Jesús Valencia
Internacionalista
KOLABORAZIOA

En Rabat suenan las alarmas

El joven monarca se prometía un reinado feliz. Mohamed VI concita el fervor de parte de sus súbditos y los que no lo hacen por convicción, tienen que hacerlo por obligación; la feminista Lachgar, el líder rifeño Nasser Zefzafi, el periodista Mohamed Bambari y muchos otros opositores al régimen marroquí saben muy bien cómo se las gasta su autoritario rey. Pese a ello, por sus lujosos palacios desfilan otros monarcas de parecida realeza y otros magnates de parecida riqueza. Hasta las potencias mundiales se ven obligadas a galantear a este astuto gobernante que hace valer sus ventajas. Una serie de circunstancias han convertido a Marruecos en pista de aterrizaje de la OTAN, plaza de abastos de Europa y represa que contiene la emigración africana.

Pese a todo, una pertinaz pesadilla altera los sueños del aclamado monarca: el irreductible pueblo saharaui. Sus mil empeños por incorporar a estas gentes al Reino alauita no han servido de nada. En las escuelas es obligatorio el canto del himno marroquí; en los colegios se imparte la cultura y la historia de los ocupantes sazonada con permanentes desprecios por parte de un profesorado colonial; el control de la juventud nativa es continuo y su represión, severa. Los activistas saharauis soportan la descalificación permanente por parte de una prensa domesticada; iniciativas pacíficas como la del campamento Gdeim Izik dieron lugar a juicios farsa y a condenas desorbitadas; hasta los soldados marroquíes son encarcelados si expresan la más sutil simpatía para con el pueblo ocupado. A despecho del monarca y de su corte, el pueblo saharaui reafirma su identidad, reivindica derechos nacionales y sus representantes legítimos –el Frente Polisario– se mueven con habilidad en las instancias internacionales. No han conseguido todavía materializar el prometido referéndum de autodeterminación pero sí han provocado grietas en los muros del régimen y contradicciones en la opinión mundial.

El Acuerdo de Asociación de 1996, el de Pesca del 2006 y el de liberalización en materia de productos agrícolas del 2012, firmados por la UE y Marruecos sufrieron un severo varapalo. En diciembre de 2016, el Tribunal Superior de Justicia de la UE (TJUE) dictaminó que tales acuerdos no son de aplicación en el Sahara Occidental por tratarse de un territorio que no pertenece a Marruecos. El dictamen, por suerte, no fue a parar al cajón de los olvidos; en enero de este año, el abogado general del TJUE dio otro tirón de orejas a la UE por «no reconocer la situación ilegal resultante de la vulneración por parte de Marruecos del derecho a la libre determinación del pueblo saharaui».

El dictamen del TJUE ha tenido bastante más impacto que el que suelen tener otras declaraciones institucionales. El 1 de mayo de 2017 sonaron todas las alarmas en la corte de Rabat, el buque NM Cherry Blossom realizó en Sudáfrica una parada de abastecimiento en su recorrido hacia Nueva Zelanda; una vez atracado, fue detenido por las autoridades de Port Elizabeth. El carguero tenía en regla todos los permisos de navegación pero se suscitó un problema adicional: la carga. Transportaba 55.000 toneladas de roca fosfórica; procedían del Sahara Occidental ocupado pero habían sido vendidas por Marruecos. Sudáfrica consideró que el tema debiera de ser juzgado por el Tribunal Superior de Justicia de dicho país. Cuando Marruecos conoció aquella decisión, demostró tener más temores que argumentos; retiró su demanda dando por perdidos los cinco millones de dólares que suponía el valor de la carga.

El affaire del NM Cherry Blossom mermó las exportaciones de fosfato pero no ha resuelto el conflicto. La actual revisión de los acuerdos sobre agricultura ha vuelto a evidenciar las contradicciones que corroen a la UE: el Consejo la Unión, ignorando el referido dictamen, pretende negociar con Marruecos productos saharauis. «Es incoherente –dice el eurodiputado Marcellesi– reconocer que Marruecos no tiene soberanía sobre el Sahara Occidental y, al mismo tiempo, concederle autoridad sobre dicho territorio». Las espadas siguen en alto. El Frente Polisario ha vuelto a la pelea en los ámbitos diplomáticos y las mujeres saharauis –pese al hostigamiento policial– hacen otro tanto en las calles de Al Aaiún. Su lucha, aunque enfurece al rey alauita, ha merecido la pena. Hace unas pocas semanas, el TJUE ha vuelto a ratificar el dictamen que ya ha creado doctrina: «Los acuerdos comerciales con Marruecos no tienen vigencia en el Sahara Occidental».