D.G.

DEL FRÍO DE LOS FIORDOS AL CALOR DEL CLUB

SEAMUS BLAKE Y EL CUARTETO BRIDGES CONVENCIERON EN EL TEATRO PRINCIPAL A LOS GOURMETS DEL MEJOR JAZZ EUROPEO CON UNO DE LOS CONCIERTOS MÁS INTERESANTES DEL FESTIVAL. EL SAXOFONISTA, EN UNO DE LOS MEJORES MOMENTOS DE SU CARRERA, CONTAGIÓ A LOS NORUEGOS DE SU ENERGÍA HABITUAL.

Apenas ha estado un par de días en la ciudad, pero el saxofonista Seamus Blake ha sido uno de los nombres propios de la semana y tal vez el mejor animador de esas jam-sessions que tanto sabor aportan al festival. Allí se recrea el espíritu genuino de los clubes de jazz y tienen lugar encuentros inesperados entre músicos de procedencia muy diversa.

Anoche Perico Sambeat y el canadiense nos dejaron duetos que fueron gloria bendita, ante el regocijo de colegas como Marc Miralta, el director Iker Sánchez o el mirandés Rubén Salvador. Liberados del rigor del programa oficial los músicos improvisan por simple placer ante un público ruidoso y entusiasta. Por cierto, nada que objetar al explosivo trío residente de Mark Whitfield, Ben Allison y Billy Drummond, pero, para años venideros, tener un piano en el set multiplicaría las posibilidades de que la fiesta cobre aún mayor vivacidad.

Seamus Blake es el invitado que se presenta de improviso y caldea la temperatura del lugar. El color de su fraseo, el modo como construye escalonádamente sus solos y, sobre todo, la maestría con que gradúa el volumen y la intensidad de su discurso hacen de él un colaborador muy solicitado; ya sea en el reparto habitual de la Mingus Big Band, o en fabulosas grabaciones lideradas por Chris Cheek o Dave Allen para Fresh Sound New Talent. Pero si se desea rastrear lo mejor de él, conviene escuchar su disco “Stranger things have happened” –cuidado, con Kurt Rosenwinkel, Jorge Rossy y Larry Grenadier– o “Mosh for lovers” de los seminales Bloomdaddies, que en los albores del nuevo milenio precedieron a “The bad plus” en la colisión entre las estéticas del jazz y el rock independiente.

Blake también protagonizó la sobremesa en el Teatro Principal. El cuarteto noruego Bridges lo componen cuatro músicos muy aplicados, pero a quienes cuesta imaginar llevando la iniciativa en una fiesta a punto de desmadrarse. Al igual que en el hall del hotel, es Seamus Blake quien llega para sabotear al ponche e inspirar al grupo a ser chicos malos. Él prendió la mecha de un concierto que fue de menos a más, de la quietud monocroma de un paisaje naturalista a la explosión de pigmentos y la expresividad de una pintura abstracta. La alianza ya ha dado como fruto un disco muy recomendable y todo apunta a que el siguiente –previsto para el próximo setiembre– pueda terminar de concretar todo lo bueno que ofrecen en directo.