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La independencia se convierte en el eje de las elecciones en Groenlandia

La independencia, y concretamente su calendario concreto, centraron la campaña a las elecciones de ayer en Groenlandia. El debate enfrenta a los que temen el fin de las subvenciones danesas y los que reivindican los ingentes recursos de esa inmensa isla.

Groenlandia, territorio autónomo del Reino de Dinamarca desde 1979, votó ayer tras una campaña electoral marcada por el debate sobre la independencia.

La irrupción de una nueva fuerza –Nunatta Qitornai, creada hace meses por el «exministro» de Exteriores Vittus Qujaukitsoq – y las proclamas del Partii Naleraq, que ha fijado 2021 como fecha para la secesión de Dinamarca, han impulsado el debate independentista.

No obstante, los únicos aspirantes reales a liderar un ejecutivo, según las encuestas, son la formación socialista-verde Inuit Ataqatigiit (IA), en el poder entre 2009 y 2013; y el socialdemócrata Siumut, tradicional referente desde 1979 de la política groenlandesa y hoy en el poder. Los primeros tendrían una ligera ventaja en los sondeos.

Estos dos últimos partidos también son independentistas, pero se niegan a ofrecer un calendario preciso. Y es que solo uno de los siete partidos en liza, el Partido de la Cooperación, es unionista, pero las encuestas no le auguran más que un 2,9% de los sufragios.

Desde 2009, tras la aprobación el año anterior en referéndum y con un 75% de los votos de un Estatuto de Autonomía que incluye el derecho de autodeterminación, Groenlandia asume todas las competencias excepto la moneda, la política exterior y la defensa, que están en manos de Copenhague.

Debate económico

El Gobierno danés mantiene bajo perfusión a esta inmensa isla o continente (2 millones de kilómetros cuadrados), recubierta en un 85% por hielo (lo que no impide que los colonos daneses la bautizaran como la «Tierra verde») , y habitada por 55.000 personas, el 90% de ellos inuits.

A día de hoy obtiene un tercio de sus ingresos de Copenhague, concretamente 3.600 millones de coronas (483 millones de euros) al año. Un maná que supone el 60% de su presupuesto.

Dinamarca insiste en que sin esa inyección anual, una Groenlandia independiente sería el país más pobre de la UE junto a San Marino.

Asi las cosas, los dos principales partidos apoyan la independencia, como la mayoría de la población, pero se escudan en la necesidad de resolver primero los retos económicos.

Ambos podrían verse obligados a gobernar en coalición, pero el principal escollo es la explotación del uranio, a la que los jóvenes verdes urbanos que votan a Inuit se oponen.

Economía como escusa

La diputada de este partido Aaja Chemnitz Larsen insiste en que conviene repensar antes de poner fecha a la independencia. «Antes debemos diversificar las inversiones extranjeras para nuestro desarrollo», señala, en referencia al apetito que la isla genera en Occidente, en Rusia y en China. Lo que no dice es que Copenhague tendría la última palabra si viera amenazada su política extranjera o de seguridad en Groenlandia.

Y que hay economistas que insisten en que el sector pesquero –que podría beneficiarse del cambio climático–, los recursos naturales ingentes –incluida la minería– e incluso el turismo, aún incipiente, bien podrían financiar la independencia de este inmenso pero a la vez despoblado territorio.