BilbaoArte inaugura la exposición “El pozo y la pirámide” de Álvaro Albaladejo y Cristina Ramírez, artistas residentes en el centro durante 2018 y que destaca por ser la primera exposición conjunta seleccionada para la Sala Urazurrutia. A través del dibujo, la escultura y la instalación, la sala se convierte en «un espacio onírico y extraño con paisajes inspirados en el horror cósmico y piezas que sugieren imágenes fruto de alteraciones mentales», destacan desde Bilbao Arte.

“El pozo y la pirámide”, comisariada por Javier Sánchez Martínez, se organiza como «un diálogo entre dos propuestas independientes que comparten el horror y la alucinación como fondo», explican. Desde hace varios años Ramírez aborda sus trabajos en línea con las especulaciones del horror cósmico, un género literario inaugurado por H.P. Lovecraft.

«El rasgo fundamental de este género consiste en suponer la existencia de un mundo completamente incomprensible e indiferente al ser humano», recuerdan desde BilbaoArte, y añaden que los seres que habitan la obra de Ramírez son fuerzas casi abstractas, como el «color que cayó del cielo» o «la sombra más allá del tiempo».

Por su parte, con el fin de arrojar la visión contra sus límites, Álvaro Albaladejo introduce una suerte de dispositivos en las esculturas destinados a provocar experiencias cercanas a los estados alterados de conciencia. Entre las «tecnologías de la alucinación» que sus obras ponen en funcionamiento se encuentran el trampantojo, la animación y la repetición. A su vez, Albaladejo se vale de los efectos inusuales de ciertas formas y materiales como las espirales, los espacios negativos o las superficies iridiscentes para perturbar la experiencia perceptiva.

Alucinación

Para esta exposición Álvaro Albaladejo ha realizado una serie de trabajos que indagan en la vertiente geométrica de la alucinación.

A partir del triángulo, la pirámide y el obelisco el artista granadino explora las tensiones y conflictos visuales y espaciales que provocan este tipo de figuras, al retar al ojo a encontrar el límite entre figura y fondo en la madera carbonizada o al alterar el color en función de la temperatura de la pintura termocrómica.