Nigeria recordó ayer el cuarto aniversario del secuestro de 276 niñas en la localidad de Chibok por parte de Boko Haram. De ellas, 57 lograron escapar inmediatamente después del convoy en el que fueron trasladadas; 112 siguen a manos de los raptores. En octubre de 2016, 21 de ellas fueron liberadas, y otras 82 recobraron la libertad en mayo del pasado año. Aquel secuestro se convirtió en símbolo mundial, generando la campaña de apoyo bajo el lema #BringBackOurGirls («devolvednos a nuestras niñas») y que sigue vigente.

Pero aquellas niñas no son las únicas. Según ha denunciado esta misma semana Unicef, más de 1.000 menores, niñas y niños, han sido secuestrados, violados y maltratados por Boko Haram desde 2013.

«Son testigos de una violencia extrema, en ocasiones se les obliga a atacar a sus familias y comunidades y también a casarse», explicó ayer Isiye Ndombi, representante de Unicef. Muchas de las secuestradas, además, han dado a luz a hijos de sus captores, mientras otros menores son utilizados en ataques kamikazes.

Ndomi resaltó la importancia de ofrecer todo tipo de apoyo para que puedan afrontar estos traumas. Incluso, muchos son rechazados por sus familias tras quedar libres.