esa era la idea, mostrar y abrirse ante todo lo que supone un puesto como este. No todo (dice con una sonrisa), pero algunas partes sí.

También la vemos llorando en su visita a Bosnia en 2017. No estamos acostumbrados a ver que políticos de alta responsabilidad muestren abiertamente sus sentimientos.

Yo lloro mucho. Mis hijos dicen que, incluso cuando veo una película por segunda vez, también lloro. Solo demuestra que soy humana. Pero muchas veces tienes que pensar que estás representando un puesto, que eres una ministra, o en su momento, una representante de la ONU. Alguna vez se te escapan algunas lágrimas, pero la mayoría del tiempo tienes que pensar que no estás ahí para llorar con ellos, sino como representante de las Naciones Unidas. Pienso que tengo que ser fuerte y decirles que llevaré sus historias a la ONU. Ese es mi papel, no solo ir y llorar, eso no les ayuda.

Siempre tienes que encontrar un equilibrio, porque también eres humana. Si a veces no puedes emocionarte con las historias, creo que tampoco puedes hacer un buen trabajo. Así que normalmente se trata de mezclar ambos puntos de vista.

La gente sufre, la gente sufre mucho, hay que tener corazón.

¿Considera que mostrar el documental que han realizado sobre su mandato como ministra puede aportar algo?

[Risas] No lo sé, es una pequeña contribución, que es importante también para la transparencia en una democracia. La gente puede ver cómo se hace el trabajo, lo que hay detrás del telón.

Creo que el nombre del documental es muy bueno. Fue el director quien me propuso el título, “The Feminister”, y me pareció una muy buena introducción.