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CUMBRE SOBRE LA PEDERASTIA EN LA IGLESIA CATÓLICA

Veintiún ideas para iniciar el debate

Decenas de víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos católicos volvieron a protestar por la actitud de la Iglesia ayer, coincidiendo con el inicio en el Vaticano de la histórica cumbre sobre la pederastia en el seno de la institución, en la que se presentó una hoja de ruta con 21 propuestas con las que empezar a trabajar para atajar esta lacra.

El papa Francisco reconoció ayer al comienzo de la inédita cumbre sobre la pederastia en el seno de la Iglesia católica que lo que se espera de la institución no es solo condenar los abusos de sus clérigos sino adoptar «medidas concretas y efectivas» para erradicarlos. Con ese objetivo se presentó una hoja de ruta sobre la que empezar a trabajar que reúne 21 propuestas que las víctimas consideran «muy vagas». Una de estas propuestas concretas es garantizar la «proporcionalidad» del castigo con respecto al delito y cita que los culpables deben ser expulsados.

La reunión comenzó con las palabras de una víctima leídas por uno de los organizadores y experto en la lucha contra los abusos, el sacerdote Hans Zollner: «Ni mis padres, ni las autoridades eclesiásticas oyeron mi llanto. Y me pregunto: ¿Por qué tampoco Dios lo oyó?».

Víctimas de religiosos pederastas volvieron a concentrarse durante la primera jornada de este encuentro, que concluirá el domingo, para reiterar su protesta ante la cultura del encubrimiento y el silencio que impera en la Iglesia católica, y se mostraron muy críticos con el vademecum de 21 propuestas sobre la que los 190 miembros de la jerarquía eclesiástica reunidos en el Vaticano trabajarán para hacer frente a una lacra que ha socavado enormemente la imagen de esta institución.

La elaboración de un protocolo con los pasos a seguir tras una denuncia de abusos a menores o la creación de centros de atención para ayudar a combatirlos, son algunas de las ideas que tiene el Vaticano para luchar contra la pederastia.

Entre los puntos propuestos está crear «centros de escucha» con expertos para ejercer «un primer discernimiento de los casos» o «implementar procedimientos compartidos para examinar las denuncias, la protección de las víctimas y el derecho de defensa del acusado».

Además, se pide «informar a las autoridades civiles y eclesiásticas», establecer «protocolos específicos para la gestión de las acusaciones» y ofrecer formación continua a los miembros de la Iglesia sobre las causas y consecuencias de los abusos sexuales y proporcionarles información para que sepan «reconocer los signos de abuso y cómo reportar sospechas». Al tiempo, se cita la necesidad de garantizar en las investigaciones la presunción de inocencia.

Entre las intervenciones, destacó la del arzobispo de Manila y presidente de Caritas, el cardenal Luis Antonio Tagle, que cargó contra los obispos y todos los que cerraron los ojos ante los pederastas. «Nuestra falta de respuesta ante el sufrimiento de las víctimas hasta el punto de rechazarlas y de tapar el escándalo para proteger a los autores y a las instituciones ha dañado a nuestro pueblo y ha dejado una herida profunda en nuestra relación con los fieles», subrayó.

Deber de denunciar

Previamente a los discursos, el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, que además de secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe es uno de los organizadores de la cumbre, recordó a los obispos su deber de denunciar casos de abusos de los que tengan conocimiento y contribuir a que las investigaciones se concluyan «sin demoras innecesarias». Insistió en «el deber y el derecho de denunciar la mala conducta sexual de una persona a la diócesis o a la orden religiosa» e indicó que la Iglesia no tiene medidas coercitivas para encarar los abusos sexuales, por lo que sostuvo que la colaboración con las autoridades judiciales es fundamental. Abogó, además, por poner en práctica una «cultura de la información» frente a la del encubrimiento y del silencio que «sigue existiendo».

El moderador de la cita, Federico Lombardi, explicó a Efe que se sentirá satisfecho con el resultado de la reunión si significa un paso adelante en el cambio cultural que se necesita para responder a esta lacra.

Pero las víctimas no confían demasiado en sus resultados. Miguel Hurtado, que denunció por abusos sexuales a un monje de la abadía de Montserrat (Catalunya), consideró las propuestas presentadas «muy vagas» y «muy flojas», por lo que se manifestó profundamente «decepcionado», y lamentó que no incluyen «medidas básicas para garantizar la tolerancia cero, como que todo sacerdote que ha abusado de un menor tiene que ser expulsado inmediatamente o mecanismos de rendición de cuentas para que los obispos o abades encubridores sean cesados de su puesto o la obligación de denunciar automáticamente todos los casos a la Policía».

«Si esto es lo mejor que el papa tiene que ofrecer, la cumbre va a ser un absoluto fracaso», zanjó Hurtado, quien cree que «Francisco no se toma en serio el problema de los abusos».

Denuncia ante la Ertzaintza contra otro salesiano de Deustu

La dinámica emprendida por antiguos alumnos del Colegio Salesianos de Deustu que fueron víctimas de abusos para recabar testimonios de aquellos hechos se ha saldado con una nueva denuncia ante la Ertzaintza contra otro de los religiosos señalados, Pablo Ortega. Este hermano de 80 años es uno de los identificados como autor de las agresiones que niños sufrieron hace décadas y que ha obligado ahora a la congregación a abrir una investigación canónica, al tiempo que le han apartado cautelarmente del contacto con menores.

El implicado, trasladado de Santander a Madrid por la orden a partir de las acusaciones efectuadas estas últimas semanas por víctimas en medios de comunicación y a través de las redes sociales, llegó al colegio de la capital cántabra desde Bilbo, donde fue profesor entre 1972 y 1979. Por entonces, destacan las víctimas, existían rumores y diversas versiones sobre su paradero, no así sobre la violencia que empleaba en el colegio de Deustu. A raíz de que se abriese un canal para recabar información, los exalumnos lograron localizarlo en Santander.

Ortega es uno de los religiosos señalados en la treintena de denuncias interpuestas por las víctimas, aunque la mayoría van dirigidas contra el exseglar José Miguel San Martín Unamuno. A pesar de que desde el centro de Santander dijeron el miércoles que la Policía autonómica no tenía ninguna denuncia contra el veterano salesiano, fuentes de los agredidos la confirmaron ayer y avanzaron que prosiguen con sus pesquisas.Agustín GOIKOETXEA

Víctimas: «Los que quieran seguir encubriendo, que se vayan de la Iglesia»

La cumbre en el Vaticano comenzó con la proyección de un vídeo que contenía el testimonio de cinco víctimas de abusos sexuales por parte del clero, cuya identidad no se reveló, y que han pedido el fin de las políticas de encubrimiento. «Los que quieran seguir encubriendo, que se vayan de la Iglesia», pidió la primera de ellas, que instó a los presentes a creer, respetar, cuidar y reparar a las víctimas.

«Ustedes son los doctores de las almas, y sin embargo, con excepciones, se han convertido en los asesinos de los almas, en los asesinos de la fe. (…) Les pido que colaboren con la Justicia, que tengan especial cuidado con las víctimas», dijo. «Lo primero que hicieron fue tratarme de mentiroso, darme la espalda y decir que éramos enemigos de la Iglesia», señaló antes de añadir que ya no funcionan los «perdones falsos u obligados». Indicó que si siguen saliendo casos es por la fatla de un tratamiento sistémico.

El segundo testimonio era el de una mujer obligada a mantener relaciones sexuales con un sacerdote desde los 15 años. «Duró trece años. Tres veces estuve embarazada y me hizo abortar las tres. Porque no quería preservativo ni método anticonceptivo», relató. Pidió «responsabilidad» a los presentes. «Hay que decir que los sacerdotes, los religiosos, tienen los medios para ayudar y también tienen los medios para destruir», comentó.

El tercero pertenecía a un religioso de 53 años que sufrió abusos de adolescente y no fue ayudado al denunciarlo. «Me siento mal, porque ni ese sacerdote ni el obispo respondieron a mi carta, y ya han pasado ocho años», explicó, por lo que solicitó a los obispos que escuchen a las víctimas. «Yo quería que alguien me escuchara, que se supiera quién es ese hombre, ese sacerdote y lo que hace», apuntó.

La quinta víctima advirtió de que el futuro de la Iglesia depende del fin de la cultura del encubrimiento y del silencio: «Si queremos salvar a la Iglesia, los perpetradores deben ser castigados. (…) Tenemos que actuar juntos. La amistad no debería prevalecer aquí, sino la acción».GARA