Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
REFERÉNDUM PARA RATIFICAR EL ACUERDO ENTRE MACEDONIA Y GRECIA

Macedonios, «forzados» a decir «Sí»

Casi 2 millones de macedonios han sido llamados a votar el domingo en el referéndum para ratificar la integración en la OTAN y la UE al aceptar el cambio del nombre del país, causa identitaria por la que Grecia ha bloqueado a la ARYM desde su independencia, hace 27 años.

En Skopje, un grupo de mujeres charla mientras sus nietos juegan en un pequeño parque del barrio de Aerodrom. Sava, de 60 años y rojiza melena, aún duda si apoyar o no que su país cambie de nombre para entrar en la OTAN y la UE. Quiere más información. Mira, de 63 años, interviene. Es directa con Sava: «Apoyaremos este referéndum para que nuestros jóvenes tengan un mejor futuro». Más tarde, un niño de unos 12 años opina que hay que decir «no». Pero Mira, insiste: «¡Calla! Por nuestra situación tu madre vive en Alemania». Dos frases bastan para reflejar la crudeza de Macedonia, país que se independizó pacíficamente de la antigua Yugoslavia e iba a la cabeza en la integración internacional en los Balcanes. Pero luego todo se torció. Demasiado, aseguran Mira y sus amigas, obligadas a decir «sí» en el referéndum que hoy se celebra en Macedonia.

Los macedonios no parecen tener alternativa ante el bloqueo griego. Al menos eso transmiten sus políticos. Importantes líderes mundiales han dejado claro que no habrá en el futuro cercano otra oportunidad para la integración internacional. El primer ministro, el socialdemócrata Zoran Zaev, ha llegado a equiparar la consulta con el referéndum de independencia de 1991. Una presión que no agrada a jóvenes decepcionados con el rumbo del país ni a los paneslavos. Además está el planteamiento de la pregunta: ¿Apoya la integración en la UE y la OTAN al aceptar el Acuerdo entre la República de Macedonia y la República de Grecia?

«Respetaremos el resultado del referéndum, pero nuestra propuesta era centrarse solo en el acuerdo con Grecia. La gente puede estar a favor de la OTAN y la UE pero no de Grecia. O al contrario. Hay muchas ecuaciones que no dejan libertad para una respuesta verdadera, como recomiendan la legislación macedonia y la Comisión de Venecia. En resumen, esta pregunta es fácil de manipular y difícil de responder», se queja Timço Mutsunski, miembro de la Organización Revolucionaria Macedonia del Interior (VMRO-DPMNE).

VMRO, principal fuerza paneslava y actual oposición, está a favor de la integración internacional pero en contra del cambio de nombre. Pese a ello, ha dado libertad de voto a sus seguidores, que representan alrededor del 40% de Macedonia. La Iglesia, cercana a ellos, tampoco se ha posicionado en esta causa que, sin estipularse en el acuerdo, podría afectar a su propio nombre. «Es un problema que nos bloquea desde hace 30 años. Grecia ha sido injusta pero tiene que resolverse. Los ciudadanos tienen que tomar una decisión teniendo en cuenta otros factores que condicionan el desarrollo del país», subraya, manifestando los beneficios de la OTAN y la UE, Mutsunski.

Esta ambivalencia podría incrementar la abstención, aunque es improbable que supere el 50% e invalide la cita. Sin embargo, una baja participación restaría legitimidad a esta triple decisión. Los jóvenes que reparten octavillas, mecheros y bolígrafos en Skopje piden solo una cosa: ir a votar. Al igual que hizo Angela Merkel en el XXVII aniversario de la independencia de Macedonia: «No se queden en casa en ese histórico día».

Antigua Macedonia

De ganar el «sí» en el referéndum, al que están convocados 1.8 millones de votante,s el país pasaría a llamarse República de Macedonia del Norte. Además, los macedonios admitirían los lazos helénicos con la antigüedad, lo que sugiere el mito de Alejandro Magno. Algo que no todos acaban de aceptar. «Decir «sí» no significa que rechacemos nuestro pasado. Alejandro Magno es de todos», dice Sonja en su puesto de libros del centro de Skopje. «El cambio de nombre no es tan malo. Alejandro Magno no es nuestro ni de Grecia», dice sonriendo Esat.

