Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
MARC DUGAIN
ESCRITOR Y CINEASTA

«La razón de Estado es un concepto usado para mantenernos en el redil»

Nacido en Dakar (Senegal) en 1957, se graduó en Ciencias Políticas y trabajó como periodista antes de debutar como escritor con «El pabellón de los oficiales», texto adaptado al cine por François Dupeyron en 1999. En ese momento comienza su relación con el medio cinematográfico. Su primer largometraje, «Una ejecución ordinaria», partía de su novela. Acaba de estrenar «Cambio de reinas».

En “Cambio de reinas”, Dugain evoca un episodio histórico poco conocido: las incertidumbres que se cernieron sobre la corona francesa (y por extensión sobre toda Europa) a la muerte de Luis XIV y el aberrante régimen de alianzas establecido por el Duque de Orleans, concertando matrimonios entre menores de edad y haciendo de las mujeres mercancía política.

 

Es la primera vez que trabaja sobre un material literario ajeno ya que «Cambio de reinas» se basa en una novela de Chantal Thomas. ¿Qué le fascinó de la historia para hacerla suya?

De entrada, la novela de Chantal me ofrecía la posibilidad de aproximarme a la Historia con mayúscula, no solo desde un punto de vista estético, sino articulando una reflexión política, algo que siempre trato de hacer cuando escribo o cuando ruedo un film. En este caso me interesaba reflexionar sobre la capacidad del poder político para manipular la voluntad de los más débiles, de los niños, en nombre de un concepto tan difuso como el de la razón de Estado.

 

De hecho, es un concepto que pese a esgrimirse con tanta solemnidad parece que de racional tiene más bien poco, ¿no?

Sí, yo creo que la razón de Estado es algo que se esgrime cuando ya no quedan más argumentos para justificar la locura. Ese es un poco el tema central de la película, toda la locura que hay detrás de esas maquinaciones políticas orientadas a la perpetuación de un linaje familiar. Padres que sacrifican a sus hijas para establecer alianzas que lleven al derrocamiento de aquellos monarcas a los que sirven, tíos deseando secretamente la muerte de sus sobrinos, lo cual ya de por sí es diabólico… De hecho, cuando Felipe de Orleans pacta la boda del joven Luis XV con la hija de Felipe V de España no busca tanto un acercamiento a este monarca como el hecho de retrasar la posibilidad de que el rey francés tenga un heredero. Es por eso por lo que le casa con una niña de cuatro años.

 

Aunque hoy en día las monarquías absolutas hayan desaparecido y los regímenes políticos que tengamos sean otros, ¿no cree que la razón de Estado es un concepto que se sigue usando para constreñir la libertad individual?

Bueno, eso de que las monarquías absolutas hayan desaparecido… De hecho, Francia siendo una República muy consolidada, es el país más monárquico que hay en Europa. Allí donde hay reyes estos suelen tener un papel políticamente poco relevante, pero en Francia se elige por sufragio directo a un Presidente de la República que, de facto, tiene las funciones y prerrogativas de un monarca. Pero, retomando tu pregunta, lo cierto es que la razón de Estado o la sinrazón de Estado, es un concepto con un futuro increíble, más en un contexto como el actual. Del mismo modo que, hace doscientos años, asistimos a la desaparición de las monarquías absolutas y al surgimiento de las democracias parlamentarias, yo creo que ese modelo está en crisis actualmente. Viendo lo que pasa en Italia, en Hungría, en Brasil o en EEUU y, a otro nivel, en China y Rusia, hay una tendencia clara por volver a regímenes autoritarios donde la razón de Estado es un concepto que se usa para mantenernos en el redil.

 

Hay una cosa muy contemporánea en su película y es el modo en que refleja el valor de los seres humanos como mercancía, como moneda de cambio, incapaces de decidir sobre nuestro destino sometido a poderes que están por encima de nosotros.

Es un tema que siempre me ha interesado. De hecho, hace algunos años, junto con un amigo periodista, escribí un libro sobre la revolución digital, donde intentábamos explicar que el síntoma más claro de ese proceso de pérdida de libertades que estamos viviendo, es justamente ese, la mercantilización del individuo. No es ya solo que cada vez contamos menos como sujetos productivos y más como consumidores, sino que, en muchos casos, nosotros mismos nos hemos convertido en objetos de consumo o en simples reclamos publicitarios. Es un proceso sin final a la vista.

 

Ese proceso de cosificación nos afecta a todos, pero con la mujer se ceba especialmente y eso es algo sobre lo que usted también reflexiona en su película.

Históricamente las mujeres han tenido que afrontar un destino horroroso, incluso aquellas que pertenecían a la realeza, como se puede ver en la película. Eran la libra de carne con la que cuadrar la balanza de las alianzas y los matrimonios. Yo creo que si hay alguna posibilidad de salvarnos del naufragio en el que nos encontramos, esta pasa porque sean las mujeres las que tomen el mando y ocupen los centros de toma de decisión, porque lo que está claro es que esos espacios históricamente han estado tomados por los hombres y a la vista está el resultado. Esa sería la solución, salvo que las mujeres decidiesen parecerse a los hombres a la hora de ejercer el poder. La mayor demostración de la dominación del hombre sobre la mujer es contemplar a determinadas políticas hablar y comportarse como un hombre.

 

En este sentido, ¿le gustaría que su película pudiera ser asumida en clave contemporánea aun tratándose de un relato histórico?

No lo sé, muchas veces forzar una lectura contemporánea en el espectador es algo que se logra a base de manipular el relato histórico y me gusta pensar que yo no he incurrido en ese vicio. Las películas históricas son lo que son, un género fuertemente codificado que rara vez se prestan a interpretaciones sociales, morales o políticas. En todo caso, yo creo que lo que hace interesante a una película o a un libro es su nivel de resonancia y eso es algo que le otorga el público. Yo no puedo imponer al espectador una visión ideológica sobre un cierto tema ni decirle cómo debe de interpretar lo que está viendo, ese es un trabajo que le corresponde hacer a él. Yo me limito a servirme de la ficción para darle un alcance real a un episodio histórico que, hasta ahora, había sido contado con un aire casi mitológico.

 

¿Siente que su película es una obra a contracorriente? Se lo comento porque hoy por hoy casi nadie parece atender las enseñanzas de la Historia, se nos insta a preocuparnos únicamente por el aquí y el ahora.

Puede ser. De todas maneras, yo nunca he tenido la inquietud de formar parte de ninguna corriente, tengo aversión a las maniobras del poder político para manipular la producción de contenidos culturales imponiendo modas, tendencias… Me gusta pensar que mis libros y mis películas son producto de mis propias circunstancias, de la influencia que recibí de mi abuelo, un hombre marcado por su experiencia en la I Guerra Mundial, o de mi padre y de mi tío, que estuvieron muy comprometidos en la resistencia contra el nazismo en un momento en el que el noventa y cinco por ciento de los franceses se entregó al colaboracionismo. Frente a quienes nos instan a no atender el pasado, yo creo necesario reivindicarlo.

Tal y como acaba de precisar, aparte de cineasta, usted tiene amplia experiencia como novelista, articulista y guionista. ¿Cómo lo compagina? ¿Le resulta muy difícil dejar de pensar como escritor cuando está en el set de rodaje y viceversa?

Ahora mismo el cine ocupa un lugar tan importante en mi vida que todos mis otros desempeños han pasado, un poco, a un segundo plano. Dirigir me ayuda mucho en mi faceta de guionista, por ejemplo. Si voy al set de rodaje y presencio la filmación de una secuencia que no funciona, mi experiencia detrás de la cámara me ayuda a detectar dónde está el problema y puedo reescribirla rápido. También me permite saber leer mejor los libros de otros. En este sentido, rodar “Cambio de reinas” fue un reto porque por primera vez adapté una obra de otra persona, no una de mis propias novelas, lo cual fue un ejercicio muy interesante. Pero digamos que son distintas facetas de mí mismo, también hago música, toco la batería en un grupo de jazz y si tuviese tiempo, pintaría. Me gusta experimentar como creador en distintas disciplinas.