Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
NEWROZ KURDO

TRIBUTO A ABDULLAH ÖCALAN Y A LA PAZ

CIENTOS DE MILES DE KURDOS SE CONCENTRARON EN DIYARBAKIR PARA FESTEJAR EL AñO NUEVO KURDO, EN EL QUE RECORDARON LA AUSENCIA DE DERECHOS EN TURQUÍA. LAS MEDIDAS DE SEGURIDAD MARCARON UNA JORNADA EN LA QUE PIDIERON RECUPERAR EL PROCESO DE DIÁLOGO Y ENSALZARON LA FIGURA DE SU LÍDER.

Las carreteras de acceso al parque del Newroz están cortadas. Después de andar cientos de metros aparece un control de Policía. En la entrada del recinto hay al menos otros dos, pero esta vez son voluntarios kurdos los que registran a la gente con meticulosidad. Las parrillas de comida se han esfumado este año, parece ser que el Gobierno no las autorizó porque las bombonas de gas podrían haber sido usadas para un atentado.

Una vez dentro, el temor se desvanece. En su lugar aparece la omnipresencia de Abdullah Öcalan. Todo gira en torno a su figura: en las banderas, en la boca del pueblo y de los políticos, en la música, en una pieza documental. Como cada año, el Newroz fue un tributo al líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), pero ayer parecía incluso mayor, como si la paz solo dependiese de él.

Hamide Dogan va en un grupo de cinco señoras. Todas llevan el velo blanco, que tradicionalmente usan las mujeres casadas. Sonríen y bailan. Una de ellas repite que apoya al PKK y a Apo, el apodo del encarcelado líder kurdo. Lo hace en kurdo porque no sabe turco. Hamide, que tiene 55 años, lo chapurrea: «Apoyo a Öcalan y la paz en Kurdistán. ¡Biji Serok Apo! (Viva nuestro líder Apo)». Es mediodía y aún no arde la característica hoguera del Newroz, pero Diyarbakir ya es una fiesta. Los colores verde, rojo y amarillo inundan un parque seco, con el polvo trepando por las prendas típicas: las mujeres con sus coloridos vestidos, los hombres con el traje de militantes.

Rechazo a la guerra

Es el día de gala, el año nuevo kurdo. Fehrihan baila sin parar. Lo hace sola, luego en grupo cuando toca el govend, el baile típico kurdo. Su vestido lleva los colores de Kurdistán. Su velo es amarillo y ríe constantemente. Tiene 30 años y tres hijos. Porta una bandera de las YPS, una rama del PKK, y forma con los dedos una V. «Estoy aquí para apoyar la paz, la hermandad entre pueblos y mostrar mi rechazo a la guerra». Los políticos del Partido Democrático de los Pueblos (HDP) empiezan a desfilar ante el micrófono. Piden al Ejecutivo volver a negociar. Selahattin Demirtas no olvida «los maravillosos sentimientos de los tres últimos Newroz». Esos años eran los de la paz, los de la esperanza por solucionar una lucha armada de más de 30 años. «No es una situación normal el que tengamos que acostumbrarnos a la guerra, la lucha, la muerte», dice.

El colíder del HDP hace referencia a históricos nombres del movimiento kurdo, a mártires del último año, a Kawa, personaje de la fábula del Newroz. Repite su apuesta por la paz, por volver a negociar mirando la hoja de ruta de Dolmabahçe. Rechaza la política del miedo y avisa de que «todos aquellos que salgan de Diyarbakir tienen que entender el mensaje». En el parque del Newroz entienden a Demirtas. La gente quiere la paz, cuya llave está en las manos de Recep Tayyip Erdogan.

Gürcan Kürt pierde su sonrisa cuando hablo del presidente. Su ira nubla este momento en el que reivindica la paz. «Es un fascista que está matando a los kurdos», se queja este joven de 29 años que apoya la resistencia en las ciudades. «Es nuestro derecho de autodefensa. Nuestros profetas también hicieron zanjas para defenderse. Puede que el pueblo esté enfadado con el PKK, pero esta lucha es obligatoria. Nuestros compañeros ya no morirán solos en las montañas, ahora lo haremos juntos en las ciudades».

Gürcan apoya la paz, pero muestra su lado bélico cuando se habla de derechos. No habrá paz sin derechos, dice. Se indigna cuando saco a relucir el tratamiento que reciben los civiles kurdos en los medios turcos. ¿Cómo sienta que os llamen terroristas? «Están expandiendo el odio hacia los kurdos. Erdogan controla las televisiones, pero no somos terroristas».

Lazos rotos

Fehrihan también quiere la paz, y lanza un mensaje al resto de anatolios: «Nosotros no violamos y matamos a las mujeres». Creo que se refiere a las fuerzas de seguridad turcas y sus acciones del pasado. Mientras hablamos, Meryem interviene y asevera que «somos seres humanos que buscamos paz y derechos. Estamos muy decepcionados con quienes nos llaman terroristas».

La indignación del pueblo kurdo no solo se cuenta en vidas o ciudades destruidas. Cuando millones de personas se sienten excluidas, el acercamiento se hace más complejo. Hoy los pueblos turco y kurdo están de nuevo enemistados.

En el último lustro se crearon unos finos lazos, pero desde julio, cuando se rompió la paz, todas las costuras se han deshilachado, en parte por la ira que generan las muertes, en parte por los medios propagandísticos que llaman «terrorista» a cada kurdo.

En los últimos meses han aparecido tiendas en donde no aceptan clientes que simpaticen con el HDP y han pegado a jornaleros kurdos en ciudades del centro de Anatolia.

Incluso en el fútbol se ha vivido el boicot: el equipo kurdo Amedspor sufrió sanciones en la Copa turca hasta que cayó eliminado y la semana pasada le negaron un hotel en la ciudad de Sivas.

Mientras Anatolia sufre atentados cada vez más frecuentes, los turcos siguen formando piña solo con los turcos. De las muertes de civiles kurdos solo hay pequeñas muestras, y generalmente iniciadas por el movimiento kurdo.

Esta forma divisoria de actuar enerva al pueblo kurdo. Ayer, en el Newroz, interrumpí momentos de su alegría para recordar su desgracia. Pese a ello, seguían sonriendo y pidiendo la unión entre pueblos y la paz.

Lo hacían no solo por Kurdistán, sino por todo el mundo. Una señora así lo manifestó. Sobraban las palabras. En su jersey aparecía la imagen de la Torre Eiffel y la palabra PARÍS. Las letras sangraban, recordando los atentados del 13-N, el Je suis Paris, el Je suis Ankara. Pero, según dijo, «¿dónde está Je suis Kurdistán?