Mikel CHAMIZO
DONOSTIA

Un homenaje a Couperin a través de sus conciertos para el Rey Sol

El Ciclo de Música Antigua de la Quincena Musical llegó a su conclusión el viernes con un homenaje a François Couperin en el 350 aniversario de su nacimiento. Uno de los grandes representantes del Barroco francés y activo en muchos géneros, Couperin revolucionó especialmente la escritura para teclados con sus “Libros para clavecín”, aún hoy sorprendentemente modernos. Ya se pudieron escuchar algunas de estas piezas en el recital que ofreció Alexandre Tharaud el pasado lunes, pero en Santa Teresa se quiso ahondar en otro apartado de su catálogo, menos conocido: los cuatro “Conciertos reales” que escribió en 1722 para la corte de Luis XIV. Diseñados para ser interpretados en privado en los aposentos regios, cada uno de estos conciertos de pequeño formato está compuesto por un preludio seguido de una sucesión de danzas: allemandes, sarabandas, courantes, gavotas, gigas, rigodones e incluso musetas de un carácter casi folclórico. Con esta colección de piezas para el Rey Sol, Couperin tuvo que mostrar toda su maestría en muchas formas diferentes, y por eso resultan tan fascinante escucharlas en su conjunto.

La Quincena dejó este homenaje en manos de Ímpetus, un conjunto madrileño que nació en 2006 por iniciativa del clavecinista Yago Mahúgo con el fin de dar difusión a la música de la época barroca y clásica siguiendo criterios historicistas. Mahúgo se rodeó en Donostia de un grupo de excelentes músicos, como la impecable flautista Lobke Sprenkeling o el expresivo violinista Daniel Pinteño. No obstante, el conjunto mostró algunas dificultades para funcionar correctamente: entradas un tanto caóticas, desafinaciones, armónicos en las cuerdas, falta de fluidez en las danzas lentas...

Aunque la calidad de las interpretaciones, en general, fue notable, la impresión quedó un tanto empañada por el exceso de pequeños errores. Afortunadamente, hacia el final del recital el grupo pareció ir acomodándose a la humedad de Santa Teresa, causante de este tipo de problemas, y lograron sacar brillo al luminoso “Concierto en mi” de Couperin, con momentos excelentes como la “Courante française” o la trepidante forlana que lo corona.