Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Jurassic World: El reino caído»

Un dinosaurio viene a verme

Bayona ha superado con nota su estreno a lo grande en Hollywood, manejando un presupuesto de 170 millones de dólares al que no cabe duda de que va a sacar la máxima rentabilidad comercial, a juzgar por las primeras extraordinarias cifras que “El reino caído” está haciendo en taquilla. El cineasta catalán ha conseguido además eludir el férreo control que los estudios ejercen sobre los realizadores importados, demostrando una personalidad creativa muy pocas veces vista dentro de la industria del blockbuster, sin olvidar que la máxima prioridad es siempre la relacionada con el puro entretenimiento. Acierta a conciliar la diversión con el mensaje, y en lo concerniente a los mecanismos de la saga se las arregla para mantenerse fiel al espíritu originario de Michael Crichton y Steven Spielberg, a la vez que a sí mismo.

La primera parte, que es la continuista y de peaje obligado en toda franquicia, la resuelve mediante un sentido de la espectacularidad pasmoso, con esos toques emotivos que hacen tan querido al cine fantástico clásico. No falta la jugosa ración de homenaje al Godzilla japonés, con la escena que cierra el episodio introductorio dedicado a isla Nublar, presidida por la imagen terminal del majestuoso dinosaurio que desaparece ante los ojos humanos de la mala conciencia envuelto en una nube de caos y destrucción naturales.

La segunda parte, sorprendente y arriesgada, es a “Jurassic” lo que “El prisionero de Azkaban” (2004) del mexicano Alfonso Cuarón fue a “Harry Potter”, al establecer un hito distintivo y autoral. Toda la desatada acción de la película es desviada hacia la siniestra mansión del millonario Benjamin Locwood (James Cromwell), donde la narración gira hacia el terror gótico de una forma autoreferencial culminada por la escena en que ese cruce genético llamado Indoraptor visita a la pequeña nieta del magnate en su habitación.