Carlos GIL
Analista cultural

Con el talento como bandera profesional

Me encuentro a muchos artistas de diferentes rubros de las artes escénicas que son de origen vasco, diseminados por diferentes puntos, que están alcanzando notabilidad en sus profesiones y que no han usado nunca ninguna bandera para identificarse. De varias generaciones. Nunca han renegado de su identidad vasca, pero nunca han ejercido como tales, ni han sido considerados en los lugares de distribución de txapelas como pertenecientes a la denominación propia. Algunos porque salieron jóvenes, otros porque salieron por necesidad imperiosa para mantenerse activos y viviendo de su trabajo, los demás porque han logrado su estabilidad profesional fuera, alguno porque no sabe euskera, pero podría asegurar que se trata de una suerte de magnífico exilio artístico que, de poder reunirlos, seguro producirían muchas satisfacciones.

Veo difícil que vuelvan, si se mira bien la estabilidad aquí está fundamentada en muy pocas oportunidades de producción, tanto para la escena como lo audiovisual, por lo que esta fuga de cerebros, dramaturgos, actrices, escenógrafos, docentes, directoras o gestores se me antoja imparable, mientras no cambien de manera total las políticas teatrales que llevan muchos años colocadas en un conformismo aceptado por casi todas las partes interesadas. Nunca mejor expresado. Lo que no cambia para crecer se anquilosa.