Pablo GONZÁLEZ
KIEV
Entrevista
ELENA BONDARENKO
EXDIPUTADA UCRANIANA

«Ucrania perdió su soberanía política y cultural en el Maidán»

Elena Bondarenko fue diputada del Parlamento de Ucrania por el Partido de las Regiones. Actualmente, encabeza el centro para la libertad de expresión, que defiende a presos políticos. Ha sido objeto de amenazas, incluso por parte del ministro del Interior, por denunciar la represión.

Elena Bondarenko (Makeevka, 1974) encabeza el centro para la libertad de expresión, organización que defiende a represaliados políticos en Ucrania. Desde 2006 hasta 2014 fue diputada del Parlamento ucraniano. Desde el principio se opuso al Maidán. Pese a estar amenazada de muerte, sigue viviendo en Kiev.

¿Es difícil ejercer la defensa de los presos políticos en la Ucrania actual?

El problema es que nadie recopila información, ni siquiera el Estado, sobre cuántos presos políticos tenemos. Es comprensible que para las autoridades no sea de su interés. Ellos nunca van a reconocer la existencia de presos políticos en Ucrania. Aunque al menos uno ya está libre, Ruslan Kotsaba. Ha pasado más de dos años en la cárcel. Nuestras estimaciones mínimas nos arrojan la cifra de al menos 5.000 presos políticos en el país. Por áreas geográficas proceden, en su mayoría, de Járkov, Odessa y de las zonas cercanas al frente de las regiones de Donetsk y Lugansk.

Pero en Donetsk y Lugansk también ha habido combates.

Todos los que tenemos contabilizados están en la cárcel por sus ideas políticas. No le reconocemos el estatus de preso político a ninguna persona que haya portado armas o que haya combatido. Es importante hacer la diferenciación de que el preso político no ha ejercido la violencia, y que realmente fue arrestado y encarcelado por sus ideas políticas.

¿Organizaciones internacionales han mostrado algún interés por estos casos?

No, no les conviene reconocer que el régimen que ellos apoyan, al cual ayudan, ha resultado ser antidemocrático. Las conferencias y mesas redondas que se hacen sobre temas como la libertad de expresión se hacen a puerta cerrada. Por lo general, se invita a representantes institucionales. En esas reuniones estudian casos de 2014. En estos tres años tenemos periodistas asesinados, encarcelados, que han sufrido agresiones, que sufren registros periódicamente, que son llevados al SBU (servicio de seguridad nacional) a ser interrogados, pero no hablan de ello. En lo que me concierne, no tengo esperanzas en las organizaciones internacionales porque se han convertido en entidades con escasa o nula actividad. Esto lo hemos entendido cuando nos hemos topado con una organización como Amnistía Internacional. Cualquier situación la estandarizan y la utilizan en función de sus propios intereses. Es tremendamente difícil trabajar con ellos.

Usted era parte de la Rada cuando sucedió el Maidán. Más de tres años después, ¿cómo valora lo ocurrido?

Entonces y ahora sigo convencida de que fue un golpe de Estado con violencia y promovido por gente armada. Esas personas eran y siguen siendo delincuentes. No son manifestantes. Utilizaron la violencia de manera ilegal sin tener derecho para ello. Pienso que Ucrania perdió su soberanía política, económica e, incluso, cultural en el Maidán. Desde entonces nada ha cambiado. Es muy triste que solo unas pocas personas, entre ellas yo misma, decidiéramos no guardar silencio. Íbamos a las televisiones, advertíamos de lo que iba a suceder, pedíamos ayuda. Ahora vemos que todo aquello que dijimos que iba a ocurrir ha sucedido, y encima nosotros somos los culpables por haberlo advertido.

¿Cuál es la situación actual?

Nos enfrentamos a una rápida degradación del país en todos los ámbitos y a un acelerado empobrecimiento de la población. Ello está generando una progresiva despoblación. La gente simplemente se va, y muchos sin planes de regresar. El país ha frenado su desarrollo económico. A ello debemos sumar la desindustrialización y la pérdida de la producción. Los patriotas de salón piden a gritos que nos convirtamos en una potencia agraria. Nosotros les decimos que no existen potencias agrarias ricas, que despierten de ese sueño. Eso mismo les decíamos antes cuando al menos teníamos acceso a los medios. Ahora, en cambio, rige una censura total y personas como yo no tenemos ninguna posibilidad de explicar nuestra visión. Solo nos queda internet, que lo utilizamos en la medida que podemos, pero eso es todo.

A pesar de toda esta presión sigue viviendo en Kiev.

El mío es un caso extraordinario. Muchos dicen que como vivo en Kiev, no estoy expuesta a amenazas. Como si tuviera que disculparme por no estar muerta. La persecución en Ucrania tiene dos caras. Una muy visible y salvaje como ocurrió con Buzina o con periodistas como Dmitriy Vasilevskiy o Evgeniy Timonin, encarcelados por haber ido a Donetsk a ver con sus propios ojos lo que allí sucedía y hacer un reportaje sobre ello. Te quitan la vida, la libertad o el trabajo. Te echan del trabajo y te conviertes en persona non grata en todas las redacciones. La segunda es más sibilina. Personas como yo no tenemos ningún sitio donde podamos desempeñarnos. Si voy a una empresa, inmediatamente irá el SBU y le dirá al encargado que si contrata a Bondarenko, le cierran la empresa. Somos personas públicas y las cosas hay que hacerlas menos llamativas. Presión sicológica, amenazas en Facebook, en el teléfono móvil. Esa forma de presión no se ve desde fuera, pero la persona la padece. El sistema se encarga de recordarte que eres un paria aquí, que quieren echarte del país. Y cuando la persona se va, como ya no está. no hay problema. Yo llamé la atención sobre esta problemática justo después del asesinato de Buzina y Kalashnikov. Mi denuncia tuvo resonancia en los medios. El propio ministro del Interior Avakov llegó a amenazarme en directo en una televisión. Tuve la suerte de que me pusieron seguridad estatal. Entendieron que si me pasaba algo, les culparían a ellos.