Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Book Club»

Para hablar de sexo hay que llegar a la vejez

Cuando alguien empieza a teorizar sobre el sexo es que se ha hecho mayor, porque de joven se supone que basta con practicarlo. Partiendo de dicho supuesto la propuesta de “Book Club” podría tener validez, pero pierde cualquier asomo de sensatez al utilizar como detonante el libro de E.L. James “50 sombras de Grey”, como si su simple lectura bastara para inspirar a unas jubiladas y despertar la libido dormida. Comparto la creencia de que el deseo es algo que nunca se pierde, pero si para estimularlo a partir de los 60 hay que recurrir a las fantasías eróticas con Christian Grey, habrá que convenir en que ser mujer madura y disfrutarlo se puede convertir en una actividad física y mentalmente patética. Menos mal que semejantes estupideces se las inventan los guionistas de Hollywood para vender más entradas, y “Book Club” va camino de alcanzar los cien millones de recaudación en la taquilla mundial, habiendo costado solamente diez.

La fórmula del éxito no contiene secreto alguno, ya que se basa en un simple cruce entre las series televisivas “Las chicas de oro” (1985) y “Sexo en Nueva York” (1998-2004). Eso, y contratar un reparto multiestelar de estrellas a la baja en su cotización, debido a su avanzada edad. Todas juntas todavía consiguen deslumbrar al gran público, que se conforma con ver a cuatro actrices reconocibles y a sus respectivos partenaires en los papeles de siempre, porque a estas alturas no es cuestión de despistar al personal con probaturas o cambios innecesarios.

El único avance sociológico que observo en “Book Club” es que ellas suman más años que ellos, con lo que al menos se altera la tradición según la cual los galanes solían ser mayores que sus compañías femeninas. Curiosamente, la más longeva y ya octogenaria Jane Fonda aparece como la más activa sexualmente, de acuerdo con su sempiterna imagen de chica rebelde que nunca envejece gracias a las horas invertidas en el gimnasio.