EDITORIALA
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Una campaña para un país que quiere ser libre y decente

Ahora sí, oficialmente, los partidos están en campaña electoral. Se trata, en realidad, de una campaña permanente que viene lanzada desde la caída de Mariano Rajoy y que se alargará, al menos, hasta después de los comicios municipales, forales, navarros y europeos. Hay resultados que pueden obligar a otras elecciones o que pueden precipitar nuevas. Es, por lo tanto, un ciclo largo y pesado.

En general, es difícil saber el impacto que una campaña tiene en el resultado. A priori, algunos expertos consideran que casi nulo. A posteriori, muchos explican los cambios políticos en base a su análisis. Se invierten muchas energías y recursos, y una buena estrategia puede marcar la diferencia. En todo caso, las malas campañas suelen ser reflejo de otros problemas más profundos.

Eso sí, nadie cree en la función deliberativa de este periodo legal. No es un proceso dialéctico que, a través del contraste de programas, proyectos y candidatos, facilite la toma de decisiones de la ciudadanía.

Sin embargo, las campañas importan. En ellas se construyen relatos que trascienden lo puramente electoral; se activa a la militancia y se eligen cuadros y representantes en procesos cada vez más participativos; obliga a desarrollar programas por áreas a través de debates que pueden ser interesantes; se toman posiciones que facilitarán o dificultarán futuras alianzas y negociaciones.

Es fácil ver la importancia de estas cuestiones en el contexto actual. El sistema político español está en descomposición y estos comicios no van a solucionar esa crisis estructural. Pero están en juego el grado de la involución democrática y las medidas represivas asociadas, la pérdida de todo tipo de derechos y libertades, el desarrollo de la institucionalización vasca y el cambio político en Nafarroa. Estas elecciones pueden establecer algunos de los márgenes de este nuevo ciclo político. En todos los escenarios, los demócratas y los independentistas vascos deberán adaptarse y jugar.

Segmentación clásica adaptada al momento

En el marketing político una de las claves es la segmentación: la identificación de grupos y personas, la interpretación de sus intereses y voluntades para poder abrir una interlocución con ellas y decantar su voto. El desarrollo tecnológico está llevando esta identificación al nivel individual y a una lógica de mercado.

Sin perder de vista esta tendencia, la segmentación tiene que ver también con sectores y con la inclusión de sus demandas en los programas. En Euskal Herria existe una gran tradición en este sentido.

Sin ir más lejos, las marchas de los pensionistas vascos de ayer ponen de manifiesto que van a ejercer como grupo de presión, también en elecciones. Sus demandas están asociadas a la realidad socioeconómica vasca. La entrada en la agenda de temas como la eutanasia también puede ser relevante para amplios sectores. Hay que tener en cuenta que los riesgos y las oportunidades del momento trascienden el periodo de las legislaturas y afectarán a generaciones enteras.

En este sentido, los y las jóvenes aportan otra visión y otra voz, también nuevas formas de politización. En general, tienen valores opuestos a los de los reaccionarios y son factor de cambio. Sus opciones de emancipación deberían ser una prioridad política.

El feminismo es objetivo declarado de las fuerzas reaccionarias españolas, mientras en Euskal Herria se ha mostrado como motor del cambio político. Retroceder en este terreno resultaría inadmisible para la mayoría.

Las personas migrantes y sus comunidades aportan riqueza a la ciudadanía vasca en todos los sentidos. Euskal Herria debe ser una nación hospitalaria y agradecida. Debe combatir la xenofobia y la exclusión.

Precisamente, los excluidos del sistema no se sienten representados, desconfían de la política y tienen tasas de abstención más altas. En general, los abstencionistas de todos los sectores mencionados son un objetivo claro de cualquier campaña. No sirve vender en campaña lo que no se ha hecho antes, pero las fuerzas vascas deberían afrontar las consecuencias sociopolíticas de la desigualdad, aunque cuestione en parte el relato oficial sobre el bienestar en la sociedad vasca.

Las sociedades vasca y la española son cada vez más divergentes, tanto en condiciones objetivas como en voluntades democráticas. Estos y otros sectores son la mejor expresión de una sociedad que quiere abrir un ciclo histórico con más derechos y libertades, no con menos.