M.I.
REY DE LADRONES

Nunca se es demasiado viejo para salir en una cinta de robos

S i alguien tiene paciencia para sumar los años del reparto estelar de “Rey de ladrones”, ahí van las cifras: Michale Caine es el mayor de todos con 85 primaveras, le sigue Tom Courtenay con 80, Michael Gambon con 78, Francesca Annis con 73, Jim Broadbent está a punto de cumplir los 70, Ray Winstone se queda más atrás con 61, y cierra la lista Paul Whitehouse con 60.

Queda claro que el cine británcio es el que más y mejor honra a sus actores y actrices mayores, hasta el punto de que la película otoñal o geriátrica constituye para ellos todo un subgénero que tiene su razón de ser en el hecho de que la edad media de la audiencia que asiste a las salas de cine va aumentado considerablemente, por lo que les es más fácil conectar con los rostros de la pantalla que ya exhiben respetables arrugas. Y tanto es así que hasta octogenarios como Michael Caine se animan con la acción, y no le tienen miedo a protagonizar una cinta de atracos.

Bien mirado, les favorece la creencia cierta de que no existe el golpe perfecto, por lo que nadie les puede pedir especiales responsabilidades si el plan no sale según lo previsto. Además “Rey de ladrones” se basa en un caso real recogido en un artículo periodístico de Mark Seal, cuando hace tres años una banda de jubilados consiguió llevar a cabo uno de los mayores robos de la historia de la delincuencia británico, con un botín de 200 millones de euros en joyas.

La tropa viejuna ha sido dirigida por James Marsh, cineasta bipolar que arriesga mucho más cuando hace documentales, mientras que en la ficción tira hacia lo convecional. Se precipita al querer imprimir un ritmo agil al montaje tipo Guy Ritchie, como reflejo de la rabia colectiva de los pensionistas.