Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Burning»

Fuego en el alma

Hay que ser muy audaz o loco para afrontar un proyecto de estas características y que pasa por ser una adaptación de más de dos horas basada en un relato que apenas sobrepasa las 20 páginas. Lee Chang-dong no se amolda claramente a ninguna de estas dos opciones, tal vez la primera, porque en realidad lo que demuestra es ser un autor que ha sabido entender a la perfección la mecánica narrativa que expresó Murakami en su relato “Quemar graneros” –incluido en su recopilatorio “El elefante desaparece”– y, con audacia, saber reconvertirlo en una pieza propia. Lee altera diferentes elementos de la obra, incluido el final, pero nada en su conjunto chirría porque el cineasta amplifica las posibilidades del original literario mediante un discurso visual muy puntillista en el que, al igual que el escritor japonés, sabe subvertir lo real mediante lo ambiguo. Con estos parámetros, “Burning” se descubre como un fascinante retrato íntimo basado en lo que conlleva la perdición y retoma, al igual que Murakami, la senda que fue abierta a finales de los años 30 por William Faulkner en su relato “Incendiar establos”.

En su punto de partida, el filme parte de un reencuentro truncado y salpicado por el enigma, y deriva hacia un triángulo abocado al desencanto. Todo ello transita a través de un territorio en el que impera el equilibrio entre la tensión y la calma. Los contrastes entre lo urbano y lo rural subrayan estas secuencias teñidas de una atmósfera singular que transforma lo supuestamente real en algo singular. Sutil y exquisita en sus formas dramáticas, la película se revela como un thriller emocional en el que Lee enriquece las formas y discurso que ya demostró en propuestas como “Secret Sunshine” y “Poesía”, tal vez sus referentes más reconocibles. Pocas veces la obsesión disfrazada de venganza ha tenido una lectura tan interesante y delicada.