Ane URKIRI ANSOLA
JORNADA SOBRE DESARROLLO TERRITORIAL EN DURANGALDEA

PAISAJES Y ALIMENTOS HACEN QUE UN TERRITORIO SEA «SMART»

LOS PAISAJES RURALES MUESTRAN CÓMO ES UN TERRITORIO. ES POR ELLO QUE LOS PONENTES DE LA JORNADA DE «OINAK LURREAN» DEFENDIERON SU APROVECHAMIENTO ANTE TANTA «ARTIFICIALIZACIÓN». EL DIAGNÓSTICO YA ESTÁ HECHO, POR LO QUE SOLO FALTA VOLUNTAD Y ACTITUDES POSITIVAS PARA CREAR UN PLAN DE ACCIÓN.

Curiosidad y voluntad son para Josep Montasell actitudes indispensables para impulsar un desarrollo adecuado en la agricultura. Fue muy crítico con la sociedad y las instituciones, porque opina que, si existe voluntad para construir y poner en marcha un plan específico, todo es posible. «Hay que ser positivos, los agricultores debemos ver el vaso siempre medio lleno», incidió el experto catalán, con una amplia trayectoria en sociedades agrícolas –fue técnico del Área de Territorio y Sostenibilidad-Ámbito de Espacios Naturales de la Diputación de Barcelona hasta el año 2017–.

«Simplemente voy a mostraros las reflexiones que he hecho yo», dijo en su introducción de la ponencia en la segunda edición de la jornada “Oinak Lurrean. Retos del desarrollo territorial en Durangaldea”. Explicó que ha llegado a detectar cuatro formas de actuar ante un espacio agrícola, que, según Montasell, se considera como tal porque es base territorial, es el primer eslabón, es un espacio económico, es paisaje –«siempre dinámico»– y, en muchos casos, es la propia imagen del municipio o territorio. «Se puede ir abandonando progresivamente o conservar minimizándolo. Ahora también están fomentando la ‘pagecindación’, el acaparamiento de tierras por parte de las industrias, pero la actuación más eficiente será preservar desarrollándolo». Y defendió la idea de que la utopía creativa es necesaria para el mantenimiento de la vida agrícola. «Hay que soñar, hay que ser atrevido», enfatizó. Según explicó, muchos alcaldes no saben detallar cuál es su sueño respecto a cambiar el pueblo, «y si no sabes cuál es tu sueño, irás arreglando los problemas pero no pondrás solución a la base».

Red de consonancia

Es por ello que diferenció tres tipos de personas o, dicho de otro modo, actitudes. Además, propuso hacer un ejercicio a los cerca de medio centenar de asistentes al coloquio: «Seguro que os sentís identificados con alguno de ellos o que tendréis cerca estas actitudes personales».

Existen saprofíticos, esos que ven imposible cada cambio pero que, en cuanto se da, intentan aprovecharlo. Hay también los simbióticos, aquellos que tienen el arte de hacer posible. «Y luego hay los neutros, que son los nefastos porque no hay una cosa peor que una persona neutra, porque ni siquiera hacen el intento de buscar soluciones y la mayoría pasan a la actitud saprofítica».

Las risas de los asistentes aclararon que Montasell estaba en lo cierto. Los oyentes se sintieron identificados y es que esas actitudes pueden ser encontradas en cada movimiento social. Y, como en cada reivindicación, hacen falta voluntades, empezando por el apoyo del propio campesinado, incluso mediante la militancia, pero siempre encontrando una consonancia con la voluntad política y la colaboración del funcionariado, «que siempre tira a ser neutral».

En esa red de consonancia el consumidor entra a jugar el papel más trascendental. Todos los ponentes, tanto Montasell, como Leire Milikua y Sergio Gallego después, e Imanol Esnaola, de Gaindegia, por último, incidieron en la importancia de la complicidad ciudadana. «Hay que encontrar acuerdos entre los distintos actores de la sociedad para conformar una comunidad sana que coma productos locales, cercanos, de productores de confianza. Es otra forma de construir la cultura del país», argumentó Esnaola, que también criticó a la Administración por no detallar un plan de acción: «Aún estamos en la plaza de voluntades, que está bien, pero hay que avanzar».

Para muestra de la involución del aprovechamiento efectivo del territorio rural, Leire Milikua y Sergio Gallego –arquitecta y ambientólogo– mostraron algunas gráficas de Durangaldea en las que ningún pueblo se libraba del crecimiento de los bosques y de las zonas artificializadas de los últimos años. Es el caso de Zaldibar, en el que destacaban la AP-8, el vertedero o el embalse, empequeñeciendo la zona rural en 53 años.

Inteligencia

Esos cambios nos llevan a preguntarnos en qué dirección vamos. Porque, tal y como explicó rápidamente Montasell, las instituciones están apoyando la «agroeutanasia». «No es ninguna broma», advirtió. Puede ser pasivamente, es decir, dejar que se abandone el territorio, o puede ser activamente, mediante indemnizaciones o con subvenciones que no sacian las necesidades del campesino y «que encima sirven para endeudar». «En Francia existe una epidemia de suicidios de agricultores», añadió.

En esa coyuntura, Esnaola, con datos de Gaindegia, aportó la realidad de Hego Euskal Herria en los últimos veinte años: «Se han artificializado 4.000 hectáreas; el 50% para construir casas, el 37% es superficie industrial y el resto se ha utilizado para distintos equipamientos»

Así pues, Milikua y Esnaola recuperaron el concepto “smart”. «El espacio agrario sirve para hacer más inteligentes a las ciudades», argumentó Montasell, a lo que Milikua añadió que «hay que conocer las capacidades de cada territorio». Esnaola, por su parte, fue contundente: «Las smart cities nunca serán inteligentes sin la agricultura».