Ingo NIEBEL
SEÍSMO EN LAS ELECCIONES BÁVARAS

Baviera marca un antes y un después para la Gran Coalición

Los retrocesos electorales de los socios bávaro y socialdemócrata de gobierno de la canciller Angela Merkel (CDU) en Baviera traerán consigo consecuencia estratégicas para el bipartito y sus integrantes. La Gran Coalición pende de un hilo aunque un adelante electoral no va ser la solución, antes que nada porque es casi imposible.

El día después de los comicios en el Estado Libre de Baviera la reacción de los partidos políticos que integran la Gran Coalición de la canciller Merkel muestra que siguen como hasta ahora. Sus líderes han reconocido las derrotas, por supuesto, pero nadie se dispone a dimitir, de momento.

La Unión Social Cristiana (CSU) sigue siendo la primera fuerza política con el 37% de los votos a pesar de haber perdido unos 10 puntos. El ministropresidente, Markus Söder, continua en el cargo para formar un «gobierno estable». Justifica su decisión por el hecho de que tan sólo hace medio año asumió el cargo después de habérselo arrebatado a su rival interno, el presidente de la CSU y ministro federal de Interior, Patria y Construcción, Horst Seehofer.

Este último también se aferra a su puesto. Él y Söder llevaron a la Gran Coalición a dos graves crisis internas –debate sobre la inmigración y el jefe del servicio secreto interior– jugándose la alianza política con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel.

La jefa de gobierno no cayó en las provocaciones dejando a los dos machos alfa bávaros solos con su anunciada debacle electoral. Su giro a la derecha contribuyó a que la CSU perdiera gran cantidad de votos a la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD), ahora cuarta fuerza política en Munich con el 10% de los votos. Sin embargo, la mayoría de sus votantes se inclinaron hacía Verdes, socialdemócratas (SPD) y los Votantes Libres.

Estos últimos, que en alemán se llaman Freie Wähler (FW), se fundaron en 2003 siendo una protesta contra las estructuras de la CSU y su estilo político. Aquel año la formación cristiana obtuvo el 60% de los votos y gobernaba su feudo con una mayoría de dos tercios. Entonces la CSU pensaba que los FW desaparecerían en menos de un lustro. Ahora, en la actual coyuntura son su socio predilecto. De hecho, los FW de Hubert Aiwanger, respaldan los principales proyectos políticos de la CSU como la severa nueva ley de policía, la restringida política de asilo y la protección de los dialectos y costumbres bávaros como el crucifijo en las instalaciones públicas. Con razón, la AfD considera a los FW como su mayor rival en Baviera.

Por el momento la CSU ha optado por descargar toda su frustración atacando a su aliada, la CDU. «Granteln» llaman los bávaros a esta muy típica forma de exabruptos. «No vamos a recuperar a la mayoría de los votantes de la AfD siendo Merkel canciller», exclamó el exministro de la CSU, Hans-Peter Friedrichs. Dado que la alianza entre CDU y CSU preve que la primera no se presenta en Baviera y la segunda no lo hace en el resto de república, los bávaros tienen que ganar por lo menos el 40% de los votos en su región para entrar al Bundestag superando el límite del 5%. Ello explica las peculiares relaciones entre CDU y CSU, que ahora tiene un problema estratégico cara las elecciones generales de 2021.

Ahora, la CSU espera que en dos semanas la CDU de Merkel sufra una similar debacle en Hesse, donde gobierna en coalición con los ecologistas Verdes. Estos últimos, nuevo número dos en Munich con el 18%, esperan que podrán pisar los talones al SPD.

La presidenta socialdemócrata, Andrea Nahles, podrá aguantar las anunciadas pérdidas si el SPD no deja de ser la segunda fuerza. El mismo ruido que hace la CSU suena también desde su ala izquierdista amenazando con salir de la Gran Coalición.

Nahles teme por su cargo, el SPD por su futuro. La presidenta juega al tiempo que se le está acabando. Le falta una política para liberarse del yugo de CDU/CSU y de recuperar sus valores fundacionales. De ello se benefician los Verdes, libres de los compromisos de un bipartito nacional, y adalides del nuevo antiracismo. Es fácil pedir desde la oposición las «fronteras abiertas» si el ejecutivo las mantiene cerradas.

Serán las elecciones de Hesse las que decidirán sobre la GroKo y sus protagonistas.