Iraia OIARZABAL
HERNANI

Etxerat: «Le pusieron la pistola en la cabeza. No sabíamos qué hacer»

Seis personas que viajaban la madrugada del sábado a Córdoba para visitar a sus familiares presos fueron detenidas en la carretera por guardias civiles armados que, tras retenerlos durante unos minutos a punta de pistola, les dejaron continuar alegando que se trataba de un error. Etxerat denuncia los hechos y apela a las fuerzas políticas sociales y sindicales a comprometerse para poner fin a la dispersión y a la excepcionalidad contra presos y familiares.

En una comparecencia ayer en Hernani, miembros de Etxerat y los conductores de las furgonetas de Mirentxin que el pasado fin de semana viajaron a Córdoba para visitar a los presos allí encarcelados relataron lo sucedido a las cuatro de la madrugada del sábado, cuando guardias civiles detuvieron la furgoneta a punta de pistola.

Según explicaron los portavoces de Etxerat Patricia Belez y Urtzi Errazkin y los conductores de la furgoneta Xabier Berra y Unai Lamariano, tras haber pasado un control policial un coche que se encontraba camuflado en el arcén les hizo parar en mitad de la carretera. Una vez detenidos descubrieron que el vehículo estaba ocupado por guardias civiles que sacaron sus armas por la ventanilla. Tras apuntar a uno de los conductores en la cabeza y obligarle a bajar del coche, esposaron al otro y lo retuvieron tumbado en el suelo. También hicieron apearse del vehículo a los cuatro familiares que iban a bordo.

Berra explicó en la comparecencia que fueron momentos muy tensos en los que los agentes no dejaban de gritar y los familiares, personas de avanzada edad, estaban muy asustados. «No sabíamos qué pensar. Lo pasamos muy mal, no sabíamos si iban a disparar», declaró.

Tras inspeccionar la furgoneta, los agentes les dejaron continuar afirmando que había sido un error. Berra explicó que en un primer momento les acusaron de haberse saltado un control, aunque después les comunicaron que se habían equivocado y que, al parecer, su matrícula coincidía con la de un «terrorista».

Sin embargo, las dos horas que restaban para llegar a Córdoba, la visita y las diez horas del viaje de vuelta quedaron condicionadas por este suceso, con el riesgo y la tensión que ello conlleva. Lamariano expresó su certeza de que «lo hicieron queriendo. Querían darnos un susto».

«¿Se trató de un error?», preguntó Belez, que denunció que situaciones similares que ponen en peligro sus vidas se repiten una y otra vez. «Estamos demasiado acostumbrados a que, para visitar a nuestros familiares tengamos que viajar sujetos a controles ex profeso, a otros supuestamente aleatorios en los que solo a nosotros nos paran y registran, y al acoso y seguimiento policiales para no ver en estos hechos algo más que un simple error», sostuvo.

«Nos han sacado de la carretera, nos han perseguido, nos han agredido... y ni uno de estos hechos ha recibido de los juzgados otra respuesta que el archivo sistemático, el carpetazo. Vemos en estos episodios la voluntad de añadir miedo, tensión, desgaste síquico, a los viajes que nos obligan a realizar. Vemos voluntad de dificultarlo. Vemos otra de las muchas caras de la dispersión», apuntó.

Asimismo, en nombre de familiares y amigos, Belez manifestó su agradecimiento a los conductores de Mirentxin, que cada semana conducen cientos de kilómetros de manera voluntaria.

Ante ello, pidió que se den a conocer públicamente las implicaciones de la dispersión, y apeló al compromiso de fuerzas políticas, agentes sociales y sindicatos para dar pasos efectivos que pongan coto a la impunidad y a las arbitrariedades de la actual política penitenciaria.