Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
FRANÇOIS OZON
CINEASTA

«Yo no hago cine para sermonear, eso se lo dejo a la Iglesia»

Nacido en París, en 1967, tiene una de las filmografías más apasionantes y diversas del cine francés reciente. Autor de títulos como «Bajo la arena», «8 mujeres», «En la casa» (Concha de Oro en Zinemaldia), «Joven y bonita» o «Frantz», esta semana estrena «Gracias a Dios», filme sobre los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia Católica francesa con el que ganó el Gran Premio del Jurado en la Berlinale.

Autor de una obra tan sugestiva como heterogénea, si algo define la filmografía de François Ozon es su capacidad para generar desconcierto en el espectador pasando, sin solución de continuidad, de un género a otro. Ningún relato le es ajeno y cualquier registro le vale de cara a desplegar sus inquietudes, entre las que destaca ese juego por subvertir el alcance de sus narraciones explorando la incierta frontera que separa lo real de lo imaginario. Sin embargo, en “Gracias a Dios”, estrenada con éxito en el pasado festival de Berlín y que en el Estado francés acumula casi un millón de espectadores, encontramos a un Ozon desconocido hasta la fecha. «La verdad es que jamás se me había pasado por la cabeza rodar una película sobre un tema de actualidad», comenta el cineasta para referirse al origen de este proyecto sobre la lucha de los miembros de la asociación ‘La palabra liberada’ por sacar a la luz los casos de abusos sexuales a menores cometidos, durante años, en la diócesis de Lyon por parte del padre Preynat y silenciados y ocultados por sus superiores, entre ellos el arzobispo de la ciudad, el cardenal Barbarin, retirado de sus funciones desde el pasado mes de marzo tras ser condenado por la justicia francesa a seis meses de prisión por encubrimiento.

Superado por la actualidad, François Ozon justifica su interés por esta historia no en un acto de militancia sino en sus búsquedas como cineasta: «Venía de hacer dos películas sobre la fortaleza femenina y me atraía la posibilidad de contar una historia sobre la fragilidad masculina. Pues bien, buscando información un día di con la web de la asociación ‘La palabra liberada’ y me conmoví leyendo los testimonios de sus miembros sobre los abusos que habían sufrido por parte del padre Preynat. Me puse en contacto con ellos y ahí arrancó todo».

El realizador francés reconoce que corren tiempos favorables para subvertir estereotipos ligados a la identidad de género y que eso ha incidido en el hecho de que, actualmente, muchos hombres se sientan liberados a la hora de hablar públicamente de este tipo de experiencias: «El modelo de sociedad patriarcal está en pleno proceso de transformación. Hasta no hace mucho, el hombre lo tenía difícil para expresar sus sentimientos en público, estaba muy mal visto desnudarse emocionalmente porque eso cuestionaba el paradigma de masculinidad. Sin embargo, ahora, creo que es más fácil porque paralelamente las mujeres, a través de movimientos como el #MeToo han pasado a ejercer la acción».

Esto facilitó la interacción con los miembros de esta asociación de víctimas de abusos. Según reconoce Ozon «se sintieron muy halagados por el hecho de que un realizador de ficción se interesase por su caso. Hasta entonces, habían hablado mucho con periodistas y documentalistas, pero la posibilidad de que su lucha diera lugar a una película y ellos mismos estuvieran interpretados por actores les fascinó porque, además, estaba reciente el estreno de ‘Spotlight’ y casi todos coincidían en que este tipo de películas daban visibilidad a su causa». A pesar de la naturaleza del conflicto que narra el filme, François Ozon se muestra reacio a admitir la etiqueta “cine político” para referirse al mismo: «Mi película muestra una lucha política, pero eso no quiere decir que pueda ser considerado un filme político dado que no ofrece respuestas concretas. Yo no hago cine para sermonear, eso se lo dejo a la Iglesia, a mí me interesa más abrir espacios de interrogación, por eso la película acaba con una pregunta que el protagonista no termina de contestar».

Dicha pregunta es la formulada a Alexandre, una de las víctimas de abusos, por parte de uno de sus hijos cuando le inquiere: «papá ¿aún crees en Dios?», cuestión que, para Ozon, «podría traducirse como un ¿papá aún crees en la Iglesia?’ o, dicho de otro modo, ¿aún crees en una organización que tapa y silencia este tipo de crímenes?, porque el conflicto de la película no cabe localizarlo en la frontera que separa la fe y la moral sino en la fe que genera la propia institución eclesiástica».

Ante la desconfianza que generan las instituciones, el cineasta francés ve lógico que, hoy en día, sean los propios ciudadanos los que impulsen la acción política. La acción de «Si estás solo y desesperado, unirte a otros te permite sentirte fuerte en la lucha y desde esa fortaleza tienes más posibilidades de salir victorioso en la defensa de un objetivo común. Aunque conviene no perder de vista la naturaleza de tu adversario. En ocasiones, emprender una acción política contra una institución como la Iglesia puede ser complicado ya que la separación entre Religión y Estado hace que los poderes públicos sean reacios a meterse a investigar lo que sucede en el seno de la Iglesia. Uno de los objetivos de ‘La palabra liberada’ es convencer a los diputados regionales para que lleven el debate de la pederastia en el seno de la Iglesia al parlamento, pero son muy pocos los políticos los que están por la labor de hacerlo. Su propia condición de hombres católicos, de derechas, les genera problemas de conciencia en este sentido y cuando chocas contra eso, cualquier acción política se complica». Eso, sin contar con el disenso que suele acontecer entre los miembros de cualquier colectivo cuando se debaten estrategias para una acción común, algo que el propio realizador no se priva de mostrar en el filme: «Es normal, porque al principio se valoran los elementos comunes que puedan servir para la lucha colectiva, pero, al final, en ‘La palabra liberada’ convergen personas de sensibilidades distintas».

En la película, François Ozon ejemplifica dicha lucha colectiva a través de la historia de tres personajes: «Alexander y François se impusieron automáticamente. El primero porque fue el que, con su denuncia, hizo posible que todos estos casos de abusos por parte del cura Preynat salieran a la luz, mientras que François fue el alma mater y el fundador de ‘La palabra liberada’. Además, me interesaba las diferencias que había entre ellos. François es un hombre ateo, de izquierdas, representante de la burguesía liberal, mientras que Alexander pertenece a las clases altas más conservadoras. De hecho, él inicialmente, no quiso presentar denuncia porque pensó que, como católico practicante, la propia Iglesia atendería a sus requerimientos y apartaría a Preynat de su sacerdocio. No obstante, tanto Alexander como François son dos personas muy asentadas, ambos tienen su familia, su trabajo y a mí me interesaba también acercarme a la realidad de alguien al que esos abusos le hubieran dejado en una situación más vulnerable que a ellos y cuando les consulté sobre otro miembro de la asociación que se ajustase a dicho perfil ambos me recomendaron que hablase con Pierre Emmanuel».

La condena del cardenal Barbarin ha sido vista como un triunfo por parte de los miembros de ‘La palabra liberada’ y ha dado un nuevo impulso a la película: «En Francia, hasta cierto punto, la justicia funciona porque ha habido sacerdotes condenados por pederastia y el propio Barbarin ha sido sancionado con seis meses de prisión, aunque al final, con sobreseimiento. Ahora bien, yo creo que hay que ir aún más lejos. Lo deseable es que la Iglesia haga examen de conciencia y reconozca, verdaderamente, el carácter delictivo de estas conductas más allá de contemplarlas como un pecado poniendo los abusos al mismo nivel que el adulterio, por ejemplo», dice Ozon quien, al mismo tiempo, muestra sus dudas sobre el compromiso de la curia para erradicar la pederastia: «No sé cómo está la correlación de fuerzas en el seno del Vaticano, realmente me da igual, ese es un problema que tiene la Iglesia, no yo. Lo único que sé es que hay una aparente contradicción entre lo que predica el Papa Francisco y sus acciones. Porque mira que se ha hartado de proclamar tolerancia cero contra la pederastia, pero cuando el cardenal Barbarin le presentó su dimisión, tras ser condenado a seis meses de prisión, el Papa no se la aceptó. Conviene desmitificar, por lo tanto, eso de que en este Papa hay una voluntad reformista y que es la propia Iglesia la que le impide llevarla a cabo. Más bien lo que hay es una doble vara de medir según de quién se trate».