M.C.

Cantar a Monteverdi, pero sobre todo contarlo

La soprano navarra Raquel Andueza lleva actuando en el Ciclo de música antigua de la Quincena Musical desde hace al menos quince años, al principio como integrante del grupo vocal La colombina y en sus últimas visitas, en 2012 y 2015, ya como solista junto a su grupo La Galanía. Es decir, su trabajo es más que conocido por el público donostiarra y, visto el lleno del jueves en Santa Teresa, también muy apreciado. Esta vez se presentaba tras una pausa de varios meses en su actividad, debido a una seria afección vocal de la que pareció estar plenamente recuperada, al margen de cierta sensación de prudencia que pareció transmitir en algunos pasajes agudos. Su voz, inconfundible por su timbre de enorme blancura y pureza, sigue siendo un instrumento idóneo para el repertorio del Barroco temprano, muy especialmente el del Seicento italiano, que fue el repertorio que defendió en esta ocasión.   

Claudio Monteverdi es uno de los compositores predilectos de Andueza y su música vertebró el programa, con madrigales como “Perché se m’odiavi”, “Vogio di vita uscir”, “Si dolce è’l tormento” o el aria “Oblivion soave” de “La coronación de Popea”. Monteverdi era el gran maestro de su época en la subordinación de la música a la poesía, y Andueza eligió con sabiduría al poner por delante la comunicación de las letras y la expresión de los sentimientos al lucimiento de las cualidades musicales de las piezas, que también son muchas. Podría decirse que se dedicó a “contar” más que a “cantar”, pero su acercamiento supo extraer lo mejor de las piezas de Monteverdi y de otros contemporáneos como Cavalli, Anglesi o Ferrari. Los arreglos y las prácticas con que fue acompañada por Pablo Prieto al violín, Manuel Vilas al arpa y Jesús Fernández Baena a la tiorba, quizá fueron un tanto subjetivas a veces, pero en todo caso también muy coherentes con la propuesta estética del grupo.