Garazi Arrula Ruiz y Daniel Gonzalez Alonso
En representación de Eleak
KOLABORAZIOA

Con Askapena, contra la excepcionalidad permanente

El 19 de octubre comienza el juicio contra el colectivo in ternacionalista Askapena, la Comparsa Askapeña, la asociación para el comercio justo Elkartruke y contra Unai, Walter, Dabid, Aritz y Gabi. Nuevamente peticiones de años de cárcel para quienes practican derechos teóricamente reconocidos y amenazas de ilegalización de organizaciones políticas, sociales y culturales. Y apenas ha comenzado el curso político. Un buen momento quizás para compartir una mirada global desde nuestras lentes de defensa de los derechos civiles y políticos.

Desde Madrid (con la inestimable colaboración francesa) nos llegarán juicios contra personas acusadas de militar en Batasuna o Ekin, contra alcaldes o vecinas de distintos pueblos por organizar comidas populares o pregones donde se apoya de una u otra forma a personas encarceladas, contra personas que expresan sus opiniones mediante tuits. O sentencias-venganza ad hoc como la reciente contra Santiago Arrozpide.

No nos cansaremos de repetirlo: los tribunales y las leyes de excepción de Madrid juzgan –y condenan– ideas y prácticas legítimas sin respetar las más elementales garantías procesales. Ninguna persona, ningún supuesto delito debería ser juzgada en esos tribunales y bajo esas leyes contrarias a derecho. Simplemente, son ilegítimos.

La derogación de la Audiencia Nacional y de la legislación antiterrorista ha sido exigida por agentes sociales y políticos de nuestro pueblo, ayuntamientos, Parlamento vasco y organismos internacionales de salvaguarda de derechos básicos. Desde que ETA abandonara la lucha armada, incluso algunos jueces del Tribunal Supremo o a la Audiencia Nacional se han manifestado en este sentido. Hace escasas semanas lo ha hecho la Fiscalía del País Vasco, que en su memoria anual proponía que los delitos de «terrorismo» sean juzgados en tribunales del País Vasco. Aun siendo demasiado escasos, bienvenidos sean estos nuevos posicionamientos.

No parece cercano el momento de dichas derogaciones. En cualquier caso, ¿en qué situación se encontrarían nuestros derechos civiles y políticos en caso de desaparición de las leyes y tribunales de excepción? Veamos. Policías autonómicas fuertemente militarizadas y de carácter represivo; policías locales con tics de las anteriores en las capitales; policía privada de seguridad con más competencias y más represivas; ordenanzas cívicas dirigidas a negar a la población el espacio público; juzgados sin garantías que aplicarán el Código Penal reformado que ahonda en la criminalización de la protesta social y de la pobreza; dirigentes políticos con mentalidad de política de excepción, medios de comunicación que inciden en la criminalización… No son conceptos abstractos. En breve serán juzgados varios jóvenes gasteiztarras acusados de atentado a la autoridad por realizar una sentada el 3 de marzo del 2014; la consejera de Interior defiende al ertzaina al que una sentencia judicial culpa de mentir deliberadamente para imputar por agresión, lo que podría suponer cárcel; la Policía Municipal de Donostia recurre a la Ley de Seguridad para prohibir tomar imágenes del derribo de Kortxoenea. Por ejemplo.

Décadas de políticas de excepción cada vez más intensas y el miedo que las acompaña han calado poco a poco en nuestra sociedad, generando una cultura represiva que asume con naturalidad la contradictio in terminis que supone la «excepción permanente». Solo desde esta cultura se puede entender que tras años de desaparecer la causa que en teoría justificaba dicha «anomalía» –las expresiones de violencia política no institucionales– ningún pilar de su arquitectura jurídico-policial haya sido derribada. Que en este tiempo se haya profundizado en la excepcionalidad mediante la enésima reforma del Código Penal, las leyes de Seguridad Ciudadana y de Seguridad Privada, el Plan Estratégico Nacional de Lucha Contra la Radicalización Violenta (¿alguien ha oído hablar de ella?) o el aumento del número de policías autonómicos antidisturbios.

Necesitamos reducir a polvo todo ese edificio y la cultura política que lo sustenta. Necesitamos recuperar nuestros derechos civiles y políticos, el derecho a la disidencia. Para mitigar las consecuencias de las injusticias ya cometidas y evitar nuevas. Para que la disidencia y la lucha social no salga tan cara en el futuro y disponer de herramientas que nos permitan plantar cara a las injusticias sociales y crear nuevas realidades.

Ese reto tiene muchos frentes. Uno, sin duda, es el de proteger a toda persona o asociación reprimida legal pero ilegítimamente por sus prácticas de lucha ilegales pero legítimas. Por eso, por Gabi, Dabid, Aritz, Unai y Walter. Por Askapena, Askapeña y Elkartruke. Por solidaridad y por nuestro propio interés, este lunes estaremos en Iruñea.