Mikel INSAUSTI
DONBASS

Ucrania se desangra en una guerra cruenta ante la total indiferencia mundial

Sergey Loznitsa es un afamado documentalista ucraniano al que se le suele acachar que cuando se pasa a la ficción ya no es tan efecivo, pero en “Donbass” (2018) utiliza una fuerte base documental, con elementos sacados de su aportación al género reciente con “Maïdan” (2014), donde daba a conocer al mundo el movimiento político Euromaïdan en las calles de Kiev. En “Donbass” se desplaza al Este del país, a la zona de la que toma el nombre el título de la película, y que une a Donetsk y Lugansk. El conflicto estalló allí en el 2014, tras la caída del gobierno proruso de Víktor Yanukóvic. Los partidarios de Putin formaron la República Popular de Donetsk, a la que también llaman la Nueva Rusia. Desde entonces la lucha con los nacionalistas ucranianos occidentalistas es encarnizada y sin visos de solución, porque las potencias han vuelto a la partida de ajedrez que dejaron pendiente durante la Guerra Fría.

Loznitsa divide la película en trece episodios que se suceden sin pretender constituir un todo argumental, quedando como escenas sueltas del caos reinante en Donbass. Contienen imágenes muy fuertes que hablan por sí solas, y que muestran el grado de deshumanización al que puede llevar una guerra enquistada, y que ni siquiera parece tener un sentido o un nombre identificativo, si es que alguna guerra merece justificación.

Son postales del horror que tienen como protagonista a una población confundida que intenta sobrevivir, mientras la violencia saca los peores instintos de cada cual. Impresionan los momentos en que un prisionero es expuesto para su linchamiento público, o cuando una mujer arroja un cubo de excrementos a un diputado culpable de la corrupción que comercia con los medicamentos y la comida, o aquellos otros en que la prensa internacional intenta grabar a las tropas o un equipo que rueda un atentado.