Miguel Fernández Ibáñez
Periodista
ADELANTO ELECTORAL

Erdogan duda de la economía y las encuestas dudan de Aksener

Antes de llegar a las urnas, la derecha es ya primera vencedora. En dos meses, los anatolios elegirán entre el Partido Justicia y Desarrollo (AKP) y una oposición que necesitaría, para unida derrotar a Recep Tayyip Erdogan, un buen resultado del Partido Bueno (IYI Parti), dirigido por la disidente panturca Meral Aksener.

Los tres discursos diarios en diferentes ciudades del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, o la inauguración de megaproyectos eran señales inequívocas de que el AKP no iba a esperar hasta noviembre de 2019 para celebrar las elecciones parlamentarias y presidenciales. Según el jefe del Estado, que esta semana anunció comicios anticipados para el próximo 24 de junio, las amenazas en la convulsa región necesitan con urgencia el sistema presidencialista aprobado en referéndum en abril de 2017.

Pero detrás de este postulado se esconde un simple interés electoralista: es el momento idóneo para su triunfo. El país se encuentra en pleno auge nacionalista tras la favorable campaña militar contra los kurdos en Siria y la economía, con síntomas preocupantes, podría comenzar una contracción que obligaría al Gobierno a subir los impuestos. Puede que Erdogan no tema a sus rivales políticos pero sí a la economía, uno de los pilares de su éxito. Las dudas del presidente, a quien muchos describen como autoritario, son una extraña muestra de debilidad en una figura que marca la agenda del país y controla la Justicia, la Policía, burocracia y los medios de comunicación.

Pese a ello, las elecciones turcas son de nuevo interesantes. Abiertas. También necesarias. Porque más allá de la idoneidad del nuevo sistema, el triunfo o la derrota de Erdogan aliviará a la sociedad. Son años forzando los límites democráticos en busca de este sistema. Ahora llega la etapa final, la última oportunidad de la oposición para evitar la «Nueva Turquía» de Erdogan, que comenzaría en 2023, fecha del centenario de la República.

El plebiscito, que se desarrollará bajo el estado de emergencia en vigor desde la fallida asonada de 2016, convertirá el Parlamento en un actor secundario, con poderes pero al servicio del presidente. La referencia electoral es el 51,4% que el «sí» cosechó en el referéndum. En esa votación, la oposición se quejó de irregularidades: se aceptaron dos millones de votos sin sello. Este año, el AKP directamente ha reformado la ley electoral. El cambio se resume así: los votos sin sello son aceptados, se pueden mover urnas por razones de seguridad y los interventores son elegidos por el órgano electoral superior.

Futuras alianzas. Mirando a junio, la única alianza confirmada es la del AKP con el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), acuerdo que permitirá a los panturcos entrar en el Parlamento y a Erdogan acercarse al 50%+1 de votos. Su discurso recurrirá a la unidad para enfrentarse a los enemigos de la nación. En ese camino, para elevar el fervor patriótico, los rifirrafes con los líderes europeos que prohíben sus encuentros ya han comenzado. Bueno para Erdogan, malo para la oposición, aún sin candidatos ni alianzas y que en la primera ronda podría ir en solitario, mientras que en la segunda, de haberla, iría unida contra Erdogan.

El prokurdo HDP, con quien nadie se aliará para evitar las acusaciones de «apoyo al terrorismo», intentará entrar en el Parlamento. Pese a ser demonizado tras la ruptura del proceso de paz con el PKK y tener a sus exlíderes encarcelados, su rol para contener al AKP será importante: resistir la política del miedo y arrebatar votos recordando el negacionismo kurdo que pregona el MHP. Erdogan, en cambio, limitará la erosión de su alianza engordando su red clientelar con las alcaldías kurdas ocupadas.

Más allá de Kurdistán, la esperanza es el IYI Parti, una escisión del MHP. De su capacidad para robar votos al MHP depende el futuro de la oposición. Problemas en las fechas de sus congresos locales podrían haber impedido su participación, pero el Partido Republicano del Pueblo (CHP) ha cedido 15 diputados para que forme grupo parlamentario. Solución rápida para la polémica y una muestra de unión opositora. Según las encuestas, IYI obtendrá un respaldo de entre el 7% y el 20% proveniente de seguidores del MHP y el CHP en el oeste del país. Para adentrarse en la profunda Anatolia, el feudo de Erdogan, podría aliarse con el Partido de la Felicidad, formación heredera del fallecido Necmettin Erbakan, el líder del islam político turco, y segunda opción de voto para los piadosos. De hacerlo, y no sería extraño por parámetros ideológicos, Aksener podría rondar ese 20% y condicionar en la segunda vuelta al CHP.

Kemal Kiliçdaroglu, el líder kemalista del CHP, carece de carisma y sería peor opción que Aksener para enfrentarse a Erdogan en una hipotética segunda ronda. Pero tiene un apoyo superior al 20%. Nada es seguro, pero parece que dirigirá la oposición. Aunque antes tienen que hablar las urnas porque se duda del respaldo a Aksener, por lo que los resultados de la primera vuelta establecerán las relaciones de poder en la segunda. Así, Aksener, la incógnita electoral, es la clave. No puede fracasar y caer por debajo del 10%, porque entonces Erdogan ganaría sin necesidad de una segunda vuelta. Un 15%, acompañado de un buen resultado del CHP, abriría la puerta de la esperanza. Entonces, todo sería posible, incluso que perdiera Erdogan.

Pese a ello, el futuro de Anatolia apunta hacia una coalición de fuerzas conservadoras y nacionalistas. Es, para desgracia de los kurdos, la primera realidad.