Mikel INSAUSTI
RALPH ROMPE INTERNET

Perderse en el ciberespacio equivale a una aventura repleta de peligros

Todavía es pronto para decir cuál será la película que se lleve el botín de la cartelera navideña, pero la que más números tiene es la superproducción animada de Disney “Ralph rompe Internet”, que en su primer fin de semana en el mercado anglosajón ya ha recuperado los 175 millones de dólares que ha costado. No sería de extrañar que superase a su título precedente, a pesar de que en su momento “¡Rompe Ralph!” (2012) constituyó toda una sorpresa, plasmando la modernización temática y estilística que para la compañía del tío Walt supuso su asocación con Pixar. Esta continuación ha sido producida por John Lasseter, el alma mater del estudio del flexo en persona, y en la dirección repite Rich Moore, que también participó del éxito de “Zootrópolis” (2016), acompañado en esta ocasión de Phil Johnston, que se ha ocupado más de la parte del guion, tan importante o más que la del diseño gráfico para Pixar-Disney.

Si el anterior largometraje fue una imaginativa ilustración del mundo de los videojuegos y su origen, con toda la carga nostálgica y de culto hacia la década de los 80 que traía consigo, la nueva entrega, más que ser una continuación, busca una clara expansión hacia el futuro inmediato que convierte a Internet en una realidad paralela abierta a todo tipo de posibilidades de conocimiento y de negocio, porque el viaje de la pareja protagónica es una inmersión en los dominios de las patentes multinacionales que pretenden hacerse con el control del ciberespacio.

Hay que agradecer a “Ralph rompe Internet” que no caiga en la idealización infantil de dicha herramienta tecnológica, y que muestre a Ralph (voz original de John C. Reilly) y a Vanellope (voz original de Sarah Silverman) viviendo una aventura inmersiva en la red de redes como un mundo lleno de peligros, que se presta a la megalomanía de los villanos de turno.