Yann SCHREIBER (AFP)
FRANKFURT

LA EXTREMA DERECHA ALEMANA CORTEJA A LOS TRABAJADORES DEL AUTOMÓVIL

Tras sacudir el panorama político, la extrema derecha se hace fuerte en los comités de empresa de los constructores de automóviles, buques insignia del país en plena crisis de identidad, con un discurso antisistema que hace sonrojar a los sindicatos tradicionales.

Las elecciones han transcurrido muy bien para nosotros», se felicita, en declaraciones a AFP, Simon Kaupert, responsable de comunicación del sindicato Zentrum Automobil, que ha visto cómo en los dos últimos meses una veintena de sus representantes han sido elegidos en siete comités de empresa, como en algunos de Daimler (Mercedes-Benz), BMW y Porsche, con más del 10% de los votos.

Entre estos recién llegados se encuentra el jefe de filas de Zentrum, Oliver Hilburger, que al mismo tiempo es delegado sindical en la factoría de Daimler en Untertürkheim (Stuttgart), promotor de las manifestaciones del movimiento islamófobo Pegida, próximo al partido de extrema derecha AfD (Alternativa para Alemania), y antiguo bajista de un grupo de rock neonazi.

Desde su creación en 2009, cuatro años antes que la de AfD, este «sindicato alternativo» de extrema derecha se lanzó al asalto de la industria automovilística, sector clave que emplea a más de 800.000 asalariados, que encarna la pujanza exportadora de Alemania pero que, desde hace cerca de tres años, está sufriendo el gran escándalo de los motores diésel trucados.

Otros candidatos que gravitan en torno a la AfD, Pegida y Zentrum también han resultado elegidos bajo otras etiquetas, sobretodo en Siemens y en el constructor de sierras eléctricas Stihl, obligando a la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB) a incluir este asunto en el orden del día de su congreso, que se abre hoy mismo.

Diésel y desindustrialización

Si por el momento estos sindicatos no son «numéricamente muy importantes», la extrema derecha «está pisando los talones a IG Mettal (el potente sindicato metalúrgico) en sus bastiones», como explica para France-Presse Klaus Dörre, sociólogo en la Universidad de Jena (Turingia), quien resalta que «el sector del automóvil está en el corazón de la organización sindical alemana». Al dirigirse a los trabajadores, la estrategia del Zentrum recuerda a «la del ala Strasser del NSDAP», la «izquierda» del partido nazi, subraya este investigador: «Se presentan como enemigos de la globalización y evitan las declaraciones abiertamente racistas», transformando la lucha de clases en «una lucha ‘interior contra exterior’».

Desde Zentrum, Simon Kaupert acusa a «todos los partidos de izquierda, incluida la CDU» –es decir los conservadores de la canciller Angela Merkel que son colocados habitualmente en la derecha– de defender principalmente «la globalización», crítica que extiende a los grandes sindicatos.

Se posiciona también contra la desindustrialización de Alemania y espera romper el «monopolio» de los sindicatos establecidos, «tan cercanos a las élites políticas que no son la solución, sino una parte del problema». «Las alternativas a este sistema son la AfD a nivel político y el Zentrum en las empresas», afirma. «La solidaridad internacional no existe. Yo solo puedo ser solidario con la gente que conozco (...) y no con cualquiera que vive al otro lado del planeta».

Por otro lado, la extrema derecha alemana ha hecho de la defensa del diésel uno de sus caballos de batalla en un momento en el que los vehículos más contaminantes se enfrentan a la posible prohibición de circular en decenas de ciudades, lo que, de rebote, pondría en peligro a los trabajadores del sector.

«Miedo» sindical

«Una parte nada desdeñable de los trabajadores, incluso de miembros de los sindicatos, está desarrollando una afinidad hacia la AfD», considera Dörre, que percibe en los sindicatos tradicionales el mismo problema que en los partidos del stablishment.

Desde la DGB se recuerda que la abrumadora mayoría de los 180.000 puestos de representantes del personal laboral permanece en manos de organizaciones afincadas en la izquierda, por lo que los sindicatos «patriotas» solo son un puñado de agitadores sobremediatizados.

Pero a partir de hoy, la Confederación tendrá que debatir varias mociones que proponen «rechazar cualquier cooperación con la AfD» o «dar a sus asociados medios para responder a la retórica de los grupos populistas». «La extrema derecha es, en esencia, antisindical» y estos grupos no tienen «nada de social», afirma Annelie Buntenbach, integrante de la dirección de la DGB.

Para Dörre, los sindicatos están siendo lentos en reaccionar porque «tienen miedo, si instauran fronteras claras con la derecha, de perder afiliados» seducidos por la AfD. Y lo hacen con el riesgo de obligar a huir, por sus posiciones demasiado flojas, a los trabajadores de izquierda o inmigrantes.

«No hablar de ello no ayuda», subraya el sociólogo, que preconiza el «diálogo franco» con los asalariados, pues «estos problemas se multiplican en la indiferencia».