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LONDRES
EL ACUERDO PACTADO POR MAY VUELVE A WESTMINSTER

La Unión Europea pone a los británicos ante el abismo del Brexit

La primera ministra británica afronta este fin de semana el reto de convencer a los parlamentarios de que apoyen el acuerdo de salida de la UE pactado con Bruselas que ya han rechazado en dos ocasiones. Su intención es someterlo de nuevo a votación, ahora con los plazos y condiciones marcados por la UE como nuevo elemento de presión.

Después de haber recibido de la Unión Europea las condiciones para concluir el proceso del Brexit y las opciones de un retraso en la fecha de salida, la primera ministra británica, Theresa May, comenzó las consultas con su Gobierno antes de afrontar, la semana que viene, otro reto en el Parlamento, el de convencer a los diputados de que acepten el acuerdo firmado y que ya han rechazado en dos ocasiones.

Los Veintisiete dieron a Reino Unido dos opciones para retrasar la fecha prevista del 29 de marzo: un retraso técnico hasta el 22 de mayo si se acepta el acuerdo o una nueva fecha fatídica el 12 de abril, en la que Londres deberá decidir si participa en las elecciones europeas.

Esta decisión «subraya la importancia de que la Cámara de los Comunes vote el acuerdo del Brexit la semana próxima», afirmó May, al concluir la maratoniana jornada de negociaciones del jueves.

«Trabajaré para conseguir los apoyos y aprobar el acuerdo», afirmó, a pesar de que los parlamentarios ya lo rechazaron de forma aplastante el 15 de enero y lo volvieron a hacer el 12 de marzo, esta vez con el texto añadido de la aclaración de la Comisión Europea y el Consejo Europeo sobre la salvaguarda de la frontera norirlandesa.

Y a pesar también de que May ha señalado públicamente a los parlamentarios británicos como los responsables del caos que vive el país, situándose ella misma «al lado del pueblo», provocando la irritación de no pocos diputados. Si se aprueba, la fecha de salida será el 22 de mayo, antes de la convocatoria oficial de los comicios europeos. Anticipando un posible rechazo al texto o incluso que no pueda llegar a votarse por tercera vez, como afirmaba el speaker de la Cámara, John Bercow, los estados de la UE dieron a Londres el plazo hasta el 12 de abril para organizar su participación en las elecciones europeas.

Si lo hacen, Reino Unido podría entonces pedir un aplazamiento del Brexit más largo, de duración aún no fijada, eso sí, justificado sus planes. Esta alternativa ataría al país a las instituciones de las que está intentando separarse, para horror de los más decididos brexiters. De esta forma, todas las opciones vuelven a estar sobre la mesa, incluso que no haya Brexit. Hasta el 12 de abril «todo es posible», resumió el viernes el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk: «Un acuerdo, un aplazamiento largo si Reino Unido decide revisar su estrategia o revocar el artículo 50», es decir, renunciar al Brexit.

El Gobierno británico quiere someter a votación el acuerdo de retirada la semana que viene. Deberá superar el condicionante que recordó Bercow en alusión a una norma del siglo XVII que impide someter dos veces a votación el mismo texto.

Para ello podría utilizar los nuevos plazos y condiciones de la UE como elementos nuevos que permitan que se vote, May se encuentra de nuevo ante el enésimo desafío. Tendrá que convencer durante el fin de semana a buena parte de su partido, a no pocos diputados laboristas y a los unionistas del norirlandés DUP, que asegura al Gobierno la mayoría en el Parlamento. Pero el DUP ya afirmó ayer que May «ha perdido la ocasión» de mejorar su acuerdo de divorcio en su encuentro con los dirigentes europeos.

Y, a la vez, se abre la posibilidad de una serie de votaciones que determinen los deseos del Parlamento si vuelve a tumbar el pacto. Hasta ahora, los acuerdos en los Comunes han sido sobre rechazos, pero no sobre qué hacer. «En la eventualidad de que la Cámara rechace el acuerdo, no sería descabellado tener votos consecutivos para saber lo que quiere», declaró el secretario de Estado para le Brexit, Kwasi Kwarteng.

Hartazgo y nervios

La UE advierte de que cualquier compromiso debe respetar el texto pactado y no oculta su hartazgo ante esta crisis estancada: «Hay que poner fin a este folletín» y que los británicos «resuelvan su posición», afirmó ayer el ministro de Exteriores francés, Jean-Yves Le Drian.

La imagen de Reino Unido en los últimos meses no tiene nada que ver con el tópico de flema, eficacia y pragmatismo. El diario “The Guardian” se sorprendía de «un país que se ha revelado como incoherente e incapaz de alcanzar compromisos consigo mismo o con sus vecinos, completamente irrealista y, de manera sorprendente, ignorante de las reglas de una organización a la que ha pertenecido durante casi cincuenta años».

El consenso sigue pareciendo inalcanzable cuando, casi tres años después del referéndum que votó el Brexit, los electos se siguen peleando por la manera de llevarlo a cabo. «Han rechazado todas las propuestas para hacer del Brexit una realidad», subraya el profesor del King’s College de Londres Vernon Bogdanor. Han votado contra el pacto negociado por May, contra la salida sin acuerdo, contra una nueva consulta y contra la propuesta laborista de permanecer en la unión aduanera.

En la calle, las manifestaciones se multiplican para reclamar que el Brexit se lleve a cabo, se retrase o se anule y el hastío alcanza a los periodistas y a los propios políticos. «Sentado en el tren a Westminster, una mañana, creí que iba a llorar. Es así de deprimente. Los odio a todos. A todos, incluido a mí mismo», afirmaba el editorialista del “Times” Matt Chorley.

La iniciativa contra la salida de la UE, cerca de los 4 millones de firmas

La petición que demanda al Gobierno británico que revoque el Artículo 50 del Tratado de Lisboa y renuncie al Brexit sobrepasaba ya ampliamente ayer los tres millones de adhesiones y se acercaba a los cuatro millones, cosechando un éxito fulgurante solo dos días después de su lanzamiento a través de Internet.

Según la página de la petición, lanzada en el portal del Parlamento británico por Margaret Anne Georgiadou, tiene el objetivo de «probar la fuerza del apoyo público actual a permanecer en la Unión Europea», dado que «el Gobierno afirma repetidamente que salir de la UE es ‘la voluntad del pueblo’». Otro referéndum «podría no ser convocado nunca, así que vote ahora», se lee también en el texto de la iniciativa, después de que los parlamentarios de la Cámara de los Comunes rechazaran la semana pasada la posibilidad de una segunda consulta sobre la salida de la Unión Europea.

La iniciativa llevaba ayer por la noche acumuladas un total de 3.786.948 firmas, de las cuales dos millones y medio se recabaron en dos días. Su viralización en las redes llegó a causar el jueves caídas en el servidor de la página web del Parlamento.

Entre los firmantes figuran celebridades británicas, como el actor Hugh Grant o la cantante Annie Lennox.

Además, se acompaña de un mapa donde se recoge las firmas recogidas en cada circunscripción electoral, con el diputado al que corresponde y su filiación política. Destaca el número de firmas recogidas en distritos de Londres, Manchester, Edimburgo, Cambridge, Oxford, Brighton o Bristol.

La petición superó rápidamente tanto las 10.000 firmas necesarias para que la iniciativa reciba una respuesta del Ejecutivo, como las 100.000 para que pueda ser debatida en Westminster.

Sin embargo, el resultado de esa discusión no sería vinculante ni incluiría ningún cambio legislativo. Este tipo de peticiones permite a los británicos «inscribir sus preocupaciones en el orden del día político», afirmó a AFP la especialista de opinión pública de la London School of Economics (LSE) Sara Hobolt, pero «no es un medio de tomar decisiones democráticas del mismo rango que las elecciones o los referéndums».

El Brexit fue aprobado por el 52% de los votos en junio de 2016. Previsto inicialmente para el próximo viernes, ha sido retrasado in extremis a demanda del Gobierno británico y con las condiciones fijadas por la Unión Europea. «Cualquier persona residente en el Reino Unido o ciudadano británico puede firmar la petición. Esto incluye los ciudadanos británicos que viven en el extranjero», tuiteó el Parlamento. Aunque no se exige ningún justificante de residencia o ciudadanía para firmar, se utiliza «cierto número de técnicas automáticas y manuales para identificar y bloquear las firmas de robots» o «detectar cualquier actividad fraudulenta», añadieron fuentes parlamentarias.GARA