Alejandro Magno como patrimonio de la humanidad, o al menos de todos los pueblos de los Balcanes. Es la forma en la que se resignan algunos macedonios, curiosamente quienes vivieron con Tito. No obstante, los jóvenes lo ven de otra manera. Recuerdan a Kiro Gligorov, primer presidente tras la independencia, diciendo «somos eslavos, vinimos en el siglo VI D.C, y no hay conexión con Alejandro de Macedonia». Elevan, como les enseñaron en el colegio, sus lazos con los eslavos bizantinos. «No estoy de acuerdo con el cambio de nombre, pero Alejandro Magno no es parte de nuestra nación», reconoce Julia, estudiante de Historia, que no sabe si irá a votar. «No tenemos nada que ver con él. El anterior gobierno nos engañó con el proyecto Skopje 2014», añade Jovana, profesora de 24 años y defensora del «sí».

El proyecto Skopje 2014 ilustra muchos de los males que han provocado el colapso del país: desde la corrupción hasta el nacionalismo artificial y populista de VMRO, que impulsó la construcción de monumentos y edificios para enardecer el legado histórico de Macedonia. En principio iba a costar alrededor de 100 millones de euros, recubriendo fachadas y construyendo colosales estatuas como las de Alejandro Magno (22 metros de altura) y su padre Filipo de Macedonia (29 metros), pero terminó en más de 500.

En la sede de VMRO cuelgan tres cuadros de momentos históricos del pueblo macedonio que recuerdan los levantamientos de finales del siglo XIX, pero no hay rastro pictórico de esa antigüedad que hoy recubre Skopje. «La historia de cada país es compleja y debe dejarse para los historiadores», señala Mutsunski, quien se desmarca una y otra vez de «nuestro liderazgo anterior», en referencia a Nikola Gruevski, en el poder durante 10 años, hasta enero de 2016.

Un año antes, el actual primer ministro, Zoran Zaev, publicó decenas de miles de grabaciones que demostraban las prácticas mafiosas de VMRO. ¿Cómo las consiguió? La UE apuntó a los servicios secretos internos; VMRO alegó una maniobra de la CIA o de George Soros. Pese a intentar aferrarse al poder, la crisis de legitimidad y las protestas ciudadanas provocaron el colapso de VMRO. La UE medió para transferir el poder. El resultado fueron los Acuerdos de Przino de verano de 2015, que desbloqueaban la crisis política y establecían elecciones. Dos años más tarde, en mayo de 2017, cambió el gobierno y comenzó la preparación del referéndum.

Integración

De aprobarse el acuerdo, Grecia y Macedonia se comprometerían a mejorar las ya buenas relaciones comerciales y negociar los muchos flecos que aún restan: el nombre de los productos comerciales, los símbolos históricos compartidos... La condición que acepta Grecia es simple: no podrá bloquear a Macedonia en ninguna organización internacional de la que sea miembro. En estos 27 años de independencia, Grecia forzó a Macedonia a cambiar su bandera y su nombre en el ámbito global para entrar en la ONU en 1993. En 2008, además, vetó su entrada en la OTAN, que ha cursado una nueva invitación condicionada a la ratificación del acuerdo en ambos parlamentos.

La relación con la OTAN es peculiar en Macedonia. Tras la independencia, la integración se veía como la única alternativa en un país de solo 2 millones de habitantes, Incluso tras el conflicto de 2001, en el que la sociedad eslava entendió que estaban siendo atacados por albaneses desde un protectorado de la OTAN, Kosovo, los políticos la han seguido apoyando. Incluido el nacionalista VMRO. Y, aunque a regañadientes, también la sociedad. «Me gusta la UE, la OTAN no mucho porque cuando era pequeño vi por televisión lo que hicieron. Sé que es buena la integración internacional, pero estoy en contra de que hayan puesto tres cuestiones en una sola pregunta», considera Stefan, estudiante de teología.

En una encuesta del International Republican Institute, el 57% de los consultados se mostraron a favor del «sí» en el referéndum. Pero solo el 60% estaba convencido. Sin embargo, el apoyo a la UE ascendía al 83%. El de la OTAN, al 77%. El problema es con el cambio de nombre. Pese a ello, los macedonios probablemente dirán «sí»: tienen como meta la UE, aunque tarde un poco más. Los jóvenes para poder trabajar o emigrar. Los mayores, para que sus hijos no emigren. Mira lo resume: «Mi hermano vive en Australia y tengo un nieto en EEUU. Votaré ‘sí’ para que nuestros nietos no tengan que salir del país y puedan prosperar y casarse».