Joseba VIVANCO
Athletic

«Podían habernos matado, a oscuras y en mitad del campo»

Hoy se cumple medio siglo de la lamentable encerrona que sufrieron los rojiblancos en la semifinal de Copa en El Arcángel de Córdoba.

«Podían habernos matado. A oscuras y en mitad del campo. Perseguidos por la gente. Ni en Brasil, hombre, ni en Brasil». Así se pronunciaba un malhumorado Piru Gainza, entrenador del Athletic que vivió hoy hace medio siglo uno de sus partidos a domicilio más angustiosos, no por lo que aconteció en lo deportivo, que se ganó, sino por los incidentes sucedidos en aquel partido de ida de semifinales de Copa en El Arcángel de Córdoba. Un apagón intencionado dejó el estadio a oscuras y a parte del encendido público local protagonizando una persecución de colegiado y jugadores visitantes. Unos y otros tuvieron que abandonar escoltados el campo. “Batalla infernal en El Arcángel”, titulaba la prensa bilbaina.

La capital vizcaina festejaba «brillantemente» el treinta aniversario de «la Liberación» de la ciudad y en Vista Alegre toreaba un tal Paquirri. El Atlético –entonces– de Bilbao rendía visita a un Córdoba que se había plantado en semifinales de Copa tras eliminar a Ceuta, Europa y Pontevedra. Allá se fueron los de Piru Gainza, en un lluvioso 18 de junio de 1967. Un golazo de Zorriqueta en la primera mitad a centro de Argoitia sentencia el duelo, con un espléndido Iribar bajo palos y una actuación del trencilla Félix Birigay, bilbaino adscrito al colegio valenciano, que endemonió a la parroquia blanquiverde, sobre todo tras anular un gol cordobesista a falta de cinco minutos del final. Lo cierto es que repartió errores en un choque con todas las letras, en un terreno embarrado y donde cada disputa era un Vietnam.

El gol anulado degeneró en bronca en el césped entre jugadores de ambos bandos y desató las iras de la grada, que lo tradujo en el lanzamiento de almohadillas, botellas, incluso piedras y esos apagones –hasta tres– provocados que derivaron en una ‘caza’ en la que el propio Gainza fue uno de los buscados a la altura del túnel de vestuarios. Hinchas no identificados, dijo el presidente del club andaluz que fueron los culpables del corte de suministro eléctrico. «La culpa de todo la tiene el entrenador del Córdoba», se quejó en cambio Gainza, señalando al francés Marcel Domingo, que incluso se dijo que arengó a sus jugadores para que participaran en la ‘batida’ de leones. «En cuanto se apagaron las luces me eché al suelo», llegó a confesar Fidel Uriarte, en tanto el colegiado ni quiso volver al hotel y dejó el estadio en un Jeep policial. Al final, parece que solo Argoitia resultó dañado por un botellazo.

«Esto no puede quedar así», se lamentaba de manera amarga José Ángel Iribar en la prensa bilbaina, el mismo que años más tarde, en su biografía ‘‘La alargada sombra del Chopo’’, recordaba así lo sucedido: «Los andaluces tenían un buen equipo, pero con unos cuantos jugadores bastante tramposos y provocadores. Hubo bastante lío en El Arcángel. Aunque parezca increíble, su entrenador, Marcel Domingo, se levantó del banquillo y vino detrás de mi portería para decirles a sus jugadores que en los córners y en las faltas me tiraran tierra a los ojos. Yo avisé al árbitro, que le expulsó, pero se quedó en el túnel de vestuarios a lo suyo».

La cosa no quedó ahí. «Dos minutos antes de que acabara el partido –proseguía el guardameta–, apagaron las luces y una parte del público, la mayoría, saltó al campo. No pasó nada y llegamos al vestuario sin problemas, como el árbitro. Ganamos, que era lo que importaba. Eso sí, nos apedrearon el autobús cuando nos íbamos».

Junto a los relatos, en la prensa bilbaina las agencias de viajes, como Ecuador, anunciaban ya 7.000 plazas para viajar a la final de Madrid, «con el permiso del Córdoba», matizaba la publicidad. En total, más de un centenar de «autopulmans» y un tren especial, los primeros a entre 550 y 700 pesetas el billete y el segundo entre 650 y 900 dependiendo de la clase.

No iban tan desencaminados. En San Mamés, 2-0 para los rojiblancos, aunque el cronista de ‘“La Gaceta del Norte” criticaba la «intolerable actitud al zarandearle a Benítez por dos veces» de Iribar, algo que el propio portero aclaraba en el antes citado libro: «El jugador andaluz se quedó tirado en el área pidiendo penalti y simulando una lesión. Solo quería provocar y armar un lío. Me hartó tanto que me acerqué, le agarré como si de una saco de patatas se tratara y lo dejé fuera del área. El público reaccionó con una ovación. Lo celebró más que si hubiéramos metido un gol». El Athletic se plantó en una nueva final, que perdió ante el Valencia de los Sol, Claramunt, Guillot, Paquito y compañía. Y el más destacado de los leones volvió a ser él, Iribar.