Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ

RECEP TAYYIP ERDOGAN, ANTE SU SUEñO DE LA «NUEVA TURQUÍA»

Las ansias del presidente por eternizarse en el poder a través de un sistema político tienen hoy una cita con las urnas para ratificar el proyecto del islamista AKP. La votación, tan igualada como el pasado referéndum, se celebra bajo un ambiente represivo.

M ás de 59 millones de anatolios están llamados hoy a las urnas en unas cruciales elecciones anticipadas al Parlamento y a la Presidencia de Turquía. Es el sexto plebiscito desde 2014 y la última oportunidad para que la oposición, unida pese a sus diferencias ideológicas, evite que Recep Tayyip Erdogan cumpla su sueño de afianzarse en el poder hasta 2023, centenario de la República y en la que comenzaría su proyecto de la «Nueva Turquía», un reflejo de la consolidación pública de esa generación piadosa que durante décadas fue relegada a un segundo plano social por el antiguo orden kemalista.

Las encuestas vaticinan una igualdad máxima que podría terminar con el AKP perdiendo la mayoría en el Parlamento y Erdogan enfrentándose en la segunda ronda de la carrera presidencial a un candidato del bloque opositor. Las últimas decisiones del presidente, siempre buscando rédito electoral, sugieren que no le sobran muchos votos para evitar este escenario. En abril aseguró verse obligado a anticipar más de un año los comicios porque el sistema presidencialista, aprobado en referéndum en 2017, tenía que implementarse con celeridad para afrontar los peligros regionales que amenazan la integridad territorial de Turquía, cuando la verdadera razón era la delicada situación económica. Ahora, certificando su apuesta nacionalista y la necesidad de más votos, amenaza con una operación a gran escala contra la guerrilla del PKK en Qandil.

Señales de esperanza para una oposición que se enfrenta a su propia heterogeneidad y a un excepcional estratega que, durante la campaña, ha aludido al desarrollo en infraestructuras experimentado en Anatolia bajo su mandato y engordado el sufrimiento que los piadosos vivieron bajo el orden kemalista. El presidente capitaliza así sus éxitos pasados y azuza los temores de una sociedad históricamente polarizada que, pese al desgaste de 16 años en el poder, le apoyará en casi un 50%, un logro enterrado bajo el autoritarismo que comenzó a crecer en 2013.

La votación, precedida de una campaña electoral injusta en la que la oposición ha sido hostigada en la calle y el AKP ha hecho uso interesado del espacio público, se celebra bajo el estado emergencia en vigor desde la fallida asonada de julio de 2016. En estos dos años más de 100.000 funcionarios han sido despedidos y 50.000 personas han sido arrestadas por tener lazos con el clérigo Fethullah Gülen, exaliado de Erdogan acusado de dirigir a los golpistas. Además, como esperaban los escépticos, otras voces críticas con el Gobierno han seguido el mismo camino, entre ellas la del presidente honorario de Amnistía Internacional en Turquía.

Bajo esta atmósfera, en la que apenas quedan medios independientes para relatar las injusticias descritas por las organizaciones de derechos humanos, los anatolios deciden entre implementar definitivamente el sistema presidencialista, que convertirá al presidente en el jefe de Estado y de Gobierno y eliminará la figura del primer ministro, o, como propone la oposición, cambiarlo por otro sistema que no entregue el poder a un solo hombre. Para alcanzar rápidamente esa meta, uno de los bloques tendría que conseguir la mayoría en ambos comicios. De lo contrario, podría comenzar un periodo de inestabilidad o, tal vez, de inesperado pragmatismo político. «Podríamos buscar una coalición», aunque la probabilidad «es muy pequeña», reconoció Erdogan ante la posibilidad de perder la mayoría en el Parlamento, algo que ocurriría si el prokurdo HDP supera el corte electoral del 10%.

Presidencia

La principal fuerza opositora es la alianza formada por el kemalista CHP, el panturco IYI y el islamista SP. Su coalición es efectiva en el Parlamento, ya que el corte electoral del 10% no se aplica a los partidos sino a la alianza. En la carrera presidencial, en cambio, sus candidatos van por separado. El vencedor, que contará con el apoyo del HDP, excluido del pacto opositor y que presenta como candidato al encarcelado Selahattin Demirtas, disputaría la hipotética segunda ronda contra Erdogan. A la cabeza, con un 28%, el claro favorito es el kemalista Muharrem Ince, quien ha contestado el rol dominante del presidente durante la campaña. Sin embargo, como dicen algunas encuestas, Erdogan podría vencer en la primera ronda si el panturco MHP, su aliado junto al BBP, mantiene buena parte del 11,9% de apoyo obtenido en noviembre de 2015 ante el empuje de Meral Aksener, quien dirige la escisión panturca IYI.

En una sociedad polarizada entre quienes aman y odian al presidente, la coalición islamo-nacionalista dirigida por el AKP brega por llegar al 50%, cuando hace tres años sumaba más del 60% del respaldo. Esta erosión ha ido en sentido opuesto al poder real de Erdogan, que controla las parcelas vitales del país. Por eso, aunque se dé una carambola que provoque que hoy pierda la mayoría en el Parlamento y el próximo 8 de julio lo haga también en la hipotética segunda ronda presidencial, su influencia seguirá condicionado cada decisión de Turquía.