David GOTXIKOA
Entrevista
IÑAKI ORTIZ DE VILLALBA
CANTANTE

«Hoy hay más gente que nunca tocando en Euskal Herria, pero no tengo claro que la música sea de más calidad»

Iñaki Ortiz de Villalba (Gasteiz, 1971) ha sido la cara visible de Betagarri durante las dos últimas décadas, uno de los grupos más populares y veteranos de una escena vasca de la que no piensa descabalgarse. El vocalista regresa con un nuevo proyecto que conserva sus señas de identidad.

Cualquiera que le haya tratado un poco sabe que a Iñaki no hay que rogarle para que rompa a hablar apasionadamente de esto a aquello pero, en las horas previas a la puesta de largo de su nueva grabación, parece especialmente nervioso y motivado. Tal vez porque el disco que presenta estos días no es uno más: el primero desde que el pasado año Betagarri decidiera poner punto y final a una trayectoria con más de dos décadas de éxitos; el primero donde asume el peso principal de las decisiones y donde trata de llevar su imaginario musical un paso más allá. Un punto y aparte, pero donde la energía y las melodías comprometidas en clave de ska siguen estableciendo el patrón general, su marca distintiva. Su Modus Operandi, valga la expresión.

¿Había algo que le hubiera gustado intentar con Betagarri y que le ha dado el gusto de probar por su cuenta, ahora que es el patrón del barco?

Betagarri se terminó porque alguna vez tenía que acabar, simplemente. Ha sido una parte fundamental de nuestras vidas, pero nada dura eternamente. Este proyecto no nació para dar salida a nada que se hubiera quedado en el tintero, aunque por supuesto algunas de las canciones que han terminado en el disco podrían haber estado en un nuevo trabajo de Betagarri –si lo hubiera habido– ya que las compuse mientras la banda seguía en activo, hace dos o tres años.

Supongo que no habrá sido fácil dar con los compañeros de viaje adecuados para armar Modus Operandi...

No, no lo ha sido en absoluto: Parece que en Euskal Herria hay ciertos prejuicios a la hora de fusionar ska o reggae con hardcore u otros estilos que a mí me interesaba probar en esta aventura (risas). Pero todo empezó a encajar cuando contacté con Andoni [García Matxain, guitarrista] y algo más tarde con Enrico [que fuera batería de Skalariak] y Rubén [Salvador, trompeta y con prestigio propio en la escena vasca de jazz] con motivo de la colaboración en el concierto de Vendetta en Sanfermines del 2017. Sellamos el compromiso en el transcurso de una noche un poco loca, pero afortunadamente son músicos de palabra (risas).

Juntarnos para ensayar y montar el repertorio tampoco ha sido sencillo. Somos gente con intereses dispares, pero hemos ido encontrando nuestra propia identidad y, en la grabación, además hemos tenido la suerte de contar con Jagoba Ormaetxea como técnico y productor. Su aportación ha sido decisiva para darle al disco el sonido abierto que buscábamos. También ha grabado voces, teclados…

Un sonido que, desnudo de los arreglos ska, deja ver un esqueleto más rockero aún que de costumbre. ¿No se desfogó a gusto en su colaboración con los madrileños Habeas Corpus?

Aquel fue un proyecto que sigue en la recámara y donde exploré esa beta rockandroll que también me interesa. A ellos, por su parte, les apetecía grabar un proyecto en euskara… Hay unos ocho temas grabados que espero salgan más pronto que tarde, estaba previsto que hubieran visto la luz hace ya algún tiempo, pero coincidió con la eclosión del proyecto paralelo Riot Propaganda, que está teniendo una excelente acogida y al que lógicamente ellos han querido dar prioridad.

No es cuestión de ponerse nostálgicos pero, ¿encuentra alguna diferencia significativa entre las escenas de Gasteiz y Euskal Herria veinte años después de comenzar en esto?

Por supuesto. Ahora hay un abanico mucho más amplio de grupos y estilos que hace veinte años: hay más gente que nunca tocando y haciendo cosas, supongo que en parte porque hoy es más fácil acceder a un instrumento o a una enseñanza no académica que antes, y eso es muy bueno. También hay muchos más locales programando música.

De todos modos, a pesar de esta proliferación de nuevos grupos no tengo claro que la música sea de más calidad. Obviamente no me refiero a proyectos asentados como Berri Txarrak u otros que han surgido con fuerza e ideas potentes como Belako, que son estandartes claros. En general me cuesta encontrar creatividad, buenas canciones y conceptos nuevos, no solo aquí sino a nivel global. A ver, seamos realistas: todos copiamos, menos los genios que directamente roban. Pero hoy más que nunca la música parece de usar y tirar, nada permanece.

Ha nombrado a Berri Txarrak, que hace poco han sido un tema de conversación recurrente por la presunta polémica que ha suscitado su participación en el macroconcierto organizado por MTV en San Mamés…

¡Siguiente pregunta! (risas). Creo que los Berri tienen derecho a hacer lo que les plazca sin que nadie les cuestione. Tal vez yo hubiera hecho algo diferente en su lugar, o quizás me tocaría estar justificándome ahora… ¡Quién sabe! Por otro lado, los promotores del concierto han tenido la sensibilidad de invitar a un grupo vasco que canta en euskara, eso me parece un gesto importante.

La temática de las letras sigue muy apegada a lo que ocurre en la calle, pero esta vez se aprecia un matiz más idealista que combativo. ¿Lo ve así?

Sí, puede ser. Siempre he priorizado el contenido social, y desde luego trato de contar cosas desde un prisma optimista, si hay un hilo conductor en las letras del disco que unifique un poco el tono general es esa actitud positiva. ¡No sé si eso me convierte en un idealista, pero es lo que hay! (risas)

En realidad hay un poco de todo: Onintza Enbeita colabora en tres composiciones, entre las que destaca “Gure Esku Dago”, uno de las momentos importantes del disco, y que obviamente trata sobre el derecho de las mujeres a decidir. En “Esperantzaz jantzita” se evoca la tragedia que sufren cada día los inmigrantes en el Mediterráneo, en “La Revolta des Somriures” aparece el problema de Catalunya narrado por una catalana… También hay algunos momentos de respiro, como “You’ll always be my love”, una canción de amor en inglés sin pretensiones, o “Cantaré”, una celebración de la vida. Creo que es un disco muy variado en su temática.

Y lleno de estribillos pegadizos y radiofónicos.

¡Confiamos en eso (risas)!