GARA
DONOSTIA

ETA asumió en su último «Zutabe» 2.606 acciones y 774 muertes

En su último ‘‘Zutabe’’, en abril, ETA puso cifras a casi 50 años de acción armada. Reconoce haber provocado 774 muertes, decenas menos que las que le achacan Ministerio del Interior o FVT. Explica, además, cómo campañas y métodos se adaptaron a las situaciones políticas.

‘ETAren eztabaidaren ondorioen txostena (2017-2018)’

ETA dejó en su último ‘‘Zutabe’’, fechado el mes anterior a su disolución y al que GARA ha tenido acceso, un documento que arroja luz sobre la dimensión exacta y las características de su acción armada. «El 9 de agosto, a las 18.00 horas, ETA hizo estallar su último artefacto explosivo en las galerías de la Plaza Mayor de Mallorca», concreta (más tarde se produciría el «enfrentamiento inesperado» que derivó en la muerte del policía francés Jean-Serge Nerin).

El texto, presentado como resumen de un informe más amplio, aporta datos relevantes para establecer la verdad del conflicto. Así, ETA asume haber acabado con la vida de 774 personas, decenas menos que listados del Ministerio del Interior español o la Fundación de Víctimas del Terrorismo que refieren 853 y 829 víctimas mortales, o de escritos de AVT o Covite que le achacan falsos atentados como el incendio del Hotel Corona de Aragón (83 muertos en 1979). Las divergencias se corresponden con la imputación a ETA de acciones cometidas por otras organizaciones armadas (el caso de la niña Begoña Urroz en 1961 es el más conocido) o bien producto de la guerra sucia...

ETA certifica que había asumido 2.604 acciones armadas, con 758 víctimas mortales. Y en este último documento previo a su disolución reconoce dos más que en su día no reivindicó: la muerte de tres personas en Tolosa en 1981 al confundirlas con policías y la explosión en una cafetería de la calle Correo de Madrid en 1974 en la que perdieron la vida trece personas: «Solo dos tenían relación con la cercana Dirección General de Seguridad (DGS)», admite el texto.

Algunas campañas de estas cinco décadas son resumidas con datos fehacientes. Así, ETA deja escrito que cometió 365 atentados contra la Guardia Civil matando a 186 efectivos; que en 215 acciones contra cuerpos policiales españoles perecieron 139 agentes; y que en 147 acciones contra el Ejército español fallecieron 101 militares («entre ellos un almirante, dos vicealmirantes, doce generales, 31 coroneles, siete capitanes y once comandantes», detalla), además de once funcionarios civiles de la Armada.

Este texto describe su trayectoria armada desde una perspectiva básicamente operativa. No obstante, en el mismo ‘‘Zutabe’’ se reproduce la declaración de reconocimento del daño causado que ETA emitió el 8 de abril pasado. Entre otras cosas, indicaba que «ETA reconoce la responsabilidad directa que ha adquirido en este dolor, y desea manifestar que nada de todo ello debió producirse jamás o que no debió prolongarse tanto en el tiempo, pues hace ya mucho que este conflicto político e histórico debía contar con una solución democrática justa».

Junto a las cifras, en el relato cronológico destacan algunas precisiones sobre aspectos como la elección de objetivos y métodos, sin eludir autocríticas. Comienza indicando que tras hacer descarrilar un tren cargado de franquistas en 1961 o intentar acabar con Franco en Donostia en 1962, «la dinámica acción-represión-acción aumentó la adhesión popular hacia ETA y la fuerza de la lucha, pues era ETA la única organización que hacía frente de forma firme al régimen».

La decisión después de Franco

Tras la muerte del dictador, «se abandonó toda teoría sobre insurrección armada, aparecidas en los primeros años, y la lucha armada se dirigió a la conquista de unos mínimos democráticos para Euskal Herria». Sitúa ahí las campañas contra alcaldes franquistas o el inicio de la ofensiva permanente contra Guardia Civil y Policía española.

Detalla «más de 800 acciones armadas desde 1975 a 1982» pero constata que «no logramos provocar la ruptura democrática». Ahí llegaron el Plan Zen o los GAL y, «al comprender que no habían variado las reglas de juego básicas respecto al derecho de autodeterminación, optamos por continuar con la lucha armada también en el periodo de seudodemocracia española. De hecho, la lucha armada de ETA era el factor determinante que impedía la total normalización del proyecto de España y que, en aquel contexto, podía impedir la asimilación del independentismo vasco. No fue una decisión fácil», añade.

La fase posterior se define como de «acumulación de fuerzas en favor de la negociación», en años en que «ETA logró un nivel muy elevado en los campos militar y logístico, lo que le permitió golpear permanentemente las estructuras de España». Ubica ahí los atentados contra el Ejército, la Guardia Civil, el Poder Judicial español, intereses económicos y turísticos... «Se hizo más habitual la utilización de la bomba-lapa y del coche-bomba», indica, añadiendo que en 1987 se comenzaron a emplear «granadas Jotake, paquetes-bomba y cartas-bomba, elaborado todo ello por la propia ETA».

Así, «tras una década de muy dura actividad armada, con 827 acciones entre 1982 y 1989», llegó la mesa de negociación en Argel, recuerda el texto. Su ruptura no produjo un cambio, pero sí lo trajo el «serio revés» de la caída de la dirección de la organización en Bidarte en 1992, que «condujo a ETA a renovar su línea. La organización se sumergió en una profunda reflexión sobre el modelo de estrategia político-militar», expone.

Llegado a este punto, el relato concreta que ETA pasó de priorizar la apuesta por la negociación a desarrollar otra estrategia «que tenía como núcleo la construcción nacional y dar la palabra al pueblo». Y ello «tuvo consecuencias profundas en el accionar armado: se hizo un especial esfuerzo en la selectividad de las acciones». Se atentó contra José María Aznar, que iba a ser presidente español poco después, altos cargos judiciales y decenas de electos. «Se aguantó el tirón y para 1998 estaban puestas las bases de un nueva situación política –sigue–: se dio vuelta a la política de aislamiento de la izquierda abertzale y el plano de la confrontación pasó de la dicotomía ‘demócratas versus violentos’ a la dicotomía ‘Euskal Herria versus España’».

Hacia la disolución

Frustrado Lizarra-Garazi, viene otro apunte autocrítico sobre el accionar posterior: «ETA mostró una gran capacidad militar, pero sin equilibrio respecto a la iniciativa política, pues numerosos sectores populares que imaginaron en el proceso de Lizarra-Garazi que otro camino era posible comenzaron a poner en cuestión el carácter imprescindible de la lucha armada». Y añade que su eficacia quedó más en cuestión con la ilegalización, dado que «ETA no logró marcar esa importante coyuntura con acciones armadas».

La matanza yihadista del 11M de 2004 fue un elemento añadido. La organización ya disuelta explica que tras ello «se dio prioridad a las acciones con poco explosivo» y con «carácter simbólico», mientras se cerraban algunos frentes. «El objetivo principal de ETA era alimentar el proceso democrático a desarrollar en Euskal Herria y crear un ambiente adecuado para el diálogo», explica.

Por esa vía llegó el proceso de negociación 2005-07, también sin fruto, y las posteriores decisiones que han llevado a desarmar primero y disolver después la organización, explicadas en otros documentos y que en este se resumen así: «Tras cumplir durante décadas la función de provocar avances en la lucha de liberación, la acción armada de ETA había perdido la capacidad de provocar escenarios políticos nuevos en el cambio de la autodeterminación vasca. Ante estos síntomas de agotamiento, y para que el proceso no entrara en situaciones peligrosas de bloqueo, aceleró la reflexión estratégica sobre el final de la lucha armada».

 

De Manzanas a Aznar, algunas aclaraciones y subrayados

El texto incluido en este ‘‘Zutabe’’ final, bajo el título «Desarrollo del accionar amado de ETA, una trayectoria unida al proceso de liberación», incluye algunas precisiones nuevas o relevantes sobre acciones y campañas. Estos son algunos extractos:

Melitón Manzanas, primero y no casual

«La muerte del gudari de ETA Txabi Etxebarrieta en 1968 dejó honda huella en la sociedad vasca. Sin embargo, aunque la acción contra Manzanas se ha interpretado como la respuesta dada a la muerte de Txabi, lo cierto es que la decisión estaba tomada de antemano, como respuesta general al terror franquista».

Carrero, influencia política y «prestigio»

«En diciembre de 1973 ETA daría al Estado español el mayor golpe hasta la fecha: la acción contra Carrero Blanco, presidente español y sucesor de Franco, aceleró el final del régimen. Demostró que la lucha de ETA era factor de cambios políticos. A consecuencia del éxito de la acción, ETA adquirió gran prestigio y se convirtió para muchos en símbolo de la lucha en favor de la democracia y la libertad, no solo en Euskal Herria».

Lemoiz, «batalla que ganó el pueblo»

«La actuación de ETA supuso una aportación determinante en aquella victoria popular (...) Lemoiz mostró la eficacia de la lucha armada a ojos de amplios sectores populares y dio validez al planteamiento basado en el principio de complementariedad de todas las formas de lucha».

Hipercor, «el mayor error y desgracia»

«Hipercor fue el mayor error y desgracia del accionar armado de ETA (...) Aunque como era habitual ETA informó de forma reiterada, los responsables policiales y gubernamentales tomaron la decisión de no desalojar el edificio. Esa acción dejó una alargada sombra, pues, además del irremediable daño humano y dolor causado, provocó dudas sobre las características de la lucha armada (...) Que ETA asumiera totalmente su responsabilidad y realizara autocrítica no minimizó del todo esas consecuencias negativas».

Contra Aznar, hasta cuatro intentos

«El cambio de paradigma en 1994-95 dio más importancia al aspecto cualitativo que al cuantitativo: el atentado contra el presidente del PP José María Aznar en 1995, el intento contra el rey español en Mallorca en 1995...». «Durante 2001 se realizaron tres intentos de atentado contra el presidente José María Aznar, con la utilización de un misil mientras estaba en vuelo».

Secuestros muy largos en los 90

«Los secuestros de motivación económica se convirtieron en el centro de una fuerte confrontación (...) Los del empresario José María Aldaia (342 días) y del oligarca Cosme Delclaux (232) se prolongaron tanto por las dificultades técnicas y operativas provocadas por la presión policial».