Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Ralph rompe internet»

Al otro lado del espejo virtual

Ignoro la reacción que hubiera tenido Lewis Carroll en la actualidad mientras imaginaba las andanzas de la niña Alicia al otro lado del espejo. Supongo que colocado ante una pantalla de ordenador, el diácono Dodgson no hubiera variado en exceso su estilo surrealista a la hora de intentar desfrizar los códigos de un universo vitual que bordea lo fantástico. El simil de Carroll se amolda a la perfección a lo que nos depara la segunda entrega de esta singular propuesta apadrinada por Disney y en la que impera la sátira y el surrealismo a la hora de perpetrar la nueva odisea compartida por el mastodóntico Ralph y la niña Vanellope.

Teniendo presente que detrás de la creación de este filme se encuentran los firmantes de «Zootrópolis», topamos con algunas de la claves que hacen tan atractiva esta secuela. Por un lado, la saludable irreverencia que emana del conjunto y, por otro, su apuesta firme por jugar con los arquetipos que topamos en el mundo denominado “real”. En este juego infográfico, lo que se asoma en “Ralph rompe internet” es toda una declaración de intenciones a la hora de subvertir los cánones y términos que topamos en nuestra conducta cotidiana en cuanto tecleamos nuestro ordenador o nos servimos de las nuevas tecnologías para comunicarnos.

Dentro de la fascinante puesta en escena planteada por Rich Moore y Phil Johnston destacan las grandes posibilidades que oferta el singular universo virtual habitado por criaturas de todo tipo. Un paisaje irreal en el que los “ciudanets” –los habitantes de internet– adquieren una personalidad propia muy cercana a lo que podemos encontrar en nuestro entorno o en símiles de las todopoderosas empresas tecnológicas que gobiernan internet. Tomando la apariencia de una road movie que coquetea con la aventura o la comedia romántica salpicada de encuentros y desencuentros, esta excelente propuesta animada también se permite el lujo de reirse del imaginario de las princesas Disney.