Patxi Zabaleta
Abogado
GAURKOA

Solidaridad con Oriol Junqueras

Oriol, querido amigo: ¡Cómo van cambiando las cosas y tú preso por tu actividad política! Es una ocasión tan buena como otra cualquiera para expresarte solidaridad a ti y a los demás presos políticos, catalanes y no catalanes. Los presos políticos constituís el termómetro de la democracia, porque sois siempre y en todo lugar la prueba emblemática de la verdad democrática. Ningún régimen político reconoce nunca la naturaleza política de la oposición radical a su régimen; ni Franco, ni Idi Amín, ni Erdogan, ni Rajoy... Denominan malhechores, terroristas o rebeldes y no importa que se trate de la entrañable nación kurda, emblema del máximo servicio a la humanidad –y al resto de los pueblos árabes– en su decisoria resistencia contra el sectarismo religioso del Califato que, desgraciadamente, no será el último. Tampoco importa, por lo visto, que la gran nación catalana sea parte esencial e imprescindible de una Europa que querríamos libre, solidaria y valiente.

Me ha parecido una idea preciosa tu intención de hablar o, por lo menos saludar, a cada compañero preso en su propia lengua. La cárcel de Estremera, igual que la de Soto del Real, es hoy en día un reflejo de la plurinacionalidad inherente a las sociedades modernas. El futuro acentuará esa plurinacionalidad, en la que ese deberán desarrollar los pueblos. «Me gustaría hablarle o por lo menos saludarle a cada preso en su propia lengua» es una frase, que no se había escuchado antes y que constituye la expresión del mayor grado de respeto, que cabe hacia tus ahora compañeros.

Tengo la seguridad de que tus manos están limpias, Oriol. La acusación de rebelión y sedición, que os han formulado y por la que os tienen presos, constituye no solo un despropósito jurídico, sino que también atenta contra el sentido común e incluso es ridícula. Dramática o trágica; pero ridícula.

Los delitos de rebelión constituyen una figura delictiva y tienen unos requisitos o tipos penales, que no se pueden cometer más que con las armas. Rebelarse es sublevarse. Rebelión y sedición cometen los que se sublevan con las armas en la mano; aquí y en todas partes; ahora y siempre. La rebelión no la puede cometer quien lucha exclusivamente por medios democráticos, por medio exclusivamente de la palabra y de las ideas, como es tu caso. El acusaros a vosotros de rebelión no pasaría de un sarcasmo sin sentido común, si no fuese un drama político. En el fondo es una acusación ridícula porque atenta contra el sentido común. Igual que eran trágicamente ridículas todas aquellas sentencias franquistas de los años 40 que condenaban a muerte o a cadena perpetua o a treinta años de cárcel a los republicanos por el delito de «adhesión a la rebelión». Me refiero a esas sentencias que el centralismo actual –y de siempre– sigue sin querer declarar nulas de pleno derecho.

Quiero evocar brevemente en esta carta de solidaridad, que procuraré publicar en las lenguas vasca, catalana y castellana, las dos ocasiones en que tuve el honor de compartir contigo micrófono y atril. Una fue un mitin de final de campaña en Girona en vísperas de que ERC os convirtieseis en la segunda fuerza de Cataluña, superando al PSC. La otra ocasión fue en el Parlamento Europeo de Bruselas en un acto promovido por el diputado Iñaki Irazabalbeitia que te había sucedido en el escaño europeo. En el segundo de aquellos actos expuse la idea de que la independencia catalana (igual que la vasca) no perjudicará, sino que beneficiará a las clases trabajadoras y populares del Estado.

Efectivamente, así como el argumentario unionista va cambiando, también los argumentos independentistas deben actualizarse. En el campo unionista se ha pasado desde imputaciones como las de racismo xenófobo, de insolidaridad egoísta, de identitarismo excluyente, de falsificación historicista o incluso de esperpéntica imposición lingüística de la lengua minorizada a imputaciones, que aducen justamente lo contrario; ahora hablan de la inviabilidad económica de Cataluña, vaticinan su expulsión de Europa, han organizado la salida de las empresas y, sobre todo, tratan de equiparar convivencia y unionismo, como si no fuese posible la convivencia en la hipótesis de la independencia.

La dialéctica política hace también imprescindible que el argumentario independentista se actualice. La confrontación dialéctica debe permitir exponer y demostrar que la convivencia, por ejemplo en los países independizados de Europa, se mantiene perfectamente; que la viabilidad económica en Europa es general y, sobre todo, que las clases trabajadoras y populares y en general la gente no saldría perjudicada con la independencia catalana o vasca.

España es un imperio residual y si alguna expresión del subconsciente colectivo expresa bien esta realidad es aquella frase de que «más se perdió en Cuba». Pero lo cierto es que la pérdida del imperio no perjudicó a las clases trabajadoras y populares de Andalucía y Castilla, sino a la nobleza y a la aristocracia… Por eso valen más que mil discursos tu frase de que te gustaría hablar a cada preso de la cárcel de Estremera en su propia lengua o el gesto de un perseguido por la justicia, a quien motejan de prófugo, bese la bandera española en Copenhague. El imperio se perdió en Madrid; no en las guerras coloniales.

La militarización y judicialización de los problemas políticos no hace más que agravarlos. Aquí y en Moscú. La cuestión catalana, que nos afecta y nos incumbe a todos, no tiene más solución que la política y todo lo demás atajos son agravamientos. Aunque el centralismo celtibérico y carpetovetónico no sea capaz aún de anular las sentencias de los tribunales franquistas, sus sentencias ya han caído en el descrédito y en el ridículo. Rebelión es lo que hicieron Sanjurjo, Mola, Franco y compañía. Tú siempre has defendido las urnas y tienes las manos limpias.

No pinta fácil para ti a corto plazo, Oriol. Las huestes del centralismo están muy alteradas, pero tú tienes visión histórica de la vida y conoces bien la historia vasca y su comparación con la catalana y sabes que quienes aniquilaron los fueros vasco-navarros por la fuerza en el siglo XIX son los mismos que luego los alabaron y persiguieron los estatutos y son los mismos que ahora ensalzan los estatutos y persiguen el derecho a decidir, que los más inteligentes de ellos ya reconocen que habrá que acabar aceptando. Es la historia, imbéciles.

No pinta fácil a corto plazo, Oriol. Recuerdo y admiro a la gran nación europea, que es Cataluña. Solidaridad, amigo Oriol.