Xole ARAMENDI
BILBO
Entrevista
fernando pérez
DIRECTOR DE LA ALHÓNDIGA DE BILBO

«Creo que las políticas de cultura, sobre todo, tienen que ser públicas»

Fernando Pérez cumple un año al frente de la Alhóndiga de Bilbo. Ya está en marcha el plan que pretende su transformación, dejando de centrarse en el ocio para volcarse en la sociedad. El reto, conseguir un mayor uso de los espacios y servicios existentes, como uno de los vértices del triángulo que forma junto al Gugenheim y el Bellas Artes.

Fernando Pérez (Barakaldo, 1967) cumple en mayo un año como director de la Alhóndiga de Bilbo. Es su regreso a casa. Previamente, estuvo al frente de del Departamento de Programación Cultural del centro.

En estos doce meses se ha afanado en aportar una visión más cotidiana del arte contemporáneo. En primer lugar, su objetivo ha sido marcar la identidad de la Alhóndiga. «Quiero responder sobre qué eres, sin tener que contar lo que haces. Y en esa definición es igual de importante fijar aquello que no eres. No somos un museo –no tenemos colección, no trabajamos sobre lo patrimonial, trabajamos co artistas vivos–, pero tenemos una de las salas de exposición de Euskal Herria. Tampoco somos un cine, pero trabajamos sobre las narrativas del audiovisual, el vídeo... Y no somos una biblioteca, pero tenemos una mediateca donde el cómic y la cultura digital tienen gran importancia», señala.

Remarca el carácter de «intermediario» del centro que dirige. «Tenemos muy claro que hemos nacido para complementar otros proyectos. No somos un ecosistema, pero el ecosistema sí está fuera, lo constituyen el Museo Guggenheim, el Museo de Bellas Artes, el área de cultura del Ayuntamiento y el trabajo que llevan a cabo en los barrios, en los festivales de la ciudad..».

Una de sus mayores aportaciones ha sido la redacción de un plan estratégico que fija seis líneas de trabajo: el arte contemporáneo, la literatura, el cine y el audiovisual, la sociedad, las artes en vivo y la cultura digital. Ha sido elaborado en estrecha colaboración con el tejido cultural bilbaino. Esta es una de las señas de identidad de Pérez como gestor cultural, quien busca trabajar de forma horizontal. «Allá donde estoy me gusta que haya un crecimiento y una transformación, porque si no para qué estoy. Pero sobre todo soy partidario de compartir las cosas, de ser muy generoso de forma colectiva. Forma parte de esa horizontalidad que busco. Ha sido un proceso de escucharnos, algo que generalmente no hacemos».

Han participado un total de 250 personas en el proceso. «Ellos nos han moldeado a nosotros», afirma. «Llegan tiempos para que las instituciones, grandes o pequeñas, nos dejemos influir un poco [remarca esto último con una sonrisa]».

Proceso participativo

Muestra su satisfacción ante el proceso de participación. «Tenemos unos resultados muy buenos. No se acaba aquí, me parece básico seguir escuchando. Yo desde mi despacho no puedo escucharlo, por eso es muy importante el personal que está trabajando a pie de calle. Nuestra idea es pasar de service style receptivo a ser proactivo», dice. También anuncia la próxima publicación de todo el proceso y de toda la metodología.

Le avala su anterior experiencia en el Gobierno de Nafarroa como director general de Cultura. Le preguntamos por aquellos que no comprendieron su regreso a Bilbo. «Algunos navarros se enfadaron y otros, en cambio, se alegraron. Hubo quien no entendió mi marcha porque era un proyecto muy ilusionante, pero yo no soy militante, mi aportación fue técnica. Aun así, la gran mayoría de gente entendió que yo volviera a casa y entendió que yo había dado todo lo que había podido y mucho más. Yo estuve el tiempo necesario para que mi aportación fuera suficiente», incide.

Hijo de un trabajador de Altos Hornos, a la hora de cursar estudios se decantó por Euskal Filologia. «Todavía me emociono al recordar a los 35 compañeros que éramos en clase, y yo de Barakaldo [remarca esto último]».

«Yo no quería ser ni investigador, ni profesor. Soy de las últimas generaciones que hemos llegado a la gestión cultural provenientes de la animación socio-cultural, ámbito en el que participé desde los 16-18 años». Posteriormente hizo un posgrado de políticas europeas y su trabajo final fue la propuesta de creación de una entidad para la promoción del euskara y la cultura vasca en el exterior, cuando todavía no existía Etxepare Euskal Institutua.

Ofertas desde lo privado

En su dilatada trayectoria profesional como gestor cultural siempre ha ejercido desde instituciones públicas. Lo tiene claro. «La cultura es un servicio público, como la educación y la sanidad, por ejemplo, como todos esos ámbitos que serían incuestionables en una sociedad avanzada. Creo en que las políticas de cultura, sobre todo, tienen que ser públicas. Si no no estaría en este sector. He tenido bastantes ofertas del sector privado, pero no me han tentado, aunque quizá habría ganado más dinero».

De su mano, la Alhóndiga deja de centrarse en el ocio para hacerlo en la sociedad y en la cultura contemporánea. «Hacemos hincapié en que ya somos cultura contemporánea, no es una meta a alcanzar. Podíamos haber elegido la compra de espectáculos o el ocio, pero no nos interesa el evento, el cortoplazo ni la uniformidad, es el momento para que las inmensas minorías piensen en el arte para que nos haga más críticos, más diversos, más responsables», explica.

No hay un público, sino muchos. «No nos dirigimos a una masa de ciudadanos de Bilbao o Euskal Herria o internacional, sino que nos dirigimos a comunidades de públicos diferentes que componen entre todos esa ciudadanía. Cada persona y cada grupo de personas tiene unos intereses particulares y no son únicos. «Somos un centro de programación, un lugar a donde se viene no solo a consumir, sino a hacer, a estar, a tener wifi, a conversar...».

Usuarios

Mientras realizamos la entrevista en su despacho, vemos a través de los cristales el incesante ir y venir de usuarios. «Nos acercamos a los 4 millones de usuarios al año –evidentemente, son personas que repiten–. Un sábado a las 17.00 horas puede haber 12.000 personas utilizando el centro. La mediateca tiene un uso de 1.800 personas diarias, y el centro deportivo también tiene un elevado uso y nos acompaña de forma paralela», indica.

Afirma que, al contrario que otros proyectos similares, no han recibido quejas por parte de ciudadanos sobre la escasez de una oferta que les interese. «Organizamos una gran cantidad de actividades y la dificultad que tenemos es la de difundir esos contenidos. Cualquier persona que se acerque al centro encontrará algo que le interese. Y eso ocurre a diario. No hemos tenido críticas en ese sentido».

Hablamos del pulso cultural de Bilbo. «La oferta cultural es gigante, no sé si la demanda está en la misma sintonía. Yo creo que estamos en un buen momento, pero tenemos que reflexionar sobre ello. Las nuestras no son grandes urbes, pero tenemos nuestra propia lengua, con lo que supone de valor a la hora de compararnos con otros territorios a nivel internacional. Tenemos lo que a muchos territorios les gustaría tener».

Más euskara

Cuestionado por la presencia del euskara, afirma que será mayor –«ya se ha visto en esta pasada edición de Gutun Zuria»–. También hace referencia al feminismo, «muy integrado en el centro desde el inicio».

Por lo que respecta a cuestiones financieras, Pérez subraya que están haciendo «un esfuerzo gigante para conseguir esponsors privados –nos autofinanciamos en un 42%– y queremos crecer un poco más para cumplir los objetivos. Nuestros socios de cafetería, cines... también nos ayudan a generar más ingresos».

«Un porcentaje muy grande de usuarios son del resto de Bizkaia y del resto de Euskadi. Por lo tanto, uno de los retos de futuro es que esa consideración de proyecto de país sea profunda y de una forma más colaborativa entre todas las instituciones», afrma, en alusión a instituciones como la Diputación y el Gobierno de Lakua. Al preguntarle por la colaboración que mantiene con los responsables de los museos Guggenheim y Bellas Artes, afirma que es estrecha. «Compartimos profesionales cuando llegan a Bilbao. Y tenemos una visión global, yo pienso si algo en concreto le puede interesar al Guggenheim o al Bellas Artes y al revés».

Cada uno tiene su misión pero son misiones complementarias. «Tenemos dos diferencias con respecto a ellos: nosotros no tenemos colección, por lo que podemos ser muy dinámicos a la hora de plantear actividades y la accesibilidad a nuestro centro es pública. La entrada viene luego, depende del servicio utilizado, pero es asequible».

Alude a la próxima peatonalización de la calle Iparragirre, eje que unirá los tres centros, lo que redundará en un mayor flujo de visitantes.

No tener referencias de proyectos similares a la Alhóndiga cercanos dificulta el camino. «No hay centros muy parecidos a este, hemos tenido que aprender a generar protocolos; trabajamos la prueba y el ensayo», cuenta.

Busca un mayor uso de espacios y servicios. «Queremos que todos los espacios y servicios tengan un uso mayor del que tiene en este momento: la fachada, el atrio, la terraza...».

Podemos constatar in situ las posibilidades que ofrece esta última, donde aprovechamos para realizar las fotografías que ilustran esta entrevista. «Casi 3.000 metros cuadrados que hasta ahora solo lo han utilizado los usuarios de la piscina para tomar el sol», indica.

En el horizonte, un deseo: «Me gustaría trabajar con más tiempo y más cercano a los artistas, porque cuanto más nivel ocupas en el escalafón, más distancia se crea con el trabajo del día a día, aunque procuro no perderla, a veces incluso obsesivamente», confiesa al término de la entrevista.