Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El viaje de Nisha

Una ruta hacia el horror

La directora noruega de origen paquistaní Iram Haq no ha querido ahorrar sutilezas a la hora de plasmar en la gran pantalla su propia odisea vital y emocional.

Un viaje al corazón de las tinieblas en el que Haq parece que nunca encontró atisbo alguno de luminosidad, al menos eso queda patente en buena parte de un metraje en el que todo circula del blanco al negro y sin cabida alguna para los tonos neutros. A través de “El viaje de Nisha” la autora expone las dolorosas consecuencias de una cultura ultraconservadora que mostrará su aspecto más inquietante en cuanto la protagonista, una adolescente noruega cuya familia proviene de Pakistán, sea señalada por un padre que en cuanto cruza el umbral de su casa se revela como un ciudadano que refleja a la perfección la integración en el mundo occidental. De puertas hacia adentro todo transcurre por otros parámetros, los dictados por un modelo en el que lo viejo siempre tiende a devorar a lo nuevo. El detonante para que estos dos mundos choquen frontalmente se escenifica en una cama y tiene como protagonistas a la adolescente y a su compañero sentimental. La mecha se encarga de prenderla un padre que determinará un futuro nada esperanzador para Nisha y que se concreta en un viaje que la joven debe emprender a un enclave ubicado a trescientos kilómetros de Islamabab. De esta forma, lo que para muchos puede considerado como un castigo, para el padre todo se resume en un intento desesperado para que hija no olvide sus raíces culturales.

Narrativamente implacable, a lo largo de esta historia se suceden secuencias de gran impacto, lo cual puede provocar en ocasiones una sensación de exceso que puede resultar difícil de digerir ya que apenas topamos con algo que alimente la esperanza.

Es en su recta final cuando  topamos con un giro que, curiosamente, trastoca las intenciones originales.