EDITORIALA
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El derecho a decidir, también en calendario

Pese a que el contexto preelectoral efectivamente no sea el más adecuado para abordar estas cuestiones, algo parece empezar a moverse en la arena política vasca, tanto en lo que atañe a las consecuencias del conflicto como en lo que respecta a las causas. Si el domingo EH Bildu presentaba una propuesta novedosa y muy concreta para resolver las cuestiones claves pendientes de un pasado doloroso (víctimas y memoria, presos y huidos, desarme y desmilitarización), ayer la misma coalición invitaba al PNV a dar los pasos necesarios para celebrar una consulta en 2016, consciente de que la puerta de entrada al futuro es la libre decisión de la ciudadanía vasca.

El bloqueo absoluto de los estados español y francés en ambas cuestiones es indudable, pero también resultaba previsible, o al menos posible, cuando la iniciativa de la izquierda abertzale lanzó este proceso, hace ya más de un lustro. Ambas propuestas, la del domingo y la de ayer, tienen la virtualidad de situar el foco en Euskal Herria, porque es aquí donde existe necesidad de soluciones a las consecuencias y las causas y también voluntad y posibilidad real de impulsarlas. Se ha perdido demasiado tiempo en debatir cuestiones como cuál de los dos ámbitos tiene que ser abordado antes (el PNV prometió que esta sería la legislatura del nuevo estatus, pero ahora dice otorgar más prioridad a cerrar las consecuencias del conflicto). Sea como sea, la realidad actual es que ambos campos están por trillar en Euskal Herria a través de consensos fuertes y de pasos firmes, y esa labor no admite más demora.

Lakua respondió el lunes a la propuesta de Miramon reclamando a EH Bildu «hechos e iniciativas tangibles», «compromisos claros» y «fijados en un calendario». Está en su derecho de hacerlo y sería sin duda señal de un nuevo avance. Pero en la misma medida debe ser consciente de que el derecho a decidir, clave política absoluta de este país, no puede ser reivindicado retóricamente y pospuesto sine die. El tren escocés pasó en 2014, el catalán llega a la estación en 2015, ¿por qué no el vasco en 2016?