Patxi IRURZUN
IRUÑEA

«En un diario enseñas solo la puntita, pero esa puntita tiene que ser de verdad»

El escritor iruindarra acaba de publicar con Pamiela sus diarios correspondientes a 2015-2016. Aunque en sus anteriores trabajos la literatura del yo siempre ha estado presente, es el primer dietario que ve la luz, tras varios ensayos y errores en busca de una voz propia.

En 2011 Eduardo Laporte (1979) publicó “Luz de noviembre, por la tarde”, un libro hermosamente devastador en el que narraba la muerte de sus padres en apenas un mes. Un duelo literario que ya anticipaba a un autor con tendencia al género autobiográfico y la narrativa de la memoria y el yo (presente incluso en otras de sus obras, en las que aborda historias ajenas, como “La tabla”, en la que contaba la peripecia de un compañero de colegio que permaneció treinta horas a la deriva en Salou, sobre una tabla de surf). Lector y estudioso apasionado de diarios, publica ahora por primera vez los suyos, después de varios intentos en los que sentía su propia voz impostada. En “Diarios (2015-2016)” se alternan fragmentos narrativos con otros cercanos al aforismo. Textos y apuntes de un autor al que no le importaría ser el mayor de los escritores menores.

Este es su primer diario publicado, sin embargo usted siempre ha mostrado querencia por el género…

Sí, de hecho en 2012 iba a salir otro diario con una editorial que acabó cerrando o medio cerrando, así que el diario finalmente no se publicó, de lo cual luego me alegré, porque creo que mi escritura como diarista todavía no había cogido forma del todo. Miguel Sánchez-Ostiz dice que en los diarios a veces hay tendencia a ponerse en escena, de un modo algo tramposo, y yo allí me veía como una especie de Bukowski, con ínfulas de seductorcillo… En este diario, por el contrario, creo que me reconozco –igual dentro de diez años lo niego y lo quemo–, porque llevaba muchos años bosquejando, rellenando libretas sin saber si eso tenía interés para el lector y si estaba siendo honesto. Ahora, después de muchos ensayos y errores, por fin me siento cómodo.

Este diario tiene por tanto, y así lo señala usted desde la primera entrada del mismo, algo de búsqueda de su propia voz.

Sí, como dice Miguel Ángel Hernández en el prólogo hay algo de ensayo literario. En este caso creo que se trata más que de un diario de un “ideario”, tiene bastantes reflexiones, en la línea de Leopardi, es una especie de cajón de sastre o torbellino de ideas, que recoge muchos de esos pensamientos que todos tenemos a lo largo del día y que sirve para que no se pierdan en el viento, y para sentirte escritor, para que el día que no has escrito nada, sientas que al menos has escrito eso, la página del diario. El diario permite ese ejercicio porque es un género libre, la mínima exigencia es un estilo coherente, pero puede tener una tensión narrativa o no, a mí me gusta que la tenga, no sé si lo he conseguido, pero cuando el autor consigue contagiar al lector de cierta progresión en el personaje es un libro o un diario redondo.

El suyo, en todo caso, aunque también haya entradas más narrativas, se acerca a veces al aforismo

En ese sentido es deudor del mundo de Facebook y Twitter, que en realidad tampoco son nada nuevo. Gómez de la Serna lo habría petado en Twitter, con sus greguerías. Pero no me gusta que sean solo aforismos, que los veo como una ocurrencia feliz, pero que da igual que sean verdad o no. El diario tiene espacio también para la prosa, para pequeñas historias que sobresalen solo un poco, como la punta de un iceberg, y que quedan por tanto solo apuntadas.

El prólogo, en ese sentido, también señala que es un diario que deja muchos espacios sugerentes o huecos para que los rellene el lector.

Me gusta decir una cosa, que suena muy solemne, y es que la literatura es precisión y misterio. Yo antes era un autor con poco misterio, tal vez por defecto del periodismo. Quería contarlo todo y dejarlo todo claro, ahora prefiero buscar ese equilibrio entre la precisión y el misterio, sin caer en la confusión y la opacidad, que es un defecto de los escritores pretenciosos. Es una vía peligrosa, pero creo tanto en la literatura como en la vida de lo que se trata es de orientarse en la oscuridad.

Eso implica seleccionar lo que cuenta. A veces se dice que el diario es un género en el que el autor se desnuda, pero lo cierto es que solo enseña lo que quiere.

Sí, enseñas solo la puntita, pero esa puntita tiene que ser de verdad. Es como un paisaje del que eliges solo un encuadre. Además sería imposible contarlo todo, eso solo lo hace Andrés Trapiello. Uno selecciona aquello que le resulta literario, y en la selección creo que está la creación. Aprender a escribir es aprender a seleccionar, algo que a mí me ha costado veinte años.

En su caso, quienes le conocen, ¿le reconocen?

El diario permite maquillarte, hacerse irreconocible. A veces tienes la tentación de ponerte más guapo de lo que eres, es la tentación del diarista tramposo. Pero no se trata de eso, ni tampoco de lo contrario, de convertirte a ti mismo en lamentable. Yo tampoco voy a decir que sea “auténtico” en el diario, pero quienes lo han leído y me conocen me han dicho que me ven a mí, que soy yo, y eso es para mí el mayor halago.

También resulta bastante reconocible el Eduardo Laporte de Facebook, al que le gusta hablar de lo divino y de lo humano. Pero un diario es algo diferente a una red social.

Es interesante escribir diarios porque estás libre de esas interacciones desagradables de las redes sociales. A veces Facebook creo que no es el continente para ciertas cosas, cumple su función, sirve para ocurrencias, para debates de actualidad sin demasiada transcendencia, pero creo que no puede competir con el libro en cuanto a continente de intimidad, de soledad y de apartamento del ruido.

Usted señala en el diario que trabaja en diferentes proyectos. ¿Cómo discrimina lo que va para cada uno de ellos?

Es una relación complicada y un poco esquizofrénica, pero el escritor es una especie de capataz que va metiendo materiales para una obra que va construyendo simultáneamente en diferentes lugares. Es como una gran criba, en la que se separa el grano de la paja. Y se puede decir, por ejemplo, que respecto al blog o las redes sociales, en el diario va el grano.

Y respecto a otros proyectos, novelas, ensayos… ¿Corre el riesgo el diario de ser considerado algo menor?

Bueno, a mí me gusta esa dimensión menor. De hecho, a veces me he planteado eso, ser un escritor menor, intentar ser el mayor escritor menor, me gusta esa dimensión cero pretenciosa del diario, al que la gente acude como algo que no le va a apabullar. Quizás los diarios sean un proyecto sin ambición, en el buen sentido, en el que introduzco retales. Una especie de contenedor de reciclaje exquisito.

Ha dicho que tiene intención de seguir escribiendo diarios, pero ¿cómo sabe si dentro de cinco, diez años le va a apetecer hacerlo?

De más joven antes yo pensaba en modo blog. Todo lo que veía o me pasaba o me contaban lo veía como material para el blog. Pero con el diario no lo tenso tanto, son cosas que caen, no las provoco, y mientras sigan cayendo esas ideas, habrá diarios. Y como me conozco creo que habrá diarios para largo.