Iker BIZKARGUENAGA
Bilbo

DEL RECONOCIMIENTO LEGAL A LA PENA DE MUERTE, UN MUNDO

La prostitución se practica en todo el planeta, pero mientras en algunos lugares puede acarrear cárcel o muerte, en otros, quienes se prostituyen cuentan con ciertas garantías legales. Sobre este asunto hay tantas normas como países y tres puntos de vista divergentes.

En 1949 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación sexual, texto donde se afirma que «la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas para fines de prostitución, son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona». Casi siete décadas después son 82 los países que ya han suscrito ese convenio, sin embargo, la prostitución existe, como existen quienes la ejercen, quienes la contratan y quienes se lucran con ella. Es una realidad insoslayable que se está afrontando de muy diversas maneras.

A grandes rasgos puede decirse que hay tres grandes corrientes a la hora de acercarse a la prostitución: el prohibicionismo, el regulacionismo y el abolicionismo, cada una con sus defensores y detractores, y con un sinfín de matices al llevarlas a la práctica.

La primera opción pasa por perseguir la prostitución en todos sus aspectos, de modo que tanto las prostitutas como sus clientes son considerados criminales. Por contra, el regulacionismo pretende dar rango de legitimidad a esta actividad, por considerar que, aun no siendo deseable, la prohibición no logra que la prostitución desaparezca sino que empuja a quienes la practican a un estado de precariedad y desamparo. Holanda y más tarde Alemania (desde 2002) han optado por esa vía, que busca facilitar a quienes se prostituyen derechos laborales y cobertura social. En el país germano, la prostitución es un negocio regulado que factura unos 16.000 millones de euros anuales. Hace dos años se aprobó una ley que fija penas de prisión de tres meses a cinco años para quienes mantengan relaciones sexuales con prostitutas que no ejercen libremente esa labor.

En ese país se han creado legalmente asociaciones de trabajadoras y trabajadores del sexo, igual que en otros lugares donde, con sus particularidades, se ha apostado por la regulación, como Argentina, donde existe una Asociación de Mujeres Meretrices. En algunos foros a estos grupos se les acusa de proporcionar un discurso ideológico favorable a la trata de personas y el proxenetismo.

En el tercer vértice, el abolicionismo considera la prostitución una forma de violencia contra la mujer que debe ser erradicada. La prostituta no es vista aquí como criminal, sino como una víctima de la explotación, mientras clientes y proxenetas sí son considerados explotadores. Es un modelo vigente en países del norte de Europa, como Suecia, Noruega e Islandia, donde se ilegaliza comprar servicios sexuales, pero no venderlos.

Multa, cárcel o muerte

Lo cierto es que, a nivel global, son muchos los países donde la prostitución es ilegal, con penas que pueden ir desde una infracción administrativa o multa hasta la cárcel o incluso la pena muerte, un castigo extremo que sin estar contemplado en un código penal sí se aplica extraoficialmente. En otros puntos, la prostitución se rige por una cierta alegalidad, donde la práctica se tolera pero el proxenetismo se persigue penalmente.

Pese a ello, en general hay un doble rasero a la hora se sancionar la prostitución, pues es más común castigar a quien la ejerce que a sus clientes, salvo por ejemplo en los antes citados países escandinavos. En la página de Wikipedia dedicado a la prostitución hay un apartado donde se detalla el marco legal de la mayoría de los países, tanto respecto a las prostitutas como a los clientes y proxenetas.