Agustín GOIKOETXEA
OBITUARIO

Un firme defensor de «caminos más humanos» hacia la paz

Muchas de las reacciones públicas a la desaparición física de quien fue obispo de Donostia durante 21 años son fiel reflejo del camino que queda por recorrer para alcanzar la paz y la reconciliación. Pocos personajes públicos han sufrido una persecución tan brutal por reclamar algo que en el actual escenario nadie pone en duda en Euskal Herria, que cada persona fuera capaz de entender la posición del otro y se hiciesen «esfuerzos orientados a buscar otros caminos más humanos de pacificación». En febrero de 1994, por ejemplo, manifestó: «Queremos hacer una revisión de nuestras actitudes, ante la paz no podernos contentarnos con decir que la culpa de la paz la tienen solo los otros».

Un estrecho colaborador del finado, Xabier Andonegi, actual vicario de Pastoral Social y de Misiones, le definió como «un hombre que creía que había que aplicar los derechos humanos tanto a la política como a la economía y a la sociedad en general y que la Iglesia no tenía que quedarse en dar misas, ni mucho menos».

En los primeros compases de la batalla por el relato que se ha desatado tras la desaparición de ETA, a quienes pretenden imponer el suyo vestido de apuntes historiográficos les incomodará recordar que el obispo emérito siempre defendió la naturaleza política del conflicto. Ahí su apuesta, muchas veces no comprendida, de abrir caminos de diálogo y entendimiento. Por ello, mostró su disposición a que la Iglesia vasca mediara entre el Gobierno español y ETA. Hasta poco antes de su renuncia canónica, afirmó que la paz tenía un precio y que el acuerdo al que se debía llegar era «qué precio se está dispuesto a pagar».

En medio de la crudeza de las acciones violentas y siendo blanco de las críticas de los sectores más reaccionarios, sostuvo que «las víctimas no debían ser utilizadas políticamente», afirmando en 2007 que estaban siendo manipuladas. «El juicio que llegue a hacerse sobre mi persona, no lo harán las víctimas. Afortunadamente. ¡Han dicho tantas cosas de mí! Nunca me he negado a recibirlas y no sé a qué responde esa acusación de frialdad que me atribuyen. Quizás –apuntó en una entrevista concedida entonces a ‘‘El País’’– no han encontrado en mí la colaboración que pretendían para ponerla al servicio de los objetivos que buscaban».

Un repaso fugaz por la hemeroteca sirve para constatar la imagen distorsionada que desde la caverna mediática y la ultraderecha se ha tratado de transmitir hasta ayer mismo, día de su muerte tras sufrir el domingo un ictus. El hernaniarra condenó las acciones de ETA pero también las del GAL, la tortura, las acciones de las FSE y la dispersión carcelaria «El sagrado derecho a la vida debe ser respetado por todos, también por la autoridad y los agentes del orden público», defendió en 1982 como la referida a prácticas policiales de 1991: «El principio de la eficacia llevado a estos extremos (tortura, eliminación de vidas) arrastra consigo el germen de la desintegración del orden político-social, hasta el punto de justificar aquello mismo que se trataría de eliminar».

Setien no solo buscó con ahínco el fin de conflicto armado y la resolución de sus consecuencias, también fue quien implantó Proyecto Hombre en Gipuzkoa para recuperar a la juventud caída en las redes de la droga. También se volcó en el impulso de iniciativas diocesanas para ayudar a los sectores más desfavorecidos para garantizar su dignidad como personas.

Nadie duda de su perfil. «Se ha ido un referente ético e intelectual de primer orden», destacó el diputado general Markel Olano. El alcalde de Donostia, Eneko Goia, puso también en valor su «profundo pensamiento» mientras el lehendakari, Iñigo Urkullu, dijo que «sembró la convivencia entre nosotros y seguiremos cuidando y fortaleciendo esa semilla». La portavoz parlamentaria de EH Bildu, Maddalen Iriarte, destacó la apuesta de José María Setien «por el diálogo y la paz».