Aritz INTXUSTA

ASÍ CONTÓ LA PRENSA NAVARRA EN DIRECTO LA REVOLUCIÓN RUSA

El historiador Josemi Gastón ha buceado entre los periódicos navarros de entre 1917 y 1923 para recopilar cómo contaron la Revolución Rusa. Aquellos artículos o soflamas de los opinadores de la época forjaron el pensamiento golpista de 1936.

Cuando la izquierda se pone a desandar por la Historia cae por lo general en el error de finalizar su camino en el año 1936, cuando falangistas y requetés enterraron los sueños de libertad en las cunetas. Solo unos pocos dominan bien lo que ocurrió durante la Segunda República. Y de 1931 para atrás, parece que se extiende aquella Nada de Michael Ende. Son precisamente esos años previos en los que se cuece la República el objeto de estudio del historiador Josemi Gastón. Su libro, “¡Vivan los comunes!” (Txalaparta, 2011), desgrana los enfrentamientos por la tierra entre comuneros y corraliceros desde finales del XIX hasta la entrada por la República que explican por qué había tantos ayuntamientos navarros gobernados por jornaleros cuando llegaron los matones del 19 de julio de 1936.

Gastón regresa ahora con una derivada sobre lo que ocurrió en ese tiempo ignoto en Nafarroa. «En 1936 no es donde empieza todo, sino que esa es la fecha en la que acaban las revoluciones», sostiene. En su nuevo trabajo analiza cómo se vivió en Nafarroa la Revolución Rusa. O más bien, cómo retransmitieron esos hechos los medios católicos de lo que se llamó «La Buena Prensa», que encabezaban “Diario de Navarra” y “Pensamiento Navarro”. En menor medida, pues su importancia era más pequeña, también se recogen escritos de “La Tradición”. A este nuevo libro lo ha bautizado, con una expresión de Lopezarra: “No estamos para bailes rusos”

La conjura contrarrevolucionaria que recoge el libro es fascinante. Discursos virulentos contra unas nuevas ideas que se tildan reiteradamente como «miasmas», con la intención de contagiar el miedo que tenía la élite propietaria a una población compuesta principalmente por labriegos.

Gastón ejerce de guía mudo enlazando citas de aquellos periódicos de bien, que irán medio informando de lo que sucede a la par que inventan enemigos y peligros hasta apelar a la violencia contra aquellos endemoniados comunistas. La costura entre cita y cita está ciertamente lograda y el libro proporciona además una útil lista de principales periodistas y opinadores que sentaron las bases de una ideología que después sustentará las matanzas tras del golpe de estado franquista. Obvio que entre ellos está Garcilaso, el director de “Diario de Navarra” que muñió el acuerdo de los carlistas con Mola. Pero aparecen muchos más, como Francisco López Sanz alias Lopezarra, que fue director de “El Pensamiento”, o el germanófilo murciano Peñaflor. Curas y sacerdotes también se encargarán de conformar esta «roca de fe» para defender a Nafarroa y su Tradición.

Más allá de revestir el libro de rigor y academicismo, la ventaja que tiene el haber construido el libro anudando citas es que permite ver la dialéctica que establecen las dos cabeceras principales de la derecha, que no piensan miméticamente salvo en lo esencial. Y el hecho de que se aprecien estas diferencias entre corrientes de derechas enriquece sin duda estos bailes rusos. El libro contiene hallazgos relevantes. Así, siempre se ha dicho que quien acuña el término de «Cruzada» para referirse al alzamiento era cosa del arzobispo de Iruñea y Tutera, Marcelino Olaechea. Sin embargo, el tomo recoge como en los discursos de la época el concepto de “cruzada” contra las miasmas soviéticas era moneda común. Y eso a pesar de que el libro de Gaston termina una década antes, pues su narración se corta en 1923, cuando llega la bota de Primo de Rivera.

Gastón sostiene que esta campaña de terror nació para aplacar un despertar socialista que en Nafarroa era minúsculo, bisoño y reformista. Los periodistas de esa Buena Prensa golpeaban cualquier atisbo de lucha contra la injusticia social etiquetándolo de comunistas, pese a ser mínimo. Ese miedo les era utilísimo. Así, los periódicos narraban la falsa llegada de «hordas comunistas al puerto de Barcelona para financiar con oro el socialismo», para inyectar músculo a una amenaza inexistente. Esa campaña de manipulación de una información que llegaba muy precariamente, permitió ataque sin piedad contra cualquiera que cuestionara el orden y contiene un sinfín de paralelismos. Así, mientras la trama discurre por acontecimientos de hace cien años, inevitablemente la mente viaja a las «fake news» de Trump, a Calunya o a Altsasu.

Para ver el tenor de las crónicas que recoge el libro, resulta ilustrativa la siguiente cita de “El Pensamiento Navarro” de 1920 no exenta de lirismo: «Las hordas bolcheviques, al igual que los bárbaros del Norte, tienen pendiente de su espada la vida del Universo».