La Guardia Revolucionaria anunció que se trataría de un «pequeño golpe» antes del «verdadero castigo» por el ataque el pasado 22 de setiembre contra una parada militar de este cuerpo militar e ideológico de las Fuerzas Armadas de la República Islámica de Irán y que se saldó con 25 muertos y más de medio centenar de heridos.

Media docena de misiles de medio alcance Zolfaghar (750 kilómetros) y Qiam (800 kilómetros) fueron lanzados desde la provincia iraní de Kermanshah, fronteriza con Irak, al este del río Éufrates, en la rivera opuesta a la localidad de Bukamal, último bastión del ISIS en Siria, y objetivo desde el 10 de setiembre de una ofensiva de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), coalición de milicias kurdas y tribus árabes que operan con cobertura aérea de EEUU.

Los misiles habrían cubierto un espacio de 570 kilómetros de distancia, lo que fue percibido por más de uno en Occidente como una muestra del avance en las capacidades balísticas iraníes. El ataque fue seguido por un bombardeo a cargo de siete drones militares contra instalaciones de «terroristas mercenarios». La ofensiva, bautizada con el nombre de «Bombardeo de Moharram» (mes de duelo musulmán actualmente en curso y particularmente célebre en el Irán chií), y a cargo de la «rama aeroespacial de los Guardianes de la Revolución», se habría saldado «con muchos terroristas y jefes responsables del crimen terrorista de Ahvaz muertos o heridos», según el comunicado oficial.

Coordinación con Rusia

Preguntado por la prensa sobre si el ataque fue coordinado con Rusia o con Damasco, el portavoz de Exteriores iraní, Bahram Ghassemi, se negó a hacer ningún comentario. Mucho más explícito fue el general Mohsen Rezai, antiguo comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria. «Esto no ha sido más que un pequeño golpe contra los criminales. El verdadero castigo está por llegar», advirtió Rezai, a día de hoy secretario del Consejo de Discernimiento, uno de los organismos de poder del sistema político islamista iraní.

El guía supremo de Irán, Ali Jamenei, apuntó a los grupos yihadistas que operan en Siria e Irak y acusó a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos de financiarlos. No se olvidó de EEUU e Israel. Los misiles llevaban la leyenda «Muerte a América», «Muerte a Israel».