D.G.

CAMILA O LA BELLEZA DE LAS COSAS PEQUEñAS

LA GUITARRISTA AFINCADA EN NUEVA YORK DESPLIEGA TODO EL ENCANTO DE SU PERSONAL VERSIÓN DEL JAZZ Y CAUTIVA CON UN CUARTETO SÓLIDO Y LLENO DE MUSICALIDAD. UNA PROPUESTA QUE NO ENTIENDE DE IDIOMAS, FRONTERAS O ESTILOS, BEBE DEL POP Y EL FOLK LATINO Y HACE DE LA SENCILLEZ VIRTUD.

«Tengo este pequeño espacio que llenar», decía Tom Petty en “You don’t know how it feels”. Camila Meza es una cantante-y-guitarrista-chilena, no importa el orden de los factores, pero el modo en que esos ingredientes se mezclan en armonía es lo que hace de ella una artista con personalidad propia, capaz de llenar ese pequeño espacio con algo tan sencillo y menudo como valioso.

Tiene una voz muy bonita sin ser una gran vocalista, toca realmente bien aunque no sea una virtuosa, y sus raíces latinoamericanas añaden un poso distintivo a su concepto del jazz actual. Sus letras también cuentan historias tan cercanas y universales que cualquiera puede verse incluido en ellas, favoreciendo el hechizo de la comunicación inmediata. Camila sonríe y el público sonríe, Camila danza y su cuarteto despega.

Al piano pudimos gozar de Shai Maestro, que nos había asombrado en los proyectos del contrabajista Avishai Cohen siendo aún jovencísimo, y al que hemos seguido la pista con mucho interés en discos como “The road to Itaca” o “Song without words”.

Aunque entonces ya era un improvisador exquisito y lleno de musicalidad no ha dejado de crecer, generoso en los apoyos y los acentos, libérrimo para volar en solitario pero dispuesto a entregar únicamente lo que la música demanda en cada momento. Una gozada. Noam Wiesenberg (contrabajo) y Arthur Hnatek (batería) completan una plantilla perfecta para esta propuesta, que cede tanto protagonismo a la improvisación como al lirismo.

Camila Meza es capaz de digitar con elocuencia si la conversación invita a ello. Sin problema, es una estupenda solista y su guitarra de caja tiene un timbre igual de cálido que su garganta, aprendido en los discos de Wes Montgomery, Pat Metheny o George Benson. Pero, al igual que Maestro, gestiona los espacios con buen sentido y sabe perfectamente cuándo hablar, callar, dar y amagar. Ceder y reclamar espacios. Y, a pesar de la aparente modestia de sus objetivos, tiene una idea tan clara de quién es y qué desea contar, que da igual si cita composiciones de Freddie Hubbard, Victor Jara o temas propios de su última grabación, como los preciosos “Mar elástico”, “Emerald”, o ese “Traces” fruto de un corazón roto y recompuesto. ¿Qué importa si terminamos llamando a esto jazz, pop o folclore latinoamericano? Es una cuestión de sinceridad.