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FORO DE LA FRANJA Y LA RUTA DE LA SEDA

Pekín teje su tela económica y extiende la alfombra roja

Pekín acoge durante estos días la segunda cumbre de las Nuevas Rutas de la Seda, en un momento en el que China atrae a un creciente número de naciones hacia su programa mundial de construcción de infraestructuras pese a las críticas que advierten sobre su posible uso para llevar a efecto una colonización económica.

La “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (Belt and Road Initiative, en inglés) tiene como objetivo mejorar las relaciones comerciales entre Asia, Europa y África, e incluso más allá. Para ello, prevé la construcción de puertos, líneas ferroviarias, aeropuertos o parques industriales.

Este proyecto impulsado personalmente por el presidente del país y secretario general del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping, divide a los estados europeos y suscita rechazo en Estados Unidos. Los más escépticos subrayan los riesgos de endeudamiento y alineamiento político que corren los países beneficiarios de los préstamos chinos.

Pero 37 jefes de Estado y de Gobierno acudirán estos días a Pekín para participar una la cumbre a la que se pondrá colofón mañana, una cifra en alza en relación a los 29 dirigentes que estuvieron presentes en el foro inaugural de 2017.

Y cabe destacar que China acaba de suscribir, el mes pasado, un protocolo de colaboración con Italia, primer socio del G7 en dar este paso. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, estará entre los participantes en la cumbre. También viajará hasta Pekín Ueli Maurer, el presidente de Suiza, que también se está preparando para sumarse a la iniciativa china.

El presidente ruso, Vladimir Putin, y otros dirigentes europeos, asiáticos y africanos harán el desplazamiento. En cambio, la mayoría de los estados de Europa occidental únicamente enviarán representantes ministeriales y EEUU no contará con una delegación de alto nivel.

Flujo de liquidez o trampa de la deuda. Desde el lanzamiento de las Nuevas Rutas de la Seda en 2013, China ha invertido en total 80.000 millones de euros en diversos proyectos, y los bancos han prestado entre 175.000 y 265.000 millones, según precisa Xiao Weiming, alto responsable chino encargado de este programa.

Un flujo de liquidez que provoca temores ante el endeudamiento de los países receptores: Sri Lanka, incapaz de cumplir con sus acreedores, ya ha decidido ceder a Pekín el control de un puerto de aguas profundas por 99 años. Y Montenegro se ha endeudado fuertemente tras contratar un préstamo de más de 800 millones de euros con un banco chino para construir una autopista.

China afirma que sus préstamos son el único medio que tienen los países pobres para financiar su desarrollo. Xiao Weiming refuta así la noción de «trampa de la deuda» que enarbolan los críticos de esta iniciativa. En opinión de los expertos, la adhesión a las Rutas de la Seda parece ser una forma de que los países participantes se abran a las normas, la tecnología y la influencia de Pekín.

Precisamente, la adhesión de Italia, miembro de la OTAN y la UE, ha sembrado consternación en Washington y en Bruselas, e incluso en el seno de la coalición de gobierno en Roma, el viceprimer ministro y líder de la Liga, Matteo Salvini, ha alertado contra el riesgo de colonización.

Excedentes en circulación. Para Roma, el memorando de entendimiento firmado con Pekín equivale a decir que el país «respalda la iniciativa diplomática de Xi Jinping, considerando que es bueno para Italia, para China y para el resto del mundo», como indica el investigador Thomas Eder, del Instituto Mercator de Alemania. «Que yo sepa, nada indica que los países que han firmado un documento de este tipo con China obtengan más inversiones o reequilibren su balanza comercial», comenta Eder a AFP.

En cambio, para China la iniciativa es también una forma de poner en circulación sus excedentes en los mercados extranjeros. Así, brinda oportunidades para «las capacidades industriales excedentarias que se derivan del modelo económico chino», observa James Bowen, del centro de análisis australiano Perth USAsia Center. «Los obreros chinos necesitan trabajo y China tiene materiales que necesitan ser exportados y ensamblados en otros países», subraya.

El dinero chino llega bajo la forma de préstamos, no de donativos, lo que provoca el rechazo en ciertos países, como en Sri Lanka, Maldivas o Malasia, donde los partidos de oposición llegaron al poder el año pasado denunciando la corrupción de sus dirigentes y la opacidad de sus tratos con Pekín.