Mikel INSAUSTI
EL REPOSTERO DE BERLÍN

Una tarta de confraternización entre Alemania e Israel

No creo que el estreno de “El repostero de Berlín” vaya a poder desvíar la atención sobre el uso político que el gobierno de Netanyahu está haciendo de la ciudad de Jerusalén, con los consiguientes conflictos internacionales que tal actitud provocadora viene generando, pero su discurso es básicamente conciliador en referencia a la deuda histórica contraida por Alemania con el pueblo judío. Así que la ópera prima con tintes autobiográficos de Ofir Raul Graizer pretende una especie de confraternización de conciencias a través de la vía de la aceptación de la diversidad sexual, y con el toque dulce que aporta la pastelería artesanal.

Thomas es un repostero berlinés que tiene un cliente israelí de paso con el que inicia una relación sentimental, hasta que conoce la noticia de su fallecimiento en accidente. Deseoso de descubrir el mundo del que procede ese casi desconocido del que se había enamorado, se desplaza a Jerusalén y encuentra trabajo en la cafetería que regenta su viuda. Aunque va naciendo una intimidad entre ambos, el problema de las diferencias culturales se interpone, cuando el cuñado de ella empieza a recriminarle haber contratado a un empleado que no respeta y cumple con los preceptos de la comida “kosher”.

La película ha funcionado muy bien en los festivales internacionales que siempre buscan temáticas que toquen las relaciones entre personas de distintos países, con lo que les une y lo que les separa. En Karlovy Vary “El repostero de Berlín” obtuvo el Premio Especial del Jurado.