MIKEL INSAUSTI
CINE

«Akelarre»

Es nuestra única representante en la Sección Oficial del SSIFF 68, por lo que competirá por la Concha de Oro, y también por el premio Irizar para producciones hechas en Euskal Herria, dotado con una cantidad económica de 20.000 euros. En realidad “Akelarre” (2020) es una coproducción con Argentina y el Estado francés. Por la parte local, las compañías implicadas son Kowalski (Koldo Zuazua), Gariza Films y Lamia (Iker Ganuza); y por la foránea están Tita Productions, La Fidéle y la argentina Campo Cine. Si a la lista le sumamos varios organismo oficiales y demás patrocinadores, todo ello da una idea aproximada de la complejidad y dificultades que acarrea poner en pie un proyecto de cine histórico, dado lo costosas que resultan las películas de época, y más una ambientada a principios del siglo XVII. La población de Lapurdi, en la cual se sitúa la acción, ha tenido que ser recreada a partir de distintas y variadas localizaciones, toda vez que el rodaje ha ido desde Sara a Lesaka, pasando por Urbasa, Ibarrangelu, Zarautz o Deba. Ese aspecto medieval se lo confiere la dirección artística al detalle de Mikel Serrano, que ya dio cuenta de su buen hacer en “Handia” (2018), película de la que retiene a parte de su equipo, en especial al director de fotografía Javi Agirre.

La dirección corre a cargo del argentino Pablo Agüero, que acude a Donostia por tercera vez, ya lo había hecho en la Sección Oficial con “Eva no duerme” (2015), y anteriormente en Nuevos Directores con “77 Doronship” (2009). No sé hasta qué punto será su responsabilidad, pero me llama la atención que sus productores de este lado del charco no le hayan advertido de que en el cine vasco ya existe una importante película con el mismo título que nos representó dignamente en la Berlinale, y para mí siempre tendrá preferencia el “Akelarre” (1984) del maestro Pedro Olea, protagonizada por Silvia Munt, y que abordó la denuncia histórica de la Inquisición cuatro décadas antes. La diferencia estriba en que aquella obra se rodó en Baztan dentro de la vinculación cultural con Zugarramurdi, y que la nueva incide más en una visión feminista del fenómeno en el entorno geográfico de Sara.

De cualquier forma, la vinculación entre ambos episodios es muy estrecha, por cuanto que el proceso del juez Pierre De Lancre en Lapurdi tuvo lugar apenas un año antes del de Zugarramurdi, en el breve espacio de tiempo transcurrido entre 1609 y 1610, provocando la huida por la frontera tanto de religiosos como de seglares ante la acusación de brujería y la condena a la hoguera. La investigación fue llevada a cabo a petición de los señores D’Amou y D’Urtubie, en nombre del rey Enrique IV, por encargo directo del Parlement de Bordeaux. De Lancre publicó los testimonios obtenidos bajo tortura a menores, adultos y ancianos en sus libros “Tableau de l’inconstance des mauvais anges et demons” (1612) y “L’incredulité et mécréance du sortilege pleinement convaincue” (1622).

En la ficción, el juez, interpretado por el actor catalán Alex Brendemühl, se apellida Rostegi, y el argumento se centra en una lugareña llamada Ana Ibarguren, a la que da vida la actriz Amaia Aberasturi, revelada con “Vitoria, 3 de marzo” (2017). Ella es el rostro visible de un grupo de chicas que celebran una fiesta en el bosque, las cuales serán arrestadas y acusadas de ser brujas y de participar en un aquelarre o “sabbat”.

Conviene aclarar que la Iglesia perseguía entonces las prácticas precristianas o neopaganas, y eran los prejuicios antijudíos los que consideraban la celebración del “sabbat”, de la noche del viernes al sábado, como un ritual satánico y sacrílego.

Las brujas preparaban los ungüentos con los que se frotaban sus cuerpos y, a decir de los inquisidores, llegaban a hacer ofrendas con sus hijos al diablo, transformado en macho cabrío. Los celebrantes de las llamadas misas negras se suponía que eran clérigos renegados atraídos por las orgías y los bebedizos.