Beñat Zaldua

El euro, un debate en marcha en Portugal

La crudeza de la crisis en Portugal ha llevado a la izquierda lusa a un interesante debate sobre el euro. Una discusión realista que parte de un consenso innegable: el euro no fue un buen negocio

La noche del 12 de junio, víspera de Santo António, Lisboa huele a sardina a la parrilla. Alex asegura que es un buen día para trabajar, aunque se acuerde de la virgen de Fátima cada vez que le toca meterse con su taxi en el colapsado centro de la ciudad. Vivió dos años en Londres, pero asegura no hay mejor lugar para vivir que Portugal. «Yo aquí siempre he pesado 60-70 kilos, pero de allí volví en 90, y te aseguro que no comía más, aquello de allá no es comida». Cada vez que un atasco le obliga a frenar exclama «fuck!» y se queja de que la sardina sube de precio en cada Santo António: «Es culpa del euro, que lo hace todo más caro, y de Europa, que no nos deja pescar».

Dicen que Portugal, por aquello de vivir de espaldas a los españoles, ha generado durante siglos una mentalidad insular, pero lo cierto es que unos pocos días siguiendo la actualidad lusa bastan para observar que buena parte de los debates políticos se encuadran en su dimensión continental con mucha mayor facilidad de lo que lo hacen, sin ir más lejos, en Euskal Herria. No nos fustiguemos ahora, es normal que así sea, dado que los portugueses han sufrido mucho más directa y crudamente la crisis económica.

Esta realidad se plasma en debates políticos estimulantes y propuestas más o menos concretas que conviene no perder de vista, en especial en lo que a la moneda común se refiere. Con lo ocurrido en Grecia en mente –léase, sin ir más lejos, la entrevista contigua a Francisco Louça–, el debate sobre el euro en el seno de la izquierda se da en términos muy realistas. Por ejemplo, nadie defiende una ruptura unilateral, y hasta el PCP, según explica el diputado António Filipe, se sitúa en las antípodas de los postulados de los comunistas griegos, defendiendo una salida acordada con los países de la eurozona.

El punto de partida goza de un consenso transversal que va más allá de los partidos de izquierda: el euro ha sido un mal negocio para Portugal y, en general, para todo el sur de Europa. A partir de ahí, nadie se llama a engaño: salir de la moneda común, incluso por medio de un acuerdo, será algo traumático. El problema de los griegos, asegura Louça, es que no tenían un plan B hecho y derecho, y eso llevó a Tsipras a acabar capitulando. Conscientes de ello, tanto el PCP como el Bloco trabajan en ello, aunque economistas como José Caldas –pasó por estas páginas el domingo– consideran que las propuestas concretas están muy verdes todavía.

Es posible que así sea y, desde luego, tampoco sabemos si llegará el momento en el que se pueda llevar a cabo esta propuesta de salida del euro –que no de la UE–, pues de momento, la formación mayoritaria en el centro izquierda sigue siendo un Partido Socialista en el cual solo unas tímidas voces de segundo nivel se han abierto de momento a la discusión. Pero en la esfera de las ideas, y no es cuestión menor viendo a los países vecinos, el debate está vivo, y se construye sobre unas bases bien reconocibles y perfectamente exportables: sin la soberanía para decidir –en este caso la política monetaria–, no es posible una democracia creíble.