Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Tetovo
REFERÉNDUM PARA RATIFICAR EL ACUERDO ENTRE MACEDONIA Y GRECIA

Los albaneses se inclinan por el «sí» pero sus preocupaciones son otras

En Tetovo, la corrupción, el paro y la falta de derechos pesan más que el referéndum sobre el nombre del país. Es así porque pese a que mayoritariamente y por cuestión de «integracion» votarán por el «sí», eso no traerá consigo un cambio en la clase política local.

El referéndum sobre el cambio de nombre en Macedonia bien podría pasar desapercibido en Tetovo, una región de mayoría albanesa que fue el epicentro del breve conflicto armado de 2001. Es cierto que los taxistas gritan «sí a la OTAN», y que la mayoría ve beneficiosa la relación con la UE, pero el lunes los problemas seguirán ahí: políticos corruptos, desempleo... Bujamin Iseni, abogado de formación pero empleado en una tienda de recambio de neumáticos, se irrita cuando describe su situación, insiste en lo sucia que está Tetovo y pregunta: «¿Es posible que esta gente pueda entrar en la UE?». Él cree que no. Sin embargo, pese a su escepticismo, votará «sí». Tal vez así mejore su situación y pueda elegir entre escapar a la otra Europa, como hicieron algunos amigos, o quedarse en Macedonia, tierra sin oportunidades incluso para la mayoría eslava.

«Quienes terminan la universidad no encuentran trabajo y se tienen que ir a Europa. Nada ha mejorado desde 2001, la gente es pobre e incluso no tiene ni para comer. Por eso todas las familias tienen un hijo fuera de Macedonia que manda dinero», explica Iseni, de 32 años y etnia albanesa.

La diáspora albanesa ha demostrado en el último siglo su compromiso con quienes se han quedado como minoría dentro de estados autoritarios. Aquí no se habla del famoso 3% que reclamaba el político kosovar Ibrahim Rugova para establecer estructuras paralelas en servicios básicos contra la ocupación serbia, sino de dinero en forma de remesas, donaciones o empleos. Pero en muchos casos, importantes aportaciones se pierden en la red clientelar de los partidos políticos. Esto, apunta Iseni, fue lo que ocurrió con el dinero que mandaron desde Suiza para limpiar Tetovo, ciudad de 50.000 habitantes rodeada de frondosas montañas.

«La Unión Democrática para la Integración (DUI) no ha hecho nada por nosotros. Prometió mucho, pero nos cobra 400 euros por instalar el sistema de agua en nuestras aldeas», recuerda Iseni, quien por esta y otras razones duda de las promesas de una vida mejor con el «sí»: «Ali Ahmeti y Zoran Zaev (actual primer ministro) prometieron aumentar los salarios y bajar el precio de la luz. Ha pasado un año y nada. ¿Cómo puedo confiar en ellos en este referéndum?».

En Macedonia, sean eslavos o albaneses, son pocos los que esperan un cambio en sus políticos. DUI es la formación que surgió de la guerrilla albanesa UÇK. Tras el conflicto, con el comandante Ali Ahmeti a la cabeza, se convirtió en la principal fuerza política albanesa en Macedonia. Es más, fue parte de todas las coaliciones de gobierno a excepción de la formada entre 2006 y 2008. Daba igual la derecha paneslava de VMRO, que gobernó entre 2006 y 2016, o el socialismo corrupto de SDSM. Pese a ser la constante llave de gobierno gracias al tradicional duelo VMRO-SDSM, la situación no ha cambiado para los albaneses: no hay trabajo para quienes no forman parte de la red clientelar de los partidos; la corrupción tiene demasiados ejemplos, con la denuncia de financiación ilegal de DUI por Transparency Internacional o, junto a los políticos eslavos, el caso de sobornos en Telekom y la «perdida» del 29% del presupuesto del Plan de Pre-Acceso a la UE; y, además, los derechos de los Acuerdos de paz de Ohrid no satisfacen a todos.

Derechos

Mesut Shabani, periodista local de 57 años, fue uno de los muchos albaneses que participó en las protestas de 1981 de la Universidad de Pristina. Después de luchar durante décadas, lamenta la corrupción que hoy lastra el desarrollo de Kosovo, Albania y Macedonia y golpea a su familia: su hija, farmacéutica de formación, está desempleada, y su hijo, abogado, trabaja en Europa. Shabani no comparte el escepticismo de Iseni y está feliz con que por primera vez un albanés haya sido elegido portavoz parlamentario en 2017, pero aventura que el acuerdo entre Grecia y Macedonia no alterará su situación. Por lo tanto, votará «no».

«No tengo nada contra la UE y la OTAN, pero lo que me interesa es la forma en la que regulan mis derechos como albanés. Y creo que no se van a regular bien porque en el acuerdo entre Macedonia y Grecia no se menciona a mi pueblo. En la Constitución de 1974 se nos consideraba fundadores de Macedonia, pero en la actual se estipula que es el pueblo de los macedonios y otras nacionalidades (el preámbulo sí especifica el componente albanés, aunque luego habla de comunidad). Esa diferencia es inaceptable. Se nos resta importancia, y con el cambio de nombre esto no se alterará», denuncia.

Los Acuerdos de Ohrid fueron firmados en agosto de 2001 entre los representantes políticos de las comunidades albanesa y eslava. Azuzados por la comunidad internacional, que tras el conflicto en Kosovo no podía permitirse otra crisis, se estipuló una amnistía de los guerrilleros del UÇK y un incremento de los derechos del pueblo albanés. Informes de entidades internacionales han subrayado la buena implementación de los acuerdos, sobre todo en las parcelas de autonomía local y representación albanesa en el Estado, aunque panalbaneses como Shabani, de esos que aún sueñan con la Gran Albania, ven insuficientes los avances: quieren dejar de ser un número dependiendo del artículo. Y quieren más. «Ahora uno de los problemas es la ley de lenguas», añade.

La lengua albanesa es considerada co-oficial en las regiones en las que esta comunidad suma más del 20% de la población, principalmente en el oeste de Macedonia. Los eslavos aseguran que esto fue lo estipulado en Ohrid, pero los albaneses quieren que su lengua sea cooficial en todo el Estado. Su propuesta, con el beneplácito del SDSM, fue aprobada recientemente en el Parlamento, aunque el presidente, cercano a VMRO, no la ratificó. Sin embargo, es probable que los albaneses obtengan esta demanda: si los diputados volvieran a apoyar la medida, debido al marco legal, el presidente estaría obligado a ratificar la ley. Un avance esencial que calmará a Shabani, parte del núcleo duro del nacionalismo albanés, y contentará a simpatizantes de DUI como Rexhep Mija: «Faltan derechos por obtener, pero todo irá más rápido con el «sí» en el referéndum».

UE, ¿sinónimo de Estado de derecho?

Los errores de DUI y otros partidos albaneses tradicionales han permitido la eclosión de nuevos actores políticos. En las últimas elecciones parlamentarias, BESA, formación nacida en 2014 bajo la premisa de eliminar la corrupción, se convirtió en la segunda fuerza albanesa en el Parlamento: 5 diputados, la mitad que DUI. Sin embargo, su éxito se ha visto empañado demasiado rápido. Primero, son parte de la coalición del SDSM, partido con décadas de corrupción a sus espaldas. Segundo, los malos resultados en los comicios locales de 2017, en los que se dejaron alrededor de un 20% de apoyo, provocaron la división del partido: por un lado su líder, que se negó a acatar la decisión del comité ejecutivo que pedía su dimisión, y por el otro, un grupo de disidentes.

«En BESA no importa el líder sino el concepto de liderazgo, y volveremos a ser el único BESA cuando falle la justicia. Nuestro partido nació porque había la necesidad de establecer un sistema con políticos transparentes que ayudaran a reflejar la sociedad en el Estado. Ahora, desde el Gobierno, intentamos convencer a los macedonios de la multiculturalidad del país y luchamos contra la corrupción», explica Orhan Murtezani, cofundador de BESA y, recientemente, de la homónima escisión.

Murtezani, al igual que todos los partidos albaneses, apoya el «sí». Considera que la UE y la OTAN allanarán el camino para lograr la estabilidad. «La situación mejorará para todos. En la UE se respetan ciertas leyes y, debido a la estabilidad, la OTAN atraerá la inversión extranjera. Por lo tanto, se generará empleo y reducirá la corrupción. El mayor problema es que hoy los jóvenes abandonan Macedonia. Estamos perdiendo la nación, y este referéndum es importante para detener la fuga», afirma.

Ejemplos poco edificantes

Esta idílica visión, extendida entre quienes apoyan el «sí», no presta atención a otros países de los Balcanes que no han conseguido eliminar la corrupción ni generar el empleo deseado tras su entrada en la UE. La fuga de cerebros continúa en Bulgaria y el Estado de derecho se tambalea en Hungría. Los actores políticos, aunque hayan pasado décadas desde la independencia de 1991, siguen siendo los mismos en Macedonia. También en Bulgaria y en Hungría. Por eso, tras 27 años de evidencias, albaneses como Iseni seguirán mostrando su escepticismo ante las promesas democráticas y repitiendo: «No podemos confiar en ellos».