Nerea GOTI
MIGRACIONES Y GÉNERO, TESTIMONIOS Y ANÁLISIS EN BILBO

MUJERES QUE SOSTIENEN LOS CUIDADOS, NO «LA CHICA QUE TENEMOS INTERNA»

Se habla de la chica pero no de la trabajadora. Son la misma persona pero ni siquiera el perfil que se busca es el de profesional de los cuidados sino el de una mujer «cariñosa». A partir de ahí, los derechos sobran si es una migrante a la que se hace «un favor». Cambiar la realidad es sacarla a la luz y reclamar derechos.

Hablar de “Migraciones y género en Euskadi y su entorno” lleva inevitablemente a hablar de los cuidados. Era uno de los ámbitos de análisis de las jornadas organizadas por el observatorio de la migración Ikuspegi y algunas de las voces reunidas para la ocasión en Bilbo aportaron datos y testimonios de ese mundo tan próximo como invisibilizado: el de la migración unida al llamado «trabajo doméstico» y, por ende, todo lo que puede llegar a pasar de puertas adentro de las casas cuando no hay límites. De ese nicho de ocupación en boga con nombre de mujer, sobre todo latina porque «son más cariñosas», hay situaciones extremas de mujeres trabajando como internas 24 horas al día cuidando personas mayores, sin tiempo establecido de relevo ni para comer ni para descansar, que pueden llegar a cobrar 15o euros por ello y hasta a no tener más relación con el empleador que un teléfono de contacto.

Pasa porque «es obvio que tener mano de obra barata permite desembarazarse de una tarea ingrata», apuntaron en una de las mesas redondas, pero también porque hay «una gran hipocresía social» y porque «interesa que no salga a la luz». «Lo que se está pidiendo es que sea una mujer que no proteste y que cuide hasta el cansancio», señalan. Y cuentan que se habla de latinas como si Latinoamerica fuera un país, que no se ponga en valor la diversidad ni se valore su titulación académica... porque se consideran inferiores. Cómo va a reconocerse su trabajo si ni siquiera se demandan profesionales sino mujeres cariñosas o afines a nuestra religión, a nuestra cultura..., plantearon.

Explicaron que se ha mercantilizado lo que debería ser un derecho y que donde no llegan las políticas públicas la alternativa es buscarse la vida a través de una contratación de bajo coste a cambio de disponibilidad absoluta. Llama la atención el dato de que, en plena crisis, el de los cuidados de mayores haya sido uno de los gastos de los que menos se ha precindido.

Un modelo «familista»

«Las familias ven el cuidado de los niños como una inversión generacional, pero el de los mayores no lo es, es un marrón», indicaron estudiosas en la materia de migración y cuidados, que explicaron que «mercantilizamos los cuidados pero seguimos teniendo un modelo de cuidados familista».

Y hurgando un poco más en esa realidad unida a la migración de la que tan poco se habla, ponentes en las jornadas se pusieron también en la piel de las mujeres que salen de su país, de cómo se ven obligadas a aceptar condiciones de servilismo en busca de una salida para sustentar a la familia, para sostener el bienestar de todos su miembros, del duelo que traen habiendo dejado atrás a los suyos...

Sucede además, según apuntaron, que cuando hacen la conversión a su moneda «les parece bastante de entrada», que en muchas ocasiones son mujeres licenciadas que no han logrado convalidar los títulos, que no tienen tiempo para formarse, que ni siquiera tienen reconocidos derechos como atender a los suyos en situaciones de necesidad y hasta de emergencia. ¿Quién les sustituye?

Hay una forma de empezar a reconocer a estas trabajadoras como sujetos de derecho y pasa, según indicaron en Bilbo, por empezar a exigir convenio, condiciones de descanso... Y seguir trabajando en las iniciativas antirumores para combatir eso de que se llevan las ayudas, penalizaciones para los empleadores que no cumplen la norma, mecanismos de vigilancia, cambios en la legislación de extranjería y denunciar vulneraciones